La comunidad produce verduras, hortalizas, frutales, medicinales y flores sin químicos, en un modelo basado en rotación de cultivos, cuidado del agua y de las semillas.
MARIELA COSSÍO M.
Fuente: Opinión
“Lo voy a vender”, repetía Sandra Almaraz mientras veía su terreno seco en Suyku Pujio, Sacaba. La tierra parecía muerta, condenada al abandono. Hoy, ese mismo suelo respira vida: brotan hortalizas, crecen plantas frutales, hierbas medicinales y flores que colorean la parcela. La comunidad, que antes vivía resignada, ahora se levanta como modelo de producción agroecológica familiar, con mujeres al frente de la transformación.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Sandra tiene 33 años y dos hijos, una niña de 11 y un niño de 8, con quienes aprendió a trabajar la tierra, cuidar el agua y proteger cada semilla. Hoy, unas 50 familias integran la comunidad de la Subcentral Larati, a 15 minutos del municipio de Sacaba, Cochabamba, y participan en el cuidado de la tierra y en la producción agroecológica.
Remberto Terrazas, poblador y exdirigente, recordó que hace cuatro años el Centro de Comunicación y Desarrollo Andino (CENDA) llegó a una reunión de la Subcentral Larati, compuesta por siete sindicatos agrarios, con una propuesta: transformar la zona en un espacio de producción agroecológica. Él aceptó el desafío, porque la tierra de sus padres, donde había nacido y vivido, estaba olvidada. Los terrenos estaban secos, las vertientes sin agua y casi no quedaba gente; muchos se habían ido al pueblo.
Hoy, cuatro años después, la vista es otra: los atajados retienen agua, los cultivos se multiplican y un riego tecnificado cuida cada gota, reemplazando el antiguo sistema de inundación. La producción es libre de químicos, manejada solo con bioinsumos y tratamientos naturales que nutren la tierra sin dañarla.
Por ejemplo, en su terreno Sandra siembra zanahoria, cebolla, lechuga, vainas y acelgas moradas. También tiene plantas frutales: durazno, guayaba, pacay y chirimoya, esta última fruto de un intercambio en Mizque. En ciertas temporadas, añade maíz y tarwi, diversificando la producción y aprovechando cada rincón de la parcela.
Lidia Paz, técnica de CENDA, destacó que la rotación de cultivos, el cuidado de la semilla y del agua, y la elaboración de bioinsumos son los pilares que hacen de Suyku Pujio una comunidad modelo de producción agroecológica familiar. Los terrenos, de entre 500 y 1.200 metros cuadrados, parecen pequeños, pero los cultivos rinden bien.
Roxana Riguera es otra prueba de que cuidar la tierra con constancia da frutos. Ama las flores y en su terreno cultiva amparitos, fresias, nardos y margaritas, todas en crecimiento; también cuida plantas medicinales. Se convirtió en guardiana de semillas, y no solo cultiva, sino que preserva y multiplica las semillas, asegurando que cada ciclo de cultivo sea sostenible y saludable. Además, intercambia semillas con otras familias y comunidades, asegurando la diversidad de los cultivos. “Me llevaron a otros municipios para compartir experiencias y hacer trueques de semillas. Ahora, producimos sano”, contó.
Remberto Terrazas, por su parte, trabaja sobre una parcela de 1.200 metros cuadrados en la que cultiva más de 20 variedades de plantas. Su enfoque está en los frutales: pacay, pomelo, limón y otros, mientras que debajo de ellos aprovecha cada espacio con orégano, cebolla, zanahoria, laurel, apio, acelga, perejil, camote y más. Para regarlos, instaló su propio sistema: tuberías para riego por goteo, aspersores y una tecnología llamada “lluvia de oro”.
Según Lidia Paz, técnica de CENDA, esta última simula la lluvia con gotas finas y permite ahorrar entre 70 y 90% del agua, muy superior al riego por gravedad o canales de tierra, que alcanza apenas el 30%.
Los resultados llenan de orgullo a los pobladores. “Producimos sano para garantizar soberanía alimentaria. Aquí, la mayor parte de los huertos los cuidan mujeres”, dijo René Almaraz, secretario general de la comunidad. Destacó también el trabajo conjunto de hombres y mujeres y explicó cómo la producción se mantiene más tiempo gracias al manejo natural de la tierra.
La comunidad refleja el trabajo conjunto de hombres y mujeres, y cada parcela habla del esfuerzo y la constancia de sus habitantes. Su nombre también tiene significado: en quechua, suyku es una hierba y pujio una vertiente, un recordatorio de cómo el agua y la tierra se unen para sostener la vida.
Fuente: Opinión