La reciente violación del espacio aéreo estonio por aviones rusos reaviva el debate sobre la capacidad de la alianza para responder a provocaciones y mantener la unidad frente a Moscú, según Financial Times
El jefe de estado ruso, Vladimir Putin, asiste a una reunión con Leonid Pasechnik, líder designado por Moscú de las partes de la región de Luhansk controladas por Rusia, en Moscú, Rusia, el 23 de septiembre de 2025 (Reuters)
Fuente: infobae.com
La reciente violación del espacio aéreo de Estonia por aviones de combate rusos ha reavivado las dudas sobre la solidez del compromiso de la OTAN con la defensa de los países bálticos, en un contexto donde la alianza militar enfrenta tanto desafíos externos como tensiones internas. Este incidente, que se suma a la incursión de drones rusos en Polonia la semana anterior, ha puesto a prueba la capacidad de respuesta y la cohesión de los 32 miembros de la organización, según el análisis publicado por Financial Times.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Hoy, por si fuera poco, drones -supuestamente- rusos sobrevolaron el aeropuerto de Copenhague, en Dinamarca.
“Sería una apuesta temeraria que Putin pusiera a prueba la voluntad de los países de la OTAN para defender la frontera oriental de la alianza. Lamentablemente, como descubrió el mundo cuando las fuerzas rusas avanzaron sobre Kiev en 2022, Putin es más que capaz de hacer apuestas temerarias”, señala Gideon Rachman en su popular columna del Financial Times.
En la base militar de Tapa, situada cerca de la frontera rusa y convertida en el principal bastión del ejército estonio tras haber sido una base aérea soviética, la presencia de fuerzas multinacionales es tangible.
Un contingente del Royal Tank Regiment británico, junto a una unidad francesa y tropas estonias, opera bajo un mando integrado y dispone de un arsenal que incluye tanques Challenger 2, sistemas de artillería Archer y vehículos blindados Griffon. Estas fuerzas están preparadas para actuar de manera conjunta en caso de una invasión rusa, según detalla Financial Times.
Soldados operan cerca de un tanque Abrams polaco mientras fuerzas polacas junto a soldados de la OTAN realizan los ejercicios militares ‘Iron Defender’, en un campo de entrenamiento militar en Wierzbiny, cerca de Orzysz, Polonia, el 17 de septiembre de 2025 (Reuters)
Aunque el entrenamiento de las tropas en Tapa se orienta a repeler un ataque convencional, los estrategas occidentales consideran más probable que Rusia opte por acciones graduales y ambiguas, diseñadas para medir la reacción y la unidad de la OTAN. La reciente incursión aérea en Estonia encaja en este patrón, especialmente tras el derribo de varios drones rusos en Polonia por parte de aviones de la alianza y el posterior refuerzo de la defensa aérea en la frontera oriental.
La respuesta de la OTAN a la violación del espacio aéreo estonio será objeto de debate en los próximos días. Dentro de la alianza existen posturas divergentes: algunos miembros abogan por derribar en el futuro cualquier aeronave rusa que cruce el espacio aéreo aliado, mientras que otros, especialmente en Estados Unidos, advierten que esa medida podría suponer una escalada peligrosa.
El Kremlin parece decidido a explorar las fisuras internas de la OTAN mediante provocaciones progresivas. Uno de los escenarios que se barajan desde hace tiempo es la entrada de tropas rusas en alguno de los estados bálticos, posiblemente bajo el pretexto de proteger a la población de origen ruso. El objetivo último de Vladimir Putin sería demostrar que la garantía de defensa mutua recogida en el Artículo 5 del tratado fundacional de la OTAN carece de valor real. De lograrlo, Rusia podría intentar someter a pequeños estados europeos de forma individual, evitando así enfrentarse al conjunto de la alianza.
La incertidumbre sobre la reacción de Washington constituye un factor clave en la estrategia de Moscú. Estados Unidos aporta aproximadamente el 40% de las capacidades militares de la OTAN en Europa, incluidas algunas de las más avanzadas, y mantiene tropas desplegadas en los países bálticos. Recientemente, una unidad de artillería Himars estadounidense realizó ejercicios en Tapa y se espera la llegada de una compañía de tanques de ese país.
No obstante, persisten interrogantes sobre la respuesta estadounidense ante una posible incursión rusa de gran envergadura en Estonia u otro miembro de la OTAN, especialmente bajo una eventual presidencia de Donald Trump.
Las relaciones entre la administración Trump y los aliados bálticos se han visto marcadas por la desconfianza. En Washington, algunos funcionarios han expresado su malestar por la llamada “estonianización” de la política exterior europea, en alusión a que Kaja Kallas, actual jefa de la diplomacia de la Unión Europea, fue primera ministra de Estonia.
En ciertos sectores de la administración Trump, los países bálticos son percibidos como excesivamente beligerantes frente a Putin. En una reciente reunión de alto nivel en el Pentágono, representantes bálticos fueron acusados de mantener una postura “ideológica” en su oposición a Rusia.
La suspicacia es recíproca. En el Ministerio de Asuntos Exteriores de Estonia, una reproducción ampliada del resultado de la votación de la ONU sobre Ucrania en febrero pasado —en la que Estados Unidos votó junto a Rusia— parece enviar un mensaje claro: no se debe dar por sentado que la América de Trump estará de su lado.
Mientras tanto, los principales países europeos mantienen una posición más constante que la administración Trump en cuanto a la necesidad de frenar la agresión rusa, aunque muestran inquietud ante la posibilidad de enfrentarse a Moscú sin el respaldo estadounidense. El debate sobre la viabilidad de desplegar una “fuerza de garantía” europea en Ucrania sin un “respaldo” de Estados Unidos ilustra esa preocupación.
La imprevisibilidad de Trump añade un elemento de incertidumbre también para Rusia. Aunque muchos analistas consideraban improbable que autorizara la participación estadounidense en el bombardeo de Irán, eso fue exactamente lo que ocurrió este año.
Incluso si Estados Unidos optara por no intervenir en una crisis en los países bálticos, Reino Unido, Francia, Alemania y Canadá mantienen tropas en la región comprometidas a combatir. Polonia y Finlandia, dotadas de fuerzas armadas robustas, son conscientes de que su propia seguridad está estrechamente vinculada al destino de Estonia, Letonia y Lituania, y probablemente también acudirían en su defensa.