Septiembre siempre nos invita a mirar a Santa Cruz con una mezcla de orgullo y reflexión. Orgullo, porque el departamento se ha consolidado como el polo económico del país, generando empleo, atrayendo inversión y ofreciendo oportunidades a millones de bolivianos que hicieron de esta tierra su hogar. Pero también reflexión, porque mientras lo económico ha demostrado su capacidad de avanzar con dinamismo, lo político sigue siendo una asignatura pendiente. Lo institucional se ve rezagado, y aunque lo cívico intenta llenar ese vacío con esfuerzo y compromiso, la política continúa atrapada en intereses, fragmentaciones y egos que restan más de lo que suman.
El crecimiento económico de Santa Cruz no es producto de la casualidad. Es el resultado de la visión y el empuje de generaciones que apostaron por la agroindustria, el comercio, los servicios y la innovación. A pesar de los obstáculos, aquí se generó una cultura de trabajo que convirtió al oriente boliviano en la región que más aporta al desarrollo nacional. Miles de familias llegaron desde distintos puntos del país en busca de un futuro mejor, y lo encontraron gracias a la capacidad de esta tierra para abrir sus brazos y transformar sueños en realidades.
Sin embargo, este éxito económico contrasta con la fragilidad de nuestra construcción política. Santa Cruz ha mostrado músculo en la economía, pero no ha logrado proyectar con la misma fuerza una clase política renovada, preparada y con visión nacional. Carecemos de liderazgos sólidos que puedan trasladar el mismo dinamismo productivo a la arena política, donde muchas veces se termina desperdiciando energía en disputas estériles en lugar de diseñar caminos de progreso colectivo.
Hoy el reto es claro: así como hemos invertido en empresas, debemos invertir en personas. Santa Cruz necesita una nueva generación de políticos, intelectuales y ejecutores que estén a la altura de los desafíos del país. No se trata de “replicar mecánicamente” un modelo cruceño en otras regiones, porque cada departamento tiene sus propias particularidades, sino de compartir valores que han sido clave para nuestro desarrollo: la meritocracia, el trabajo colectivo, la innovación y la mirada de largo plazo.
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El futuro de Bolivia necesita que Santa Cruz no solo sea reconocido por su pujanza económica, sino también por su capacidad de generar propuestas políticas (cívicas, hay de sobra) que aporten soluciones reales a la crisis que atraviesa el país. El progreso material se sostiene sobre bases políticas e institucionales firmes, si estas no funcionan de una u otra manera lo económico se verá negativamente afectado.
Este septiembre debe recordarnos que ser cruceños es motivo de orgullo. Orgullo por nuestra tierra fértil, por nuestra gente trabajadora y solidaria, por la diversidad que aquí encontró un hogar común. Y, sobre todo, orgullo porque desde este departamento, con sus ideas y con su esfuerzo, también puede gestarse la salida a los problemas que hoy aquejan a Bolivia. Somos un motor económico, sí, pero también debemos ser semillero de soluciones, liderazgos y esperanzas. Esa es la tarea que nos convoca y que debemos asumir con la frente en alto.
Sebastian Crespo Postigo, Mgs. Dirección de proyectos, economista y exdirector del Comité pro Santa Cruz.