La historia no es solo un archivo polvoriento del que extraer anécdotas; es un espejo que refleja nuestras potencialidades olvidadas. Para una Bolivia que navega entre la inestabilidad política, la polarización social y una economía que no logra despegar, volver la mirada al pasado para observar a quienes pusieron los pilares de una nación libre, inclusiva y con independencia económica no es un ejercicio de nostalgia, sino una necesidad urgente. El pasado es, más que un conjunto de ideas, un manual de herramientas para construir un futuro viable.
La reciente salida del populismo destructivo que marcó al país desde el 17 de octubre de 2003, es sin duda un motivo de alivio para todos los bolivianos. Al observar la designación de ministros, que es una prerrogativa exclusiva del presidente, es natural que surjan observaciones. Personalmente, al revisar el currículum publicado del Ministro de Obras Públicas, no logro entender su vinculación con el cargo. No obstante, confío en que el señor Presidente tendrá sus razones para la elección y estará seguro de su capacidad.
Esta semana seremos testigos de los nombramientos de viceministros, directores y otros cargos jerárquicos. Ojalá estos equipos sean designados directamente por los ministros, ya que son ellos quienes deben asumir la responsabilidad total de su cartera. Hago esta observación porque, tras el último gobierno de Víctor Paz Estenssoro, el «cuoteo» político interno imponía cargos, desde viceministros hasta secretarias.
Considero muy acertadas las palabras de Paz Estenssoro cuando decía: «Elija bien, pues yo no cambio subsecretarios (hoy viceministros), yo cambio ministros».
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Por otro lado, me llamó la atención la entrevista del actual Ministro de Desarrollo Productivo. Primero, preocupa que se reste importancia al medio ambiente al hacer desaparecer el ministerio específico; y preocupa aún más que esta área pase a depender del Ministerio de Desarrollo Productivo, lo que plantea un claro conflicto de interés, siendo juez y parte. Sin querer llevar esto a otro plano, cito la declaración del expresidente de CAINCO y actual ministro: «Quince años en la institucionalidad, estar del otro lado, te da un conocimiento profundo exactamente de dónde nos duele a los cruceños… a los bolivianos». El ministro tiene una visión empresarial cruceña ligada a la agricultura y la explotación maderera, la cual a menudo choca con la protección del medio ambiente. Y este conflicto no se remedia simplemente creando una planta de biochar.
Creo que todos los bolivianos debemos apostar por el éxito del actual gobierno. Este nuevo gobierno, que inicia con unos márgenes de popularidad altísimos, debe llevar más allá de los discursos todos los compromisos asumidos.
Me gustó escuchar al Presidente decir que se terminó el priorizar lo ideológico sobre los intereses de los bolivianos. Dejará de lado el imperio de la ideología, donde se priorizan las consignas políticas sobre la evidencia económica y la lealtad al partido sobre la eficiencia de la gestión pública, sería marcar una gran diferencia con nuestro pasado reciente.
Bolivia debe recuperar el camino olvidado e insertarse en el siglo XXI. Es hora de que la técnica le gane espacio a la pura retórica. La gestión económica debe estar en manos de la competencia, no del clientelismo. La inversión, tanto nacional como extranjera, debe ser protegida por un Estado que genere confianza y ofrezca reglas claras, no por discursos antiimperialistas vacíos de contenido práctico. Gobernar es administrar recursos escasos con la máxima eficiencia, un principio que no debemos olvidar.
Bolivia es un país plural, y su fuerza reside en esa diversidad. Necesitamos líderes que, como aquellos próceres, construyan puentes. Un nuevo pacto social que garantice derechos, pero también deberes, y que ponga por delante lo que nos une: el deseo de vivir en paz, con oportunidades y dignidad.
Debemos ejercer una Soberanía Inteligente: salir del aislamiento con una inserción astuta en el mundo. Bolivia debe ser un actor confiable en la región, capaz de atraer capitales, formar alianzas estratégicas y exportar valor agregado, no solo materia prima.
Para salir adelante, Bolivia no necesita inventar una nueva doctrina, sino rescatar el ADN de su propio origen. Un país que mide su desarrollo por resultados concretos y no por consignas.
Los gobernantes que en el pasado condujeron a Bolivia por la senda del progreso y la unidad no eran hombres perfectos, pero tenían una claridad meridiana: la independencia política solo tenía sentido si se construía sobre las bases de la libertad intelectual, la justicia social y la viabilidad económica
