Los que esperaban el debate de los dos candidatos a vicepresidente de Bolivia para ver quién golpea, quién cae, quién sangra, como si fuera un ring de boxeo, se quedaron con los crespos hechos pero más decepcionada quedó la ciudadanía que esperaba dilucidar cuál de los dos postulantes podía perfilarse más claramente como el mejor segundo mandatario de la elección del 19 de octubre.

Los parecidos de los candidatos



Ambos rondan los 39 años.  Ninguno ha ejercido cargo político alguno.  Son casados y tienen hijos pequeños.  La mitad de su vida ha transcurrido bajo el gobierno de Evo Morales y el MAS en Bolivia.  Edmand Lara admira a Nayib Bukele al punto de encontrarse formando un partido político con el mismo nombre del que construyó el presidente salvadoreño, “Ideas por la libertad”; fue por corto tiempo parte del proyecto político de Jaime Dunn, candidato liberal, de quien se alejó cuando se supo que había mentido al asegurar que nunca fue servidor público.  Juan Pablo Velasco propugna las ideas de la libertad impulsadas por la alianza Libre de Tuto Quiroga y ha tenido varias reuniones con Jaime Dunn, luego del incumplimiento de requisitos para oficializar su inscripción como candidato presidencial.

El contraste escénico de los candidatos

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Juan Pablo Velasco se presentó vistiendo camisa blanca y pantalón oscuro, con la incipiente barba -luego de habérsela quitado cumpliendo una apuesta deportiva- bien recortada.  Al subir al escenario, lo cruzó para estrechar la mano de su contendor antes de volver a dirigirse a su atril ubicado a la izquierda de la pantalla. Durante sus intervenciones, se dirigió correctamente a la cámara de frente.  En tanto, durante las intervenciones de Lara, se lo vio asintiendo gestualmente, casi como un tic, tomando en cuenta que el candidato del PDC se dirigía con dureza hacia él, o bien, mientras exponía Lara, Velasco fue captado con una sutil sonrisa siempre mirando hacia el lado de Tuto Quiroga, ubicado delante del escenario detrás de cámara. Daba la impresión de estar pendiente de la aprobación de su equipo.

Edmand Lara mantuvo el vestuario que adoptó en campaña desde el triunfo de la selección boliviana de fútbol: polera y chaqueta deportiva oficiales, con su ya característico bolso de lana cruzado sobre el hombro y el pecho. Subió al escenario directamente a su atril y, al finalizar el debate, bajó a reunirse con su equipo.  Era evidente que no había ensayado cuál era la cámara que lo enfocaba en sus intervenciones; tampoco el uso completo de los tiempos que le correspondían ni la posibilidad de réplica luego de cada respuesta del contendor a su pregunta. En dos oportunidades, preguntó a las moderadoras cuando le recordaban que podía hacer uso de su derecho a réplica.  Mantuvo una actitud de dominio de escena, concentrado en el énfasis por repetición de los tres o cuatro mensajes que fue a instalar, presentó una denuncia impactante contra su contendor y no salió de sus casillas (como pronosticaba el mundillo del análisis político.

Dos estrategias para ganar una elección

La campaña de Libre se decidió por mostrar un candidato a vicepresidente que se pareciera a Tuto Quiroga, que demostrara que sabía de gobierno y de administración pública y que ganara a un contendor polémico y desbocado.  Juan Pablo Velasco aprendió de memoria el libreto para cada intervención en el tiempo exacto.  Es un imitador experimentado.  Él mismo se ha presentado en varias entrevistas como un emprendedor que ensaya a prueba y error lo que ve en otros empresarios tecnológicos del mundo. Con humildad reconoce que sus éxitos en aplicaciones de servicios de transporte y de comida no son originales, sino replicables y exitosos comercialmente en Bolivia. Cumplió las instrucciones de la alianza para el debate, repitiendo al pie de la letra el guión que debía “mostrar” a un candidato que “sabe”, aún cuando el guión hubiera parecido más bien el mensaje de la Autoridad de Fiscalización de Juegos que la banca está obligada a colocar en cada anuncio publicitario de sorteos en pocos segundos.  Mala idea la de poner a presión en dos minutos demasiados enunciados que hasta anoche sólo Tuto Quiroga era capaz de expresar en tiempo récord como un trabalenguas.  Si fuera Tik Tok, la ciudadanía a las dos frases cambia de video.

En el caso del candidato a vicepresidente por el PDC, la estrategia fue otra.  Edmand Lara fue, desde el principio, a ganar. Primero instaló la incertidumbre de si asistiría o no al debate convocado por el Tribunal Electoral.  Luego, cuestionó a los dos medios privados de comunicación organizadores.  El propio Rodrigo Paz había declarado dos días antes del debate que su acompañante de fórmula estaba estudiando, lo que de inmediato fue objeto de burlas de sus contendores a través de las redes sociales.  Una forma de hacerlos pisar el palito y bajar la guardia.  Lara hizo lo que quiso y no se preparó en la línea entendida para Velasco, sino en lo contrario:  Concitó la atención sobre él durante la previa, no consiguió ningún cambio de fondo pero sí en los titulares de la agenda mediática porque el TSE incorporó a dos periodistas (una intrascendencia para el formato de debate) y usó a sus anchas una hora estelar oficial transmitida en todo el país para pasear su comunicación sin filtro, la premisa inicial de lucha contra la corrupción de su candidatura y exponer los puntos débiles de su contendor.

Dos insultos, dos denuncias

Contrariamente a lo que la comidilla virtual resalta, quien acudió a los insultos no fue Edmand Lara sino Juan Pablo Velasco. El candidato de la Alianza Libre llamó tímidamente  “Evo” y “pajpaku” (quechua, vendedor ambulante charlatán) al candidato del PDC. Fue su modo de defenderse de dos ataques fuertes:  el pedido de disculpas por las expresiones racistas publicadas por Velasco en su red social hace más de 10 años (cuya veracidad sigue siendo polémica) y la conexión accionaria y financiera del empresario con el ex Banco Fassil, donde su padre fue director y condenado por delitos financieros.

Dos moderadoras de primer nivel, cinco ejes temáticos difusos y confusos

Técnicamente el debate estuvo bien organizado.  Cecilia Bellido y Gabriela Oviedo son garantía de orden, prolijidad, resolución, conducción y moderación en este tipo de encuentros políticos transmitidos en vivo. La transmisión fue buena. La imagen y el sonido también. Los equipos de apoyo a ambos candidatos debieron ubicarse más lejos del escenario, a efectos de minimizar la distracción voluntaria o involuntaria que pudieran provocar en los candidatos en debate.  Si bien la distribución de los ejes temáticos con una pausa intermedia de tres minutos fue correcta, los textos de presentación y la pregunta planteada en cada uno de ellos no contribuyeron a exigir respuestas más precisas y adecuadas; de hecho, permitieron las licencias que se dieron ambos candidatos: uno en apretujar varias páginas de propuesta en pocos segundos; otro en hacer de la política y la economía una plataforma de lucha contra la corrupción.

Por Gabriela Ichaso.