Chonchocoro; Arce Gómez y Cecilia Lanza


 

 



El muerto se asusta del degollao, eso es lo que justamente se me viene a la mente tras leer; “Aquí se mata todo el tiempo…”.

 

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“Aquí se mata todo el tiempo…” dice Arce Gómez, sentado sobre su cama en la celda 209 del penal de máxima seguridad de Chonchocoro, a 30 kilómetros de La Paz”.

 

Y lo dice sin mosquearse, añado yo en mi mente;

Es que quien lo dice no es exactamente un devoto de las Carmelitas; es Luis Arce Gómez, exministro del Interior del régimen de facto de Luis García Meza.  Cumplió una condena en EE.UU por narcotráfico, y en 1989, extraditado con una condena de 30 años. Sin derecho a indulto.

 

Por eso, la frase disparadora -sin confesión de partes- nos lanza, a ojo pelado, a una habitación de 2×3, un muro de memorias congeladas, fotos antiguas de militares de medalla en pecho y uniformes atiborrados de insignias. Un habitáculo condenado a la erosión de poder, y al declive de los aplausos.

 

Cecilia Lanza narra los vestigios de las memorias del coronel -que bordea los ochenta- un pasado pleno de megalomanía: y ni sombra de arrepentimiento.

 

De los vestigios, ella salva al “El campeón de ajedrez”. Así titula la crónica sobre la que mis ojos se abalanzan, mientras el coronel abre las compuertas de su memoria intacta, con una altivez que retumba -como eco de sombra- de una gloria que ya no tiene.

 

Así lo dibuja, ella. La narradora y testigo de recuerdos desaliñados.

 

Imagino a Cecilia con sus cabellos largos atados para evitar que su tremenda belleza arrincone o nuble la severidad de las declaraciones que pretende.  Pero antes de describir este gesto, la llamo, y le pregunto.

 

Y no. No se recogió el pelo alborotado e irredento.

Entró con su remera, sus jeans anchos y el pelo suelto.

 

“Sos pendeja”, le digo; increpando este acto de imprudente

valentía.

 

Luego, imagino sus ojos hambrientos metidos en el hueco del hueco del poder; un hueco creado por y para machos; con poder real o en decadencia.

 

Ahí, la veo a vueltas en el “taxi” de la cárcel, llegando al pabellón del coronel. Apretando su inteligencia y su memoria.

Un cara a cara, la espera.

Como buena periodista, amarró al tigre tras que entró; luego le dio de comer. Luego durmió al poder, y extrajo el ser.

 

A su entrevistado aún no se le turba el ego, y confiesa -a manera de tomar el té- pecados inconfesables, crímenes suyos y ajenos; a esta periodista con carita de cordero y certeza de águila.

 

Esta crónica pinta a Cecilia entera. Siempre he creído que en la unicidad yace la esencia del todo. Por eso, creo que esta crónica guarda la médula de toda su narrativa como cronista que sabe separar la paja del trigo.

 

“El campeón de ajedrez”. Titulazo; me digo.  La nación; el tablero, y García Meza y Arce Gómez, los estrategas que mueven fichas claves en una partida plagada de lealtades y sombras.

 

En este tablero, un hombre se libra -por un par de horas- de los barrotes que aprisionan su memoria, para jugar con Lanza una suerte de coreografía de la información; claves ocultas, revelaciones, y olvidos esporádicos. Pero hay imágenes que no se le despegan de la retina. Y, desde ahí- detalles precisos. Fotogramas.

 

El cuerpo de Luis Espinal cae doblado en una caja, como foto muerta. Foto que pondrá al rey en jaque.

 

Datos, datos, datos.

Fotogramas de una historia incrustada en la retina del general.

 

La narrativa de Lanza cumple el objetivo de la crónica; llevarnos a olfatear nuevas rendijas, fisuras y caras para mirar -desde otra vereda- una verdad instalada en el imaginario colectivo.

 

Fichas clave del tablero del poder; Arce Gómez, Ovando, Luis García meza, Klaus Barbie, el carnicero de Lyon. Víctimas; Marcelo Quiroga

Santa Cruz, Luis Espinal, los muchachos de la calle Harrington, entre tantos.

 

Datos. Sangre y datos.

 

De pronto Lanza saca su alfil; y nos encontramos con armamento en Altamar. Tráfico de armas. El general saca su caballo, y la partida se pone turbia. El general le aconseja cuidarse. Termina la visita. Y, desde el ocaso del no remordimiento, Arce Gómez se queda solo para jugar su última partida; contra la muerte y el olvido.

 

Patricia Gutiérrez Paz

Periodista y escritora.