La psicóloga penitenciaria Tania Viscafé coincide en que el paso de un modelo controlado a uno caótico anula los avances obtenidos: “Muchos jóvenes que egresaron o fueron trasladados terminan reincidiendo.
Fuente: ANF
Los esfuerzos de Qalauma, el centro modelo de rehabilitación juvenil construido con cooperación italiana, se disipan cuando los jóvenes que egresan o son trasladados por cumplir la mayoría de edad terminan en cárceles de adultos como San Pedro. Lo que fue un espacio de reinserción, contrasta con la crudeza de un sistema que los devuelve a los privados de libertad al círculo del delito, las drogas y la violencia.
Según la abogada e investigadora Luisa Chipana, la situación revela una fractura estructural en el sistema penitenciario: “Qalauma nació como un modelo basado en la justicia restaurativa, pero al no existir un puente real hacia la vida adulta, el proceso se interrumpe”, dijo a ANF.
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Qalauma fue concebido para jóvenes infractores de entre 16 y 28 años —antes era hasta los 21 años— con múltiples programas de capacitación como agricultura, metalmecánica, panadería y asistencia y terapia psicológica. Bajo una lógica de disciplina y guía constante, el recinto se asemejaba a una mezcla entre cuartel y colegio, donde cada paso estaba acompañado por adultos responsables. Sin embargo, esa estructura cerrada se convierte en debilidad cuando los internos deben enfrentar el mundo penitenciario de los adultos.
El problema más grave aparece en el momento del traslado a San Pedro, cuando los jóvenes cumplen la mayoría de edad establecida. En ese recinto, el acceso a drogas es cotidiano, la violencia se normaliza y la rehabilitación deja de ser una prioridad.
“Ahí no hay nada —relató uno de los jóvenes trasladados—. Solo hay droga, extorsión y miedo. Lo que aprendí en Qalauma no sirve aquí”, dijo a ANF.
La psicóloga penitenciaria Tania Viscafé coincide en que el paso de un modelo controlado a uno caótico anula los avances obtenidos: “Muchos jóvenes que egresaron o fueron trasladados terminan reincidiendo. El modelo de Qalauma funciona dentro de su estructura, pero no los prepara para la vida sin tutela. Han aprendido a obedecer, no a decidir”, señaló a este medio.
Viscafé advirtió además que el sistema peca de asistencialista: “Hay jóvenes que, cuando llegan a San Pedro, esperan que alguien les haga los trámites, porque en Qalauma siempre hubo un adulto que lo hacía. Esa dependencia les impide tomar decisiones propias y los vuelve vulnerables”.
A esto se suma la falta de atención psicológica profunda para casos complejos. Viscafé recordó el caso de Matusalén L., un joven con antecedentes de violencia extrema que reincidió tras su salida de Qalauma. “Estos casos no se resuelven con artesanías o terapias grupales. Requieren tratamiento neuropsicológico, medicación y acompañamiento especializado. El Estado no puede delegar esa responsabilidad”, enfatizó.
El hacinamiento, la raíz del problema
La raíz del problema, señaló Chipana, está en el hacinamiento y la falta de clasificación dentro de las cárceles. “El hacinamiento es la mayor vulneración de derechos. Cuando metes a un joven junto a adultos peligrosos, lo condenas a repetir patrones de violencia o a integrarse al crimen organizado”.
Tanto Chipana como Viscafé, coinciden en que la crisis penitenciaria refleja la debilidad del sistema judicial boliviano. “El 60% de las personas privadas de libertad están con detención preventiva. Eso ya muestra que la cárcel se usa como castigo anticipado, no como medida excepcional”, remarcó Chipana.
Para revertir la situación, las expertas proponen una reforma integral. Chipana sugirió aplicar medidas no privativas de libertad para delitos menores, modificar la Ley 1008 que castiga desproporcionadamente a microtraficantes, y garantizar una clasificación adecuada entre internos.
Viscafé, por su parte, propuso el uso de instrumentos científicos para medir el riesgo de reincidencia antes de liberar a un joven. “Los jueces deben tener información técnica, no solo impresiones. Hay jóvenes listos para salir, y otros que necesitan más tratamiento. Sin esa evaluación, se improvisa con vidas humanas”.
Ambas coincidieron en que la reinserción solo será posible si los programas educativos responden a la demanda laboral y tecnológica del presente. “No podemos liberar jóvenes analfabetos digitales —dijo Chipana—. Si no pueden acceder a un trabajo digno, volverán a delinquir”.
Viscafé planteó fortalecer el acompañamiento post-penitenciario y ofrecer apoyo real a quienes fueron trasladados a cárceles de adultos: “Las organizaciones que trabajaban con Qalauma podrían pagar celdas seguras para ellos, evitar que caigan en las zonas de consumo y acompañar su proceso con psicólogos y psiquiatras”.
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Fuente: ANF