Fuente: https://www.vision360.bo
En el norte de La Paz, en medio del verde de la Amazonía, el pueblo indígena tacana libra una batalla silenciosa pero determinante. No es una guerra de armas, sino de palabras, sonidos y significados que corren el riesgo de desvanecerse con el tiempo. Es la lucha por mantener viva su lengua ancestral, un idioma que guarda en cada morfema los secretos de su historia. Un legado para el cual su pueblo ha trazado varios caminos para no perderlo.
Janet Valdez, presidenta del Consejo Indígena de Mujeres Tacanas (CIMTA), lleva en su historia familiar el dolor de una generación que calló por supervivencia. «Tengo mi abuela, por parte paterna, que ella hablaba la lengua tacana, pero ellos no enseñaban a sus hijos porque sentían vergüenza, porque eran discriminados por la forma de que hablaban», relata con la claridad de quien comprende las heridas históricas de su pueblo.
Y es que esa cadena de silencio se extendió por décadas. «Nuestros padres tampoco nos han enseñado, porque sentían vergüenza, porque eran apuntados, señalados”, reitera Velasco, describiendo el fenómeno que afectó a sus comunidades indígenas.
Neide Cartagena, profesora y líder indígena tacana, coincide con el relato. Ella conoce de primera mano el momento exacto en que su lengua comenzó a silenciarse en los hogares. «Nuestros padres, nuestros abuelos, ellos hablaban tacana de manera normal, eso era el idioma de comunicación. Todos aprendían, todos hablaban eso, con eso nacían y con eso se criaban», recuerda con la nostalgia de quien vivió el antes y el después de una transformación cultural profunda.
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La escuela, paradójicamente, se convirtió en uno de los espacios donde la lengua tacana comenzó a ser coartada. «Ha habido muchos factores donde el idioma ha ido perdiendo», explica Cartagena, identificando el momento en que la educación formal priorizó el castellano sobre las lenguas originarias. «De nuestra generación, casi la mayoría de las familias ya no nos hablaban así directamente, como una comunicación oral natural, sino más bien ya aplicaban el castellano. Y solo entre los mayores ya se comunicaban en muchas familias». Pese a esas dificultades, tanto Valdez como Cartagena ahora también identifican el momento en que se produjo una toma de conciencia por su idioma.
Dirigentes y líderes fueron y son testigos protagonistas de la transformación que está viviendo su pueblo por la necesidad de preservar su lengua, para preservar también su esencia. Para ese proceso, el liderazgo organizacional —a través de instituciones como el CIMTA y la Central Indígena del Pueblo Tacana (CIPTA)— ayudó a trazar un camino. Ambas organizaciones destinaron parte de sus recursos para la creación del Instituto de Lengua y Cultura Tacana (ILC) para consolidar una ruta.
El primer camino: investigación propia
Ángel Edin Cartagena, coordinador del ILC, es un maestro de formación que lleva sobre sus hombros una responsabilidad que trasciende lo académico: es el guardián de un patrimonio que por primera vez en la historia dejará para la educación una investigación de su lengua nativa realizada por manos propias.
«Más antes no éramos nosotros, los tacana, los que hacíamos las investigaciones de la gramática», reflexiona el docente mientras organiza los últimos documentos que conforman tres años de trabajo intensivo. «Siempre han sido externos, más que todo extranjeros». Desde los tiempos del padre Nicolás Armentia hasta los estudios del Instituto Lingüístico de Verano, la lengua tacana había sido objeto de estudio foráneo. Hoy, esa realidad ha cambiado radicalmente.
Como un objetivo ambicioso, y con un equipo propio del lugar, concluyó hace pocas semanas una investigación de su gramática, que tiene como base testimonios de los miembros más antiguos de las comunidades en los que destacan nombres como de don Celín Quenevo, don Alcides Serato y la recordada Candelaria Marupa, quienes se han convertido en la materia prima de un trabajo que oficialmente fue entregado al Ministerio de Educación los primeros días de octubre.
