¡Que viva Santa Cruz!
Mónica Salvatierra Soruco – Periodista
En perspectiva
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Cada 24 de septiembre despierta en mí un sentimiento profundo de amor por la tierra en la que vivo; un orgullo que nace de la pasión que despierta en quienes la habitan, de la libertad que se respira en el aire, del tesón y la esperanza de un pueblo que no se rinde: puede caer, pero se levanta y vuelve a intentarlo hasta lograrlo. Aquí, la alegría es perfume cotidiano y la franqueza es un sello indeleble: la capacidad de ir de frente, sin dobleces.
Este 24 de septiembre se cumplieron 215 años de la gesta libertaria, que nos permite honrar a quienes desafiaron el orden establecido en 1810 y a quienes, a lo largo de la historia, mantuvieron viva esa llama: el Memorándum de 1904, la lucha por las regalías petroleras, la descentralización, la autonomía y, hace poco, la defensa de la libertad frente a un caudillo que se creyó todopoderoso para burlarse de todo un país.
La ciudadanía cruceña ha demostrado una valentía y una admirable capacidad de organización que se mantiene intacta. Lo hizo cuando Santa Cruz de la Sierra y las provincias eran aldeas olvidadas por el Estado, y el cooperativismo permitió dotarse a sí misma de servicios básicos. Lo volvió a mostrar en los paros cívicos: el de los 21 días y el de los 36 días. Fueron movilizaciones espontáneas, alegres, y esa energía fue la que desestabilizó a gobernantes de turno, acostumbrados a comprar un apoyo siempre circunstancial.
Hoy, recorrer Santa Cruz es descubrir tierras urbanizadas hasta el horizonte, sentir el pulso de una migración imparable desde todo Bolivia. Desde lejos, se mira a Santa Cruz como tierra de oportunidades y esperanza. Conocemos historias de quienes llegaron con una mano adelante y otra atrás, y hoy son prósperos empresarios agropecuarios. No es raro escuchar la frase: “En Santa Cruz, hasta vender agua genera ingresos”.
Desde otras latitudes del país no siempre resulta fácil comprender a Santa Cruz. Algunos creen que aquí falta pensar en Bolivia, sin advertir que ese debate ya quedó atrás. De otro modo, no se explica que la tasa de crecimiento supere el 3% —por encima del promedio nacional— y que el futuro de la patria se construya desde estos llanos exuberantes y generosos. Bolivia está en Santa Cruz y, lo mejor, quienes llegan a vivir aquí adoptan esa impronta de libertad: libertad para vivir, para emprender, para ser. Ese valor no se consigue en cualquier lugar.
Lo que toca ahora es aprovechar el impulso cruceño para derribar las barreras de la tóxica separatividad alentada desde la Casa Grande del Pueblo. Corresponde que desde el occidente se reconozca y valide al oriente, y viceversa. Es tiempo de darse la mano para construir un país mejor. Eso exige desprendimiento, la capacidad de escuchar y comprender distintas formas de pensar y de hacer. Esa es la verdadera riqueza. Sin embargo, hoy esas cualidades se ven —equivocadamente— como limitaciones.
Pero las limitaciones también están dentro de Santa Cruz. ¿Cómo entender que ni el gobernador haya estado en la sesión de honor de la Asamblea Legislativa Departamental ni el alcalde en la del Concejo Municipal? Esto revela con claridad que es tiempo de superar las miradas mezquinas: primero en casa, y después en el país. No son detalles menores. Así como esta tierra es esperanza para millones, también es un espacio que debe ser atendido y proyectado a la altura de su pujanza y crecimiento poblacional.
Santa Cruz es motor económico, pero también necesita madurez política. Los cruceños deben asumir el reto de liderar Bolivia no solo desde la producción, sino también desde la política. Esa es una tarea urgente. Hoy, más que nunca, es necesario saber con quién se cuenta para lograrlo.
Quien dé la talla debe superar los cálculos cortoplacistas y tener mirada larga: la visión de construir el país que queremos y que merecemos. Que a los 215 años de la gesta libertaria, el espíritu de quienes hicieron historia y convirtieron a Santa Cruz en lo que es, inspire a delinear y forjar una senda de desarrollo integral, generoso, con capacidad de incluir a todos y de proyectarse con firmeza hacia el horizonte.
Santa Cruz ya demostró que puede. Que la libertad, la unidad y la grandeza de esta tierra sean la chispa para encender un nuevo tiempo para Bolivia.