Por Pablo Deheza
Los resultados de la primera vuelta electoral en Bolivia han provocado una transformación sin precedentes en el panorama político del país. La sorpresiva victoria de Rodrigo Paz y Edwin Lara acabaron por desplazar al MAS del centro de la disputa, inaugurando un nuevo sistema de partidos. Esto obliga a repensar las tradicionales polarizaciones que han definido la política boliviana en las últimas dos décadas.
Fuente: La Razón
José Luis Exeni, politólogo, comunicador y expresidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), actualmente oficial de proyectos de la Friedrich Ebert Stiftung (FES) en Bolivia, es un intelectual conocedor y reflexivo del devenir político del país. Su experiencia en el ámbito electoral y su reconocida trayectoria académica hacen de él un observador privilegiado de la compleja coyuntura.
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En una entrevista exclusiva con Animal Político, de La Razón, Exeni advierte que la segunda vuelta se caracteriza por una peligrosa escalada polarizadora que afecta no solo el proceso electoral, sino que amenaza la gobernabilidad futura del país. Todo esto ocurre en un contexto donde las estrategias de desinformación y los ataques personales han desplazado al debate programático, generando riesgos que trascienden las urnas.
El peso de la primera vuelta
La victoria de Rodrigo Paz y Edman Lara en la primera vuelta marcó un punto de quiebre en la política boliviana contemporánea. Para Exeni, este resultado «quebró, de algún modo, la polarización de los últimos 15 a 20 años entre el MAS y el antimasismo, que tenía un fuerte centro en el antievismo. Entonces ha desplazado esa polarización. Eso es lo que ha sido uno de los mensajes fundamentales de la primera vuelta».
Este desplazamiento no es meramente electoral, sino que representa una transformación estructural del sistema político boliviano. Como explica el analista, “de hecho, la primera vuelta nos ha dejado la conformación de un Congreso distinto. Es decir, ya pasó el fin de ciclo del MAS-IPSP como partido predominante».
Añade que «hemos pasado a un escenario de un sistema de partidos de pluralismo limitado y moderado. Todos ellos minoritarios, con la necesidad de construir acuerdos y conformar pactos políticos». Esta realidad contrasta radicalmente con el predominio que ejerció el MAS durante casi dos décadas.
«El proyecto del MAS ha quedado fuera, digamos, de la disputa política, e incluso casi fuera del campo institucional, porque solo tiene 10 diputados de 130 y ningún senador de 36», puntualiza nuestro invitado. Esta nueva realidad plantea «hacia la segunda vuelta, un escenario con otros clivajes distintos respecto a la confrontación».
Exeni identifica dos factores contextuales fundamentales que explican esta transformación. El primero es la crisis económica, que según diferentes estudios de opinión pública «continúa siendo de lejos, la principal fuente de preocupación» ciudadana. Esta crisis «ha dominado en el debate del proceso electoral» y está «dando lugar a una convicción de que, más allá del tipo de ajuste que se va a implementar desde noviembre bajo el nuevo gobierno, se está cambiando esa matriz estadocéntrica hacia una matriz más centrada en el mercado, en inversión extranjera, y en liberalización».
El segundo factor contextual es «la fisura en el MAS que, desde el 2023 por lo menos, ha contaminado todo: el debate político, el funcionamiento de la Asamblea, la gestión del gobierno, y, por supuesto, el proceso electoral… se ha dado lugar a un nuevo sistema de partidos todavía muy precario, muy débil, que recién empezó a estructurarse. Este pluralismo limitado y moderado tiene tres bancadas que tienen peso y otras tres que acompañan, y una lógica más de convergencia hacia el centro-derecha».
Segunda vuelta inédita
La configuración de la segunda vuelta presenta características únicas en la historia política reciente de Bolivia. Exeni identifica una disputa entre «una expresión neoliberal conservadora, por un lado, la de Jorge Tuto Quiroga, y una más de, en términos de neopopulismo de centro, con sus características propias, del binomio Paz-Lara. Digamos, eso es lo que está en disputa, en medio de una crisis múltiple, muy severa».
El experto observa que, aunque se ha atenuado la polarización antimasista tradicional, «se han impulsado y se están impulsando otras lógicas de división o de polarización». Una de ellas, promovida tempranamente por el binomio Paz-Lara, es «esta división entre patria versus élite corrupta», que no habla «tanto de pueblo, sino de patria versus todo lo que significa una élite tradicional descompuesta, que ya estuvo en el poder”. Esta referencia incluye, evidentemente, tanto al MAS como a Tuto Quiroga.
Del otro lado, Exeni identifica la reactivación de un clivaje histórico profundamente arraigado. «Está operando esto que Fernando Molina señalaba, que viene desde el Siglo XIX como expresión del racismo, y es esta oposición entre cholos versus caballeros». Esta dinámica se manifestó inmediatamente después de los resultados de la primera vuelta. «Los ‘caballeros’ de pronto se dieron cuenta que los ‘cholos’ que antes eran masistas ahora están apoyando a Rodrigo Paz y a Edwin Lara, e inmediatamente el mismo 17 de agosto a la noche empezó la guerra sucia» en ese sentido.
Ámbitos
La disputa por el voto en esta segunda vuelta se centra en cómo ambas fuerzas pueden «generar adhesiones más allá de su voto leal, de aquellos grupos que ya votaron por ellos». Para el binomio Paz-Lara, «puede converger la mayor parte o una parte importante del bloque popular, que tradicionalmente votaba por el MAS, y que el 17 de agosto votó muy poco por las opciones de renovación del propio MAS; es decir, Andrónico Rodríguez y Eduardo del Castillo».
Este voto popular migró hacia Paz-Lara «desde el perfil de la renovación, un discurso de unidad, una fuerte interpelación religiosa, una fuerte interpelación de lucha anticorrupción, pero sobre todo esta idea de capitalismo popular o capitalismo para todos». Además, pueden «cosechar el voto que apoyó a Andrónico, a Del Castillo, incluso a Johnny Fernández» y «una parte importante del voto nulo, ya que no se ha renovado la consigna del evismo del voto inválido».
Por el lado de Quiroga, «claramente el nicho de adhesión inmediato es el votante de Samuel Doria Medina, que pese a que esa misma noche expresó su respaldo a Rodrigo Paz, en términos de líder, pero el votante de Samuel tiene más filiación o más inclinación hacia la propuesta de Tuto Quiroga». Sin embargo, «se está operando sobre ese votante una campaña agresiva, basada en el miedo, de lo que significa el neomasismo, de lo que significa Rodrigo Paz, y sobre todo el ‘peligro’ que significaría Rodrigo Paz».
Los mensajes formales
A nivel programático, las propuestas de ambos binomios reflejan visiones claramente diferenciadas del futuro del país. Desde la vereda de Paz-Lara, los pilares son «básicamente de renovación», enfatizando que «sobre todo Lara es una cara nueva, viene de fuera del sistema político, Rodrigo Paz nunca ha sido candidato a la presidencia, es su primera candidatura. Está planteado un factor de unidad e integración».
En contraste, la propuesta de Quiroga se presenta como una lógica polarizadora que «claramente todo lo que se ha hecho hasta aquí no sirve, entonces vamos a cambiar todo”.
Exeni destaca un elemento significativo en el discurso de Paz-Lara: «está presente esta apelación a Dios, a la religión, a ese componente más moral o espiritual. Su saludo inicial hasta su despedida tiene que ver con la presencia y la bendición de Dios, que no es un dato menor, porque se sabe que hay una adhesión cristiana, evangélica importante».
En términos económicos, las diferencias son marcadas. La propuesta de Paz-Lara se articula en torno al «capitalismo popular o economía popular para todos, con reformas graduales, por supuesto recuperando créditos, que no son del FMI, pero recuperando créditos, generando confianza, dando señales de austeridad».
En contraste, la propuesta económica de Quiroga representa «una lógica de ajuste ortodoxo, como ya la conocimos y la vimos no sólo en Bolivia, sino en la región y en otros países del mundo, en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, que son las clásicas políticas de estabilización y de ajuste estructural, de shock, con marca FMI. En este caso está claro que la primera medida sería conseguir un crédito del FMI, que no será muy fácil y muy a corto plazo. Y también por supuesto medidas de austeridad, de liberalización, de transparencia, etcétera».
Ambos binomios han incorporado la lucha anticorrupción como elemento central de sus discursos, aunque con enfoques diferentes. El tema «aparece en el binomio Paz-Lara, sobre todo desde Lara, muy centrada en lo que ha hecho como policía». Mientras tanto, «el binomio de Tuto Quiroga y Velasco también está planteando eso, pero una lógica más de vamos a meter presos y vamos a sancionar a los del anterior gobierno, al régimen del MAS, en todo lo que implique que se pueda juzgar y sancionar».
La guerra sucia
Sin embargo, según Exeni, lo más preocupante de esta campaña no son los mensajes formales, sino «lo que tiene que ver con la guerra sucia», que opera mediante «una estrategia del miedo» centrada en el mensaje de que «nosotros somos los que garantizamos un mínimo de estabilidad, de coherencia, de equipo técnico y lo otro es un salto al vacío: es un retorno al masismo, es un país ingobernable, inestable. Eso es lo que se está imponiendo sobre todo en medios sociales y algunos medios de comunicación que claramente están operando, no solo políticamente sino electoralmente».
El experto establece una diferenciación clave. «Es importante distinguir dos cosas, primero, que gran parte o la mayor parte de la propaganda negativa de la guerra sucia se está concentrando en el mundo digital, virtual, en las redes sociodigitales, en las plataformas virtuales, en las aplicaciones de mensajería, más que en los medios de comunicación».
Segundo, «hay que diferenciar lo que pueden hacer algunos usuarios, algunos muy fanáticos, otros muy odiadores, muy activistas, muy anónimos, por supuesto desde sus cuentas de Twitter, de Facebook, de TikTok, difundiendo mensajes negativos, difundiendo falsedades, de aquello que es una estrategia de desinformación; que es algo planificado, premeditado, que tiene recursos, que tiene un aparato detrás de eso».
La guerra sucia profesional se caracteriza por ser «estrategias premeditadas, desleales, ilegales, engañosas para atacar a un candidato o a una organización política», que incluyen «la difamación, noticias falsas, mensajes de odio, manipulación en redes, ataques en la calle, generación de contenidos con inteligencia artificial».
El politólogo observa que, en el marco de la segunda vuelta, resulta preocupante que esta guerra sucia no se limita al ámbito digital, sino que «se está expresando en las calles también. O sea, ya hemos visto ataques e insultos a los candidatos en lugares públicos».
Consecuencias
Las implicaciones de esta guerra sucia trascienden el ámbito electoral inmediato. Exeni identifica tres campos de impacto fundamentales que resultan cruciales para entender los impactos duraderos de estas prácticas destructivas.
El primer impacto se refiere al «ánimo de la ciudadanía, en el campo político, generando un ambiente muy riesgoso, muy peligroso de renovada polarización, de animadversión, de corrosividad, pero sobre todo de predisposición al enfrentamiento y a la violencia. Creo que ese ánimo se está generando y es por eso muy peligroso». Este deterioro del clima político no es un efecto colateral, sino que «es lo peor que nos puede dejar esta campaña en el marco de la segunda vuelta».
El segundo campo de impacto es sobre «el comportamiento electoral», aunque Exeni reconoce las limitaciones para medirlo. «No lo sabemos, no hay estudios que digan que la guerra sucia ha significado un tanto por ciento de votos. No lo sabemos ni lo sabremos en este caso», sentencia. Sin embargo, la experiencia reciente sugiere su efectividad. «Sí, claramente podemos intuir, y algunos analistas han hecho exploraciones intuitivas, de que la guerra sucia, por ejemplo, ha sido decisiva en un primer momento para desvirtuar la candidatura de Manfred Reyes Villa y luego claramente la candidatura de Samuel Doria Medina en la primera vuelta, con ataques incluso personales, familiares».
Nuestro invitado recuerda que «claramente la guerra sucia se la hace porque funciona. Si no funcionara y no tuviera efectos, no se la haría y no se invertiría tanta energía y recursos en ella».
El tercer y quizás más grave impacto se proyecta hacia el escenario postelectoral, donde sus consecuencias “pueden afectar los futuros escenarios de gobernabilidad, de construcción de acuerdos, de definición de pactos políticos». Exeni advierte que “por el modo en el que se está haciendo la guerra sucia, esto puede dinamitar puentes que van a ser luego imprescindibles, no sólo necesarios, para gobernar».
El desafío fundamental que plantea esta coyuntura electoral trasciende la definición del ganador de la segunda vuelta. Se trata de determinar si Bolivia será capaz de construir un nuevo consenso político basado en el diálogo y la construcción de acuerdos, o si las dinámicas destructivas de la guerra sucia terminarán por socavar las bases mismas de la gobernabilidad democrática. Como advierte Exeni, en un sistema político fragmentado donde ninguna fuerza tiene mayoría absoluta, la capacidad de construir puentes se convierte en el elemento determinante para detentar y ejercer el poder.
Fuente: La Razón