Mgr. Fernando Berríos Ayala
Politólogo
El 17 de mayo de este año, en mi última columna semanal antes de sumergirme en las aguas turbulentas de la política, escribía, “La esperanza nunca muere…. No solo es aquello del candidato y su discurso, hay avatares impensados que, cuando menos afectan al sistema democrático, desde candidatos sin conocimiento de la cosa pública hasta injerencias inadmisibles sobre políticas partidarias o posibles candidaturas, solo la fortaleza democrática devuelve la cordura al sistema y aleja a los impíos.
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Las encuestas no ayudan en nada, solo confunden más al electorado y al escenario político, la apuesta va por convertir la propuesta en porcentajes electorales a favor. Si de recuperar la patria se trata, la apuesta debería ser la unidad, todavía es posible, hasta el MAS pretende apostar por su propia unidad, así como están, no parece fácil…”
El proceso electoral demostró la debilidad del sistema de partidos y de su individualidad, las organizaciones políticas no pudieron demostrar sus cualidades y menos recobrar jerarquía, un solo partido político tuvo candidato propio, pero tuvo que hacer alianzas y uno de los partidos, añejo y con muy pocos militantes, apostó por el binomio ganador y así le fue, cosa que, hasta el día de la elección, muy pocos creían.
El balotaje fue la ratificación de esa apuesta pese a la guerra sucia propiciada por un asesor desatinado desde la primera vuelta. El desgaste del MAS, enfrentados internamente solamente por detentar el poder, los hizo victimas de sus propios errores y ratificó la esencia del clamor general de no otorgar otra vez la posibilidad de que sigan en el gobierno, había que sacar al MAS y más allá de todo, el objetivo primario se cumplió,
La esperanza de una renovación en la representación política se ha teñido con señales de unidad y como respuesta a la demanda de una representación única a las necesidades generales.
Los tiempos han llegado y hoy pretendemos volver a ser felices, la vida desde la cuna hasta la tumba es tan corta que, sufrir es pura perdida de tiempo.
Es el tiempo del “deber ser” donde los ideales y los principios, ordenan como deben ser las cosas y las conductas, donde los valores éticos y morales son una prioridad, debe haber una vinculación entre estos valores y los gobernantes para recobrar la esencia de las personas dentro de la comunidad.
La crisis no solo es económica, es también social, es el tamaño del daño que nos dejan 20 años de una impostura. No puede ser que en la tabla de medición sobre la percepción de corrupción nos otorgue 69 puntos y donde el país más corrupto esté con 88 puntos.
Esta percepción sobre corrupción coincide con el criterio generalizado respecto a la profundización de la crisis en el Poder Judicial boliviano, el aumento de la impunidad, la corrupción y la pérdida de valores éticos. Con el nuevo gobierno y con una nueva Asamblea Legislativa se genera una oportunidad para que estos sean protagonistas de un verdadero cambio en la administración de la Republica.
La esperanza es que se tome conciencia sobre las consecuencias de un accionar poco ético, involucrándose en acciones alejadas de la norma y la ética personal y política. La ética es una rama de la filosofía relacionada con la naturaleza del juicio moral, la virtud, el deber, la felicidad y la buena convivencia y que reflexiona sobre lo que es correcto o incorrecto.
Surge como consecuencia de una justificación racional de lo que consideramos bueno o malo, con la necesidad de profundizar, argumentar y escuchar a los demás para construir una moral o ética autónoma y colectiva.
Hemos tocado fondo desde hace tiempo, de ahí que son necesarios los espacios de concertación para realizar análisis profundos.
No solo se trata de criticar sino de generar alguna propuesta alternativa de cambio que ayudarán paulatinamente a mejorar algunos aspectos que están mal. Al igual que los expertos, todos consideramos que en los nuevos actores políticos está la esperanza para la transformación del país. Tenemos que volver a hablar de ética y valores de forma permanente, pero también mucho tiene que ver la formación que deben tener como personas.
Normas, razones y derechos, son justamente el acercamiento a una filosofía de vida. Son las reflexiones sobre los problemas de una región caracterizada por su multiculturalidad y las propuestas de construcción de un Estado democrático y social de derecho en sociedades profundamente polarizadas en términos de pobreza y desigualdad. Transparencia, rendición de cuentas, eficiencia, control de la impunidad y la urgente necesidad de construir un tejido social cohesionado con una ciudadanía crítica y activa. Esas son las exigencias de responsabilidad a nuestros gobernantes.
Será esta una tarea ardua que seguro va a encontrar innumerables resistencias, pero, indudablemente, es un asunto pendiente impostergable.
