Antiguos aliados del presidente rompen filas y reclaman comicios presidenciales anticipados mientras la ultraderecha de Le Pen alcanza el 30% en las encuestas.
Por Samuel Losada Iriarte
Fuente: Infobae
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
El presidente Emmanuel Macron enfrenta la mayor crisis política de su mandato. Con su gobierno paralizado y sus antiguos aliados exigiendo su salida, Francia vive un momento de incertidumbre institucional inédito desde la fundación de la Quinta República. A dos años del final de su mandato, el jefe del Estado francés se resiste a dimitir, pero su margen de maniobra se estrecha.
La renuncia del primer ministro Sébastien Lecornu, apenas un mes después de asumir el cargo, precipitó el colapso del Ejecutivo. Macron le pidió permanecer en funciones hasta este miércoles para intentar negociar una coalición de gobierno que dé estabilidad al país. Sin embargo, pocas señales apuntan a que ese esfuerzo prospere. El gobierno francés lleva más de un año sin una mayoría clara en la Asamblea Nacional, bloqueado por la fragmentación entre izquierda, centroderecha y ultraderecha.
El ex primer ministro Édouard Philippe, uno de los antiguos pilares del macronismo y hoy aspirante a la presidencia de 2027, pidió abiertamente la dimisión del presidente. “Debe organizar una elección presidencial anticipada”, declaró a la radio RTL, en una intervención que rompió con la habitual disciplina de los aliados del Elíseo. Philippe sostiene que solo una nueva cita con las urnas puede desbloquear la crisis y devolver legitimidad al poder ejecutivo.
A esa crítica se sumó Gabriel Attal, otro ex primer ministro y hasta hace poco uno de los más estrechos colaboradores del presidente. “Ya no entiendo las decisiones del presidente”, dijo a la cadena TF1. Attal cuestionó el adelanto electoral de junio de 2024 —una maniobra que Macron justificó entonces como un intento de “clarificación política” tras la victoria de la ultraderecha en las elecciones europeas— y acusó al mandatario de aferrarse al poder.
Macron ha rechazado en repetidas ocasiones la posibilidad de dimitir. Asegura que fue elegido directamente por los franceses y que su mandato se prolonga hasta la primavera de 2027. Pero el clima político que rodea al Palacio del Elíseo se ha vuelto irrespirable. Según un sondeo de Odoxa-Backbone, un 70% de los ciudadanos considera que el presidente debería renunciar.
La frase con la que Macron aseguró el lunes que “asumirá su responsabilidad” si fracasa la mediación de Lecornu ha sido interpretada como una señal de que prepara una nueva disolución del Parlamento. Sería la segunda en menos de dos años. El precedente de 2024 dejó un paisaje desolador: una Asamblea Nacional partida en tres bloques y un gobierno impotente ante la falta de acuerdos.
Desde entonces, Francia encadena tres primeros ministros efímeros —Michel Barnier, François Bayrou y el propio Lecornu— sin que ninguno haya logrado aprobar presupuestos ni reformas estructurales. El país mantiene una deuda pública del 115% del PIB y enfrenta la presión de reordenar sus finanzas para cumplir con las normas fiscales europeas.
Lecornu, que hasta julio era ministro de Defensa, centró sus conversaciones con los partidos en dos asuntos que considera vitales: el presupuesto de 2026 y el futuro de Nueva Caledonia, territorio francés en Oceanía que atraviesa tensiones independentistas. “Todos coincidieron en la urgencia de estos temas”, declaró el primer ministro interino tras una ronda de contactos que incluyó a líderes del centroderecha y de la izquierda, aunque sin la ultraderecha de Marine Le Pen, que se negó a participar.
El líder conservador Bruno Retailleau, actual ministro del Interior y cabeza del partido Los Republicanos, mantiene abierta la puerta a una nueva coalición, pero impuso condiciones más duras que en el pasado. Su descontento con la composición del último gabinete fue lo que precipitó la caída de Lecornu.
En paralelo, los partidos de izquierda —socialistas, comunistas y ecologistas— reclaman que Macron nombre a un primer ministro surgido de sus filas, argumentando que el bloque progresista fue el más votado en las legislativas de 2024. “Estamos preparados para gobernar juntos con un programa de justicia social y ecológica”, señalaron en un comunicado conjunto. La Francia Insumisa, el movimiento de Jean-Luc Mélenchon, se abstuvo de firmar el texto y mantiene una línea más confrontativa.
La ultraderecha de Marine Le Pen y su heredero político, Jordan Bardella, observa la crisis desde la oposición con la expectativa de capitalizar el descontento. Los sondeos los sitúan en torno al 30% de intención de voto en caso de nuevas elecciones legislativas, seguidos por la izquierda con un 25% y el oficialismo con apenas un 16%. Un nuevo adelanto electoral podría, por tanto, reforzar el ascenso del Reagrupamiento Nacional y dejar al presidente aún más debilitado.
En este escenario, la palabra “dimisión” ha pasado de ser tabú a convertirse en tema de debate público. “El desmoronamiento del Estado recae sobre Macron”, advirtió Philippe, que propuso un gobierno técnico para aprobar los presupuestos y luego convocar comicios presidenciales anticipados. Hasta ahora, el presidente ha preferido ganar tiempo. Pero si el miércoles por la noche Lecornu vuelve al Elíseo sin una salida viable, Macron se verá obligado a elegir entre dos caminos igualmente inciertos: disolver otra vez el Parlamento o aceptar que su liderazgo ha llegado a su límite.