Fuente: eldeber.com.bo
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Marcelo tiene 42 años y a su edad carga el cansancio de pasar largas horas detrás del volante de un micro. Vive bajo una presión constante y asegura que el tiempo es su mayor enemigo. “Este trabajo es muy cansador, son muchas horas manejando contra el tiempo. Si no llegamos a la parada a la hora exacta, nos castigan con multas”, se queja.
Para quienes usan el transporte público, no es raro encontrar conductores sudorosos y de mal humor. En medio del ruido de las bocinas y el caos que se apodera de las calles, los choferes deben distraer su atención para contar billetes y monedas con el fin de dar el cambio a los pasajeros.
Trabajar bajo presión y sin ayudantes es solo una de las tantas cargas que enfrentan los choferes de micros que se mueven por toda la ciudad y compiten por los ciudadanos que necesitan llegar al trabajo, a casa o a cualquier otro destino.
Unos de los grandes problemas es el sistema de control y los castigos, con el marcado de tarjeta y GPS, con el que las líneas controlan a los choferes, intentar mantener el orden y la competencia, a fin de que todos los buses tengan pasajeros. Si tienen retrasos hay sanciones, ya que por cada minuto de atraso ‘en punta’, es decir, en el primer tramo de la ruta se multa con Bs 10, Bs 15 y Bs 20, dependiendo de la línea. “Es un sistema criminal. Con la implementación del GPS fue peor, porque eso permite un control por segundos. Si nos atrasamos con 58 segundos, lo toman como un minuto, y al final del día terminamos pagando Bs 80 o Bs 90 de multa”, dice Jhonny Contreras, secretario del Sindicato de Choferes de Micro, quien fue retirado de la línea donde trabajaba por ser el portavoz de los conductores.
Contreras, junto a otro grupo de choferes retirados y algunos activos, instalaron un piquete de huelga de hambre en la plaza principal para exigir mejores condiciones de trabajo.
Otros conductores lamentan que, con este sistema, también se castiga al pasajero, porque muchos se quedan con la mano levantada, esperando que el micro pare. “¿Qué podemos hacer?, no nos queda otra que dejar al pasajero, porque de lo contrario, nos ‘colgamos’ y eso se paga con multas”, dice Marcelo.
También se quejan por las pocas ganancias que reciben por estar 18 horas en el volante. Nadie es asalariado ni tiene seguro social, porque ganan a destajo, pero tienen que entregar una renta diaria fija al empleador, que depende de la línea.
Hay micros que cruzan toda la ciudad y solo alcanza para hacer cuatro vueltas por día. “En la línea donde trabajo, la renta diaria para el dueño es de Bs 450 si el vehículo es a diésel y de Bs 470 si es a gas. Además, uno debe cubrir el combustible, y recién de lo que queda sale el ingreso del conductor. Pero si hay retrasos, eso también lo paga el chofer”, explica Juan, que maneja un micro que cruza la ciudad de noveno a noveno anillo.
Otro conductor cuenta que, a diario reúne entre Bs 600 y Bs 700, y de ahí descuenta la renta de Bs 300 para su jefe, el combustible, la tarjeta, los retrasos y que con suerte lleva a su casa Bs 80.
La carga laboral
A eso se suman las largas horas de trabajo, ya que cuando les toca el turno de las 5:00, deben levantarse al menos una hora antes para llegar a tiempo a la ruta. La jornada laboral se prolonga por más de 12 horas, pues quienes empiezan a las 6:00 o 7:00 terminan alrededor de las 22:00 o 23:00.
“Se trabaja entre 16 y 18 horas. La paga depende del acuerdo con el propietario, porque algunos exigen una renta diaria, otros pagan por vuelta, y algunos prefieren un esquema mixto”, comenta uno de los choferes movilizados.
La carga aumenta porque deben reunir también para el combustible, la limpieza, las multas por minuto de retraso y la tarjeta que tiene que comprar para el ahorro de los propietarios.
“Los que nos quejamos entramos al libro negro y no podemos trabajar en ninguna línea”, dijo este hombre que fue vetado hace diez años, por eso ahora es taxista.
Otro de los choferes asegura que hay que cumplir con las vueltas y no pueden dejar de comprar la tarjeta de ahorro del propietario. “Tenemos que comprar la tarjeta, porque si no lo hacemos, al día siguiente no tenemos turno y no podemos trabajar”, indicó.
“Esto es duro. Me levanto a las 4:00 para llegar a las 4:45 a la oficina y de ahí empezar a trabajar. Mi jornada dura hasta las 23:00. En las paradas hay comida para vender, pero como no tenemos tiempo, por eso comemos apurados o en el camino”, dice otro conductor.
Pasajeros son castigados
Todo ese padecer también lo sienten los pasajeros, porque deben viajar en micros repletos y con choferes apurados. “No siempre paran, ya que cuando los choferes ven a una sola persona levantando la mano, si están apurados, prefieren seguir de largo. Y cuando se consigue que pare alguno, se topa con el interior del vehículo lleno de gente”, dice Verónica Soliz, una pasajera.
Otros resultan lastimados cuando el micro arranca sin que el pasajero termine de subir. Juan recuerda que fue arrastrado por un bus que no lo vio subir porque estaba ‘peleando’ la ruta con otro micro. Afortunadamente logró sostenerse en el soporte de la puerta hasta que el micro se detuvo.
Para el director departamental de Tránsito, Róger Roca Saavedra, quien habló sobre la movilidad urbana en EL DEBER Radio, uno de los mayores problemas es la competencia por la vía.
Roca considera que el transporte público puede mejorar considerablemente si se implementa un sistema de trabajo más eficiente entre el chofer y el propietario del micro, que prevenga hechos de tránsito. Señala que ya no se deben medir los tiempos de recorrido de manera que apresuren la conducción, ni poner a circulación unidades que no se encuentren en condiciones técnicas adecuadas