La lengua tacana, explicó Cartagena, es un universo complejo de significados aglutinantes. «De la raíz de la palabra del verbo se aglutina sufijo, prefijo, afijo, de manera que va modificando y dando otro significado», explica el Coordinador con la paciencia de quien ha descifrado cada sonido durante años. Como ejemplo, puso la palabra «quizá», que puede significar conversar o informar,se transforma en «quizá que» (avísale) y luego en «quizá está», incorporando morfemas de tiempo e imperativo.
El idioma, según su gramática, está compuesto por 26 letras —cuatro vocales (A, E, I, U) y 22 consonantes—, y excluye curiosamente la vocal O, una particularidad que responde a la lógica interna de un sistema fonológico único. Según explicó el docente, cada elemento del idioma fue inventariado, analizado y categorizado en un proceso que ha requerido comparar fuentes tan diversas como la traducción de la Biblia al tacana y las canciones rituales que aún resuenan en las ceremonias comunitarias.
La aprobación sólo del alfabeto tuvo un largo recorrido, que inició con el aval de la propia nación indígena en 2022. En 2023 el Instituto Plurinacional de Estudio de Lenguas y Culturas (IPELC), con Resolución Administrativa 097/2023 aprobó este alfabeto como instrumento oficial para los procesos y procedimientos educativos, administrativos, técnicos, políticos, culturales, entre otros, destinados a la normalización, estandarización, desarrollo y uso de la lengua tacana, y en 2024, el Ministerio de Educación aprobó los alfabetos en las lenguas y/o idiomas de las naciones y pueblos indígena originarios como documentos oficiales en el Sistema Educativo Plurinacional.
El segundo camino: los nidos
Mientras los adultos trabajan en la documentación académica, los más pequeños se convierten en protagonistas de otra estrategia de preservación. Los nidos bilingües representan quizás la apuesta más innovadora del pueblo indígena: asegurar que los niños de cero a seis años crezcan escuchando, hablando y soñando en su lengua ancestral.
En el Centro Infantil Padre Diego Schurman de Tumupasa, cuatro grupos de niños —dos de cuatro años y dos de cinco— aprenden que su identidad tiene sonidos propios. Aquí convergen maestros capacitados, padres comprometidos y una comunidad que entiende que el futuro de su cultura se escribe en presente. Allí el aprendizaje se fortalece con canciones infantiles.
Pero los nidos van más allá de las aulas. En las casas, las familias han convertido sus hogares en espacios de transmisión lingüística. Eso es lo que sucede en la casa Marupa, donde cada conversación cotidiana se vuelve un acto de resistencia cultural por parte de todos sus integrantes y quienes quieran, pueden integrarse. «Los padres y las madres, todo el entorno familiar tiene que transmitir el idioma», enfatiza el Coordinador, reconociendo que la preservación lingüística no puede depender únicamente de las instituciones formales.
La modalidad más ambiciosa son los nidos comunitarios, como el de San Silvestre, donde toda la comunidad asume el compromiso colectivo de hablar tacana. Es una experiencia de inmersión total que recrea las condiciones naturales en las que históricamente se transmitía la lengua.
«Los niños absorben rápido el lenguaje. Ellos siempre aprenden más rápido. Si uno les habla, ellos aprenden rápido, todo lo que uno les enseña, les habla, ellos rápidos captan el idioma», asegura a su turno la profesora Cartagena con la convicción de quien ha visto el milagro de la recuperación lingüística en las aulas.
Adicionalmente explica que lo que se está trabajando en las comunidades es que las familias que aún hablan puedan comunicarse en ese idioma con sus familiares. “Pensamos que, si las familias que aún todavía hablan normalmente puedan aplicarlo en sus familias con su hijo, con su nieto, nuestro idioma va a poderse recuperar», relata.
Sin embargo, no todo este sendero ha sido fácil de transitar. La pandemia interrumpió abruptamente muchas actividades, y los siete nidos bilingües que lograron establecerse no pudieron expandirse como se había planificado. «Por estos temas de la pandemia hemos dejado de hacer todo eso y ahora la crisis también no hemos expandido más», lamenta el coordinador.
Otra complicación recurrente es la inestabilidad institucional. Cada año salen corregidores, se cambian directores, llegan nuevos docentes, y el trabajo de sensibilización debe comenzar desde cero. «Los niños van pasando y eso es un poco difícil», reconoce el docente, enfrentando una realidad que afecta la continuidad de los procesos educativos.
Determinar cuántos tacanas hablan actualmente su lengua también se ha vuelto una tarea compleja. A diferencia de 1980, cuando las migraciones eran menores, era sencillo contabilizarlos. Sin embargo, hoy, debido a que el territorio presenta una composición demográfica más diversa, los cálculos precisos se dificultan.
El tercer camino: la oficialización del patrimonio
El pueblo tacana no se conforma con preservar su lengua en el ámbito comunitario; busca que sea reconocida oficialmente por el Estado boliviano. El himno nacional ya suena en tacana con respaldo de una Resolución Ministerial, y está disponible para descarga en la página web del Ministerio de Educación junto con versiones en otras lenguas indígenas. (Escucha aquí el HIMNO)
A principios de mes, también se entregaron los himnos departamentales de La Paz, Beni y Pando, junto con la gramática tacana, al IPELSEC en Santa Cruz. Una vez que obtengan la resolución administrativa y posterior aval ministerial, se convertirán en herramientas oficiales del Sistema Educativo Plurinacional.
«Como ya son textos oficiales del sistema, esto es una herramienta para la revitalización de la lengua, para su normalización», explica el coordinador Cartagena, visualizando el momento en que los maestros de todo el país tendrán acceso formal a estos materiales.
Para Valdez, estos logros representan mucho más que productos académicos; son símbolos de una identidad que resurge con fuerza. Para ella, la transformación más significativa está ocurriendo en las nuevas generaciones.
«Ahora ya podemos ver que los niños de la escuela lo cantan el himno nacional, nosotros también estamos yendo atrás, igual, también poniendo el ejemplo como autoridades», dice con evidente satisfacción. «Nuestra nueva generación ya se ha involucrado mucho más con nuestra propia lengua, porque nos está abriendo caminos para el estudio, para compartir más, para visibilizarnos como pueblos indígenas».
El cuarto camino: la valoración cultural
Más allá de las estrategias concretas, el pueblo tacana ha emprendido un camino de valoración consciente de su patrimonio lingüístico. «Tiene sus valores históricos, el valor cultural, el valor histórico, imagínense, incalculable la generación que ha venido y es un patrimonio para el pueblo tacana, para el departamento y para el Estado», reflexiona el director del ILC.
Esta lengua no es solo un medio de comunicación; es el repositorio de un saber ancestral que incluye formas de organización territorial, sistemas de justicia y una relación particular con la naturaleza. Cada palabra tacana que se preserva es un fragmento de conocimiento que se salva del olvido.
Para la Profesora, la preservación del tacana no depende solo de las instituciones educativas, sino fundamentalmente del compromiso de las familias que aún conservan la lengua como parte de su cotidianidad. «Por lo menos se está manteniendo, no una comunicación como tal, sino por lo menos conocer lo básico del idioma», reconoce, entendiendo que cada palabra salvada del olvido es una victoria en esta batalla cultural que se libra día a día en las escuelas y en los hogares del territorio tacana.
La migración histórica de los tacana hacia Beni y Pando para la recolección de almendra dejó comunidades dispersas que mantienen vivos sus vínculos lingüísticos. «Los tacana hacen muy bien sus trabajos, por eso es que se han ido y permanecen en diversos lugares», recuerda el coordinador Cartagena, quien en su afán investigativo ha visitado personalmente estas comunidades lejanas donde encuentra los ancianos que confirman la persistencia de la lengua en territorios distantes.
Todo el trabajo realizado obedece a estrategias complementarias que reconocen una verdad fundamental: la preservación de una lengua requiere tanto la documentación rigurosa como la transmisión viva, tanto el reconocimiento oficial como el compromiso comunitario.
Esos papeles académicos guardan la sistematización de siglos de sabiduría, la esperanza de que las futuras generaciones puedan acceder a su patrimonio lingüístico y la certeza de que el pueblo tacana ha encontrado múltiples caminos para asegurar su continuidad cultural. Este trabajo es realizado con ahínco por la generación que no pudo aprender de sus padres, todo para que sus hijos recuperen con orgullo lo que una vez se perdió por miedo y vergüenza.