La extinción comienza una vez que el incendio está bajo control. Caminan largas distancias cargando agua y herramientas para sofocar cualquier chispa que pueda reavivar el infierno. Su entrega en la primera línea vence al cansancio
Fuente: El Deber
Juan Carlos Chané Abaeti (37) se adentró en un mar de cenizas a las 5:00 de la madrugada. A las 10:00 seguía en ayunas y con las fuerzas debilitadas. Hizo una pausa para desayunar tres panes y una soda que logró cargar en su mochila, donde también lleva agua. Su jornada terminó a las 17:00 después haber apagado con sus manos cada tronco con brasas que encontró a su paso en medio de la devastación. Al regresar a su campamento recién pudo probar un plato de comida.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Así es el trabajo esforzado de los guardaparques en Ñembi Guasu, que como tal se mantienen firmes en la misión de liquidación del fuego. Los héroes contra incendios ya sienten el desgaste de días enteros sin descanso, pero no se rinden. Gracias al esfuerzo conjunto, lograron controlar las llamas; sin embargo, un grupo permanece en el terreno, en la dura y lenta tarea de extinción del fuego, que puede prolongarse por varios días.
El trabajo es minucioso, deben revisar cada punto de calor oculto bajo las cenizas, tocar tronco por tronco para asegurarse de que no queden brasas en los árboles y en el suelo. Con sus manos apagan cualquier chispa que pueda reavivar el infierno. “Es un trabajo muy detallado. Tenemos que revisar cada árbol, acercarnos y tocarlo con la mano. Si está caliente, el viento puede reactivarlo”, explica Juan Carlos. Desde la línea de defensa, hacen un barrido de al menos 30 metros, aplicando técnicas que requieren enorme esfuerzo.
Cuando encuentran troncos calientes o humeantes utilizan motosierras para derribarlos y con machetes quitan las brasas. Luego, con la pala forestal, cavan un pozo para enterrarlo, porque de nada sirve cortarlo y dejarlo a la intemperie: volvería a arder.
Caminan largas distancias aplicando esta técnica, bajo un sol inclemente y entre un paisaje devastado. El calor se multiplica en medio del terreno ennegrecido.
El cansancio se refleja en sus rostros tiznados y en el olor penetrante a humo que impregna sus ropas. Aun así, se mantienen firmes en defensa de Ñembi Guasu, el gran refugio del pueblo guaraní en Charagua. Allí, las tareas de extinción comenzaron el anterior sábado y continuaba hasta el miércoles.
“No es una tarea fácil porque los recursos humanos se van agotando y la deshidratación pasa factura”, dice Juan Carlos.
Muchas veces deben volver hasta tres veces al mismo lugar para asegurarse de que el fuego haya sido liquidado por completo. En medio de esas largas jornadas también encuentran animales muertos que muestran la magnitud del daño que provoca el fuego.
Su experiencia como bombero voluntario comenzó en 2019. Es oriundo de Ascensión de Guarayos y actualmente vive en Roboré, donde formó su familia y tiene una hija de nueve años.
Estar en primera línea también lo aparta de fechas familiares importantes. Por ejemplo, esta vez tuvo que perderse el cumpleaños de su madre, pese que había conseguido el permiso para ir a festejarla con una cena.
“Tocó el incendio y hay que cumplir, porque el deber llama. Se la debo a mi madre”, comenta.
Juanito Cuéllar (53) es bombero forestal voluntario desde 2005. Vive en San José de Chiquitos y no dudó en desplazarse hasta Ñembi Guasu cuando los guardianes del área protegida pidieron apoyo. “El fuego no tiene barreras ni límites”, afirma.
El miércoles salió de la zona para reponer fuerzas y reencontrarse con su familia.
Señala que, cuando el fuego está activo, muchos bomberos se suman a las labores de sofocación, pero una vez controlado, la liquidación recae sobre las cuadrillas que se quedan y deben hacer un barrido del área afectada. Cargan con la responsabilidad de evitar la reactivación.
“Es muy duro. Se caminan largas distancias, hay que remover árboles y cavar para enterrar troncos con brasas que pueden reavivarse. También debemos estar atentos a la dirección y velocidad del viento, porque si cambia de golpe, podemos quedar atrapados”, relata.
La dificultad de la tarea depende de la topografía del terreno, del tipo de combustible que alimenta el fuego, de la temperatura y de las herramientas con que cuentan. En zonas boscosas, la liquidación puede tomar varios días.
Sin agua disponible, se apoyan únicamente en los 20 litros que cargan en sus mochilas, una parte para calmar la sed y otra para hacer barro y sellar los troncos humeantes. “Es duro, pero motiva saber que estás salvando vida y naturaleza”, dice.
Las jornadas son interminables. “A veces caminamos kilómetros entre cenizas y árboles calcinados”, comenta.
Esta vez, Juanito y su cuadrilla ingresaron el martes, a las 16:00, a Ñembi Guasu y recién salieron el miércoles a las 6:00. “No hay horario de salida, estamos hasta cuando las fuerzas lo permiten”, dice. Muchas veces trabajan de noche para evitar el desgaste del sol.
Juanito forma parte de la Central Indígena Chiquitana Amanecer Roboré (Cichar) y está a cargo de 16 cuadrillas de respuesta inmediata.
Tardan el triple
Hugo Sánchez (43) asegura que el rastreo que hacen en la fase de liquidación tarda hasta el triple de tiempo que el combate con las llamas. “Depende mucho del tipo de vegetación, cuando es monte alto y hay árboles gruesos, la liquidación es bien pesada. Si tardamos en controlar el incendio una semana, por lo menos son otras tres hasta lograr la liquidación”, asegura amparado en la experiencia que lleva combatiendo el fuego, desde 2018.
Como técnico de manejo de fuego de Nativa, llegó hasta el incendio en Ñembi Guasu, por el sector de Roboré. Apoya en la organización y planificación de las tareas, pero también está en combate.
Cuando las llamas se avivan no miden las horas de trabajo. “Trabajamos día y noche. Hemos tenido ocasiones en las que hemos trabajado 48 horas continuas por la necesidad, porque a veces no hay mucho personal para hacer el relevo y, si uno se sale a descansar, el fuego sigue avanzando y se pierde todo lo que se hizo”, comenta.
Esta vez, por ejemplo, le tocó trabajar dos días seguidos haciendo una brecha con maquinaria pesada para detener el avance del fuego.
Cuenta que cuando las llamas están activas y avanzan rápidamente, se abocan a las tareas de sofocación. Una vez que el incendio está contorolado, sigue la fase de liquidación, que lo hacen con herramientas manuales, barro y agua.
En medio del trabajo, el cansancio y la deshidratación debilita a los bomberos. “Deshidrata mucho la caminata en el campo”, dice.
Señala que una de las técnicas que utilizan es hacer barro para ahogar las brasas, de esa forma racionan el agua que cargan en la mochila. Además, tienen que llevar herramientas para remover y golpear los troncos.
Fuente: El Deber