El producto nacional clave de la receta del éxito; la apuesta por los jóvenes y el conocimiento real del terreno en que se pisa han sido las claves del éxito para la selección, pero no es seguro que lo sea para la segunda vuelta
Fuente: El País.bo
Semana de fútbol y política trufada con escándalos sexuales y silencios clave. La segunda vuelta se acerca como una exhalación pero nadie quiere acabar de tomar la iniciativa. “Mejor – dicen los estrategas – jugar a la defensiva”, a pesar de que la clasificación al repechaje del Mundial 2026 ha dejado algunas lecciones que bien vale aplicarlas a la política. Metáforas futboleras por doquier.
Una ha sido apostar por el producto nacional: Por la Verde han pasado media docena de Directores Técnicos de países vecinos que han cobrado salado y se han marchado con pena y sin gloria. Más bien buenos sacos de goles. Las recetas extranjeras suelen sonar bien en el laboratorio pero su aplicación en el altiplano no acaba de mezclar bien. Villegas sin embargo es un entrenador 100% boliviano que conoce al dedillo el fútbol nacional y lleva años trabajando con las inferiores, por lo que conoce bien a los jugadores.
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La otra ha sido también pasar página y apostar de una buena vez por los jóvenes, sin mirar su cédula o sus recomendaciones o su hoja de servicios. Jóvenes con talento y proyección para crecer. Los resultados están ahí.
Por último, siempre ha resultado vital conocer bien el terreno en el que se trabaja para convertirlo en fortaleza.
Paz y Lara fueron juntos a la cancha de El Alto y JP Velasco llegó solo a la carrera. Al otro día Tuto sí acompañó a Velasco a la reunión con el Tribunal Supremo Electoral, pero Lara se quedó paseando en el teleférico mientras Paz hacía lo institucional. Cada cual su terreno.
La metáfora de la juventud está más trillada: Hasta Paz, con 57, trata de acomodarla a su perfil. La de las recetas lo propio: la de Tuto es una suerte de sándwich de miga argentino pero cool y la de Paz una ensalada pasada de especias o sopa de gallo con todo lo que alcanzó a meter en la olla, que dicen.
Liderar
Dos elementos han entrado en juego esta semana: Uno son las encuestas de tapadillo – solo el hombre tropieza 700 veces en la misma piedra – que siguen computando un enorme voto “indeciso” sin hacer esfuerzos de investigación para saber hacia dónde irá. El otro es el de “habrá sorpresas”. En Bolivia nos gusta demasiado la telenovela turca como para permitir que una elección dramática se defina dos meses antes del desenlace: Ni a Paz ni a Lara le sobran collares de flores, besos a ancianas ni promesas de bolsillo.
Paz y Tuto se encontraron en el TSE el miércoles para prometer que serán buenos y no harán “guerra sucia”, sin que se acabe de definir qué realmente es eso y cómo se puede demostrar que esos memes que pasa el abuelo al grupo familiar de WhatsApp no han sido diseñados con tino en el cuarto oscuro de algún estratega catalán o venezolano de cuyo nombre no quiero acordarme.
Antes Tuto había disparado con bala: “la guerra sucia la hace su vicepresidente a él, que lo quiere meter preso” y “a la política hay que venir llorado de casa”, mientras que Paz no se había quedado atrás: “las recetas pueden ser parecidas, pero depende en nombre de quién se hacen, de las grandes mayorías de este país o de una élite”. Tuvo que aclarar que ellos eran los que iban a hacer esas reformas en nombre de las grandes mayorías, que vete tú a saber cómo se acomoda eso si al final es el mismo latigazo.
La estrategia de Libre se ha afinado tras el empujón inicial para pintar de azul a Rodrigo Paz, Edman Lara y cualquiera que se acercara a ellos. Ahora se basa más en sembrar dudas sobre la viabilidad de ese binomio donde la confianza parece fingida, además de alimentar el miedo a Lara.
La del PDC no ha quedado tan clara. Arrancó con fuerza simulando incluso una transición en la Casa Grande del Pueblo, pero ahora que tienen todos los focos encima deben convencer de que sus propuestas son sólidas y no les temblará la mano al aplicarlas. Las declaraciones de Óscar Montes desde el sur son lapidarias. Por otro lado, Paz chirría cuando se intenta presentar como representante del pueblo pobre frente a un Tuto Quiroga representante de los ricos o cuando glosa cuestiones de la revolución. En otras palabras, es más difícil atacar con suciedades a Tuto y JP que a Paz y Lara, sobre todo porque a los unos ya se les ha dicho casi todo mientras los otros seguían por debajo del radar.
La cuestión del voto blando
Las segundas vueltas van de voto blando. Es decir, de llegar a conquistar los votos de la gente a la que “les da igual” porque su favorito (si es que era favorito) ya no existe.
El problema para el PDC es que su primer voto, el que le llevó a ganar la primera vuelta, ya era voto blando: las grandes mayorías populares de este país tenían que decidir entre nulo, Del Castillo y Andrónico Rodríguez y eligieron a Lara por similitud y empute, y por no votar “al otro lado”. Repetir el “truco” una vez descubiertos va a ser más difícil, sobre todo ahora que Morales direcciona a los suyos para poder repetir lo de “hemos ganado”.
Por otro lado, el problema para Tuto es que su voto duro es durísimo. En la primera vuelta sus acólitos hicieron una campaña pedagógica durísima para explicar por qué Tuto sí era la derecha y Samuel Doria Medina (ni ningún otro) no. Les salió bien porque le sacaron voto a Doria Medina, pero se quedaron con 1,4 millones de voto sobre los 7 y pico habilitados, un techo demasiado piso.
Para convencer al millón de votos de Samuel a los que vinieron llamando “rojos”, “socialistas” y “masistas” durante toda la primera vuelta que ahora sí voten por la verdadera derecha movilizarán el miedo a Lara y todos los aspectos racistas y clasistas que desde siempre han dividido a este país (pero no en partes iguales, obviamente): “que no nos gobierne otro ignorante” es uno de los argumentos más utilizados en el plano corto.
Sobre el papel, Paz tendría que hacer muchas cosas mal para perder esta elección. Pero el juego está servido.
La incertidumbre del Gobierno
El último escándalo emanado desde el despacho de Luis Arce y su arco familiar articula nuevos matices de indignación. El principal, que el asunto de la demanda de paternidad haya tenido que hacerse pública para que el presidente acceda a una prueba de ADN, con lo sencillo que hubiera sido hacerlo y si se daba, haber cumplido con sus obligaciones, sin necesidad de exponer todo el asunto. Arce no lo ha negado, sino que lo ha considerado un asunto personal, que lo es, pero no da tranquilidad imaginar que la persona a cargo de verificar y validar las concesiones mineras – el rubro más lucrativo y esquivo del país – fue elegida por otras condiciones diferentes a su capacidad profesionales y correspondencia ética.
Fuente: El País.bo