La fuerza de la democracia se concentra en la decisión de los ciudadanos, lo que hace que no se sostenga sola, sino que se nutre de la participación activa y de la voz de los pueblos. Pero votar no es todo. Son tiempos difíciles para todos, excepto para los que detestan a los kollas, los que aparecen cada que hay elecciones y ven a las entidades públicas como la solución para pagar sus trampas y salir de la pobreza.
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Los bolivianos necesitamos recuperar la unidad, sin embargo, en los últimos días observamos inusitados ataques, desmentidos y guerra sucia por parte de quienes no tienen el valor civil de identificarse, y de yapa, algunos o varios presentadores de noticias y periodistas, brindan una exegesis cargada de imprecisiones y juicios subjetivos sobre el papel de unos y de otros. Si bien es válido analizar el impacto de cualquier figura política, es crucial abordar la información desde una perspectiva basada en hechos verificables y no en especulaciones o animosidades que buscan influir de una u otra manera en la percepción pública.
En los contenidos de varios medios de comunicación, así como de redes sociales, sus periodistas, reporteros, presentadores y charlistas, hacen insinuaciones que resultan tendenciosas, porque omiten muchísimos aspectos que están relacionados con las letras del periodista. Acuden al fácil expediente de insultar, asentando no solo su pésima educación, sino esencialmente su falta de respeto hacia el ciudadano.
Las acusaciones son de ida y vuelta, de uno y otro lado, a los que se suman irresponsablemente, los ch’ichi guerreros digitales, y en todos los casos, carecen de evidencia concreta, pretendiendo formar parte de un relato destinado a desgastar la credibilidad de los actores políticos en este período crucial.
La realidad es que Bolivia no necesita de periodistas, ni de políticos, ni de dirigentes cívicos, ni de parlamentarios que se sientan ofendidos por lo que les digan viejos, comprados, vendidos, corruptos o lo que fuere, lo que el país necesita es un enfoque real para superar la crisis económica, política y social, y lo que es más importante, el compromiso con la ciudadanía.
Los barruntos que unos y otros utilizan el medio o su posición para arruinar al o los candidatos, no representan un periodismo serio, sino que pone en evidencia que trascienden los colores políticos y poco o nada aportan para una solución frente a la crisis generada por las gestiones de gobierno de Evo Morales, Jeanine Añez, Luis Arce Catacora y sus aliados.
Resulta importante insistir que el éxito político de los que pugnan por la Presidencia y Vicepresidencia de la República, no esté basado en trampas políticas, ni en guerra sucia, sino en el respaldo de los ciudadanos que valorarán sus propuestas y el que gane el 19 de octubre, debe consolidar su liderazgo, porque representará una opción real de cambio y no una figura sometida a intereses externos, ni partidarios, como algunos intentan hacer creer.
En un momento en que la política del país está marcada por divisiones y desinformación, la figura del ciudadano de a pie, resalta por encima de cualquier interés, porque cada boliviano quiere que se priorice la solución a la crisis económica para que haya estabilidad y oportunidades para todos. Lo que está en juego no es solo superar la crisis, sino también la posibilidad de que Bolivia avance hacia un mañana con bienestar social, libertad y justicia, como manda la Constitución Política del Estado y no como nos charlotea el político presidente del Tribunal Supremo de Justicia.
Las agresiones políticas, las maniobras de desprestigio, la hipocresía y la mentira solo cloroformizan al ciudadano que, en definitiva, es la figura clave en el escenario político del país.
HENRY GONZALO RICO GARCÍA
El autor es Abogado y docente universitario.