El arte de la guerra sucia


 

 



“El arte de la guerra” de Sun Tzu es un tratado militar chino escrito hace más de 2.000 años. El autor, un sabio asiático, no sólo aborda la guerra, sino también la estrategia, la planificación y el liderazgo. Posiciona como  idea central de su libro, que la mejor victoria es la que se logra sin combatir, a través de la inteligencia, la preparación y el conocimiento del enemigo y de uno mismo.

A objeto de ilustrar dicho argumento, Sun Tzu cita requisitos y puntos esenciales llamados a garantizar la victoria, tales como: a) una  Planificación cuidadosa: dado que toda batalla debe evaluarse considerando factores como terreno, clima, moral y recursos. b) Engaño y sorpresa: para confundir al enemigo y atacarlo en sus puntos débiles. c) Flexibilidad: para adaptarse rápidamente a los cambios de situación. d) Liderazgo, con un buen comandante que debe ser sabio, valiente, justo y disciplinado y finalmente e): Conocer al enemigo así como a uno mismo.  Pese a tratarse de un manual militar, es notable como sus milenarias enseñanzas se aplican hoy en día en los negocios, la política, la gestión y la vida personal.

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Como los bolivianos no podemos quedar atrás, en ese pertinaz afán de salir de lo común para entrar a lo ridículo, a pocos días de las elecciones presidenciales han surgido estrategas que, parangonándose con el sabio asiático, han innovado el tratado original, creando una novedosa estrategia sobre el arte de la guerra sucia.

Es conocido que, cuando un proceso electoral se avecina, al margen de las propuestas, surge inevitablemente la guerra sucia electoral caracterizada por los consabidos ataques personales, noticias falsas de todo jaez y campañas de miedo que se convierten en las armas dirigidas a ganar simpatías o debilitar a los rivales.

En esta suerte de contienda bélica que precede al próximo balotaje, los rumores y la difamación se van haciendo el pan de cada día, pues con ello no se busca debatir ideas, sino destruir reputaciones. Los rumores sobre la vida privada, las acusaciones de corrupción sin pruebas y la manipulación de declaraciones suelen inundar corrillos, medios y redes sociales.

 

Para elaborar un plan de acción que sea estable, es preciso tener en cuenta la cobardía, la debilidad, la inconstancia y la falta de equilibrio de las masas que son incapaces de comprender y respetar las condiciones de su propia existencia y de su bienestar. De ahí que es pertinente reconocer que los daños causados por una pugna sucia, en medio de una sociedad todavía pequeña y pacata como la nuestra, donde dicha lid puede ser mucho más dañina que aquellas que se llevan a cabo en masas sociales mayores, pueden ser enormes. A su vez los advenedizos salidos de las filas del pueblo, aunque sean unos genios, no pueden colocarse a la cabeza de las muchedumbres sin malograr a toda la nación.

 

A la luz de lo expuesto y lo vivido con este proceso populista del Siglo XXI, sólo la teoría de la perversidad nos llevaría a ratificar en la vicepresidencia del Estado y jefatura del Poder Legislativo a un LARAMA que, a nombre de la cultura ancestral, nos deje con el reloj de la historia girando a la izquierda; en un ardiente connubio   con las piedras y a pasto de papalisa. Oponerse a dicha realidad, nunca sería considerado algo discriminatorio,  sino un patriótico afán de no ingresar al incivilizado Arte de la Guerra Sucia.

 

Álvaro Riveros Tejada