En un contexto internacional marcado por la rápida reconfiguración de alianzas, el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca en 2025 representa un punto de inflexión en la dinámica geopolítica global. Su enfoque “America First”, centrado en la defensa prioritaria de los intereses estadounidenses y en la contención de potencias rivales, podría ofrecer una oportunidad estratégica para Bolivia en un momento de importantes desafíos económicos y políticos.
La política exterior de Trump se caracteriza por un pragmatismo agresivo y una lógica transaccional, privilegiando acuerdos bilaterales que generen beneficios directos para Estados Unidos, haciendo un uso intensivo de tarifas arancelarias, sanciones económicas y en casos específicos, acciones militares selectivas. En América Latina, su agenda prioriza la reducción de la migración irregular, el combate al narcotráfico y el fortalecimiento de vínculos con aliados estratégicos, manteniendo una postura de confrontación frente a regímenes considerados adversarios.
En este marco, Washington ha favorecido a aliados estratégicos con apoyos financieros y cooperación directa, ejemplos recientes incluyen el rescate financiero de USD 20.000 millones a Argentina, estructurado como un canje de divisas para estabilizar la economía del presