En los años que me ha tocado escribir como columnista en diferentes medios de prensa, esto es, hace aproximadamente veintiún años, viví de forma casi permanente, expectante de la realidad política y jurídica boliviana. Pocas ocasiones, sin embargo, representaron momentos de esperanza. Los duelos implacables, las guerras infinitesimales, los acuerdos pasando por alto la institucionalidad y la legalidad, fueron el pan de cada día.
Rodrigo Paz, representa, ciertamente, una esperanza para millones de bolivianos. Para resolver la crisis económica y la falta de combustible, cierto. Pero también para hacer frente a las otras crisis que agobian al país: la falta de justicia, la problemática de los perseguidos políticos durante el régimen del MAS, el reencauzamiento de relaciones diplomáticas en un mundo multipolar que exige, por su misma esencia, multilateralismo, y un largo etcétera.
En la figura de Paz Pereira se halla depositada la vista de muchos bolivianos, hombres y mujeres, valga la redundancia. Pero también de la sociedad global. La prensa internacional, y buena parte de las democracias continentales y potencias, ya han mostrado el éxito que implicaría abrir las puertas de Bolivia al mundo, dentro de una sociedad globalizada y con un flujo comercial en constante crecimiento.
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El capitalismo para todos, representa un giro discursivo de ciento ochenta grados respecto al Socialismo del Siglo XXI, y especialmente, a las falsas ínfulas antiimperialistas de Evo Morales, quien se dedicó a atacar a diestra y siniestra a muchos antiguos socios bolivianos. Paz, por el contrario, ha dicho, entre otras cosas, que augura buena sintonía política y comercial, con todos los países del orbe, incluido Chile.
Quiero destacar este último hecho. Paz, equilibrado y un hombre bien formado, entiende que el lastre de llevar al país a una brecha decimonónica con un país vecino, es un absurdo. Aplaudo y celebro, la eventual apertura de La Paz para comprender los desafíos de Chile y Bolivia de cara al nuevo milenio.
Pero también Paz Pereira, ha captado el voto ciudadano por mostrar el rostro más humano de una sociedad hecha añicos. Ha llamado oportunamente a la reconciliación nacional, algo por lo que yo, como columnista e intelectual, abogo hace muchos años. Esta reconciliación pasa por comprender verdades incómodas para los autoritarios del pasado reciente: la necesidad de separar los poderes del Estado, y antes que nada, lograr un escenario de pluralismo político en el ámbito legislativo, principalmente.
En suma, todas son buenas noticias para los bolivianos. Por todo lo anterior, felicito al presidente electo, y le deseo el mayor de los éxitos, toda vez que de ellos depende el presente y futuro del país.
Por Mauricio Ochoa Urioste
El autor es abogado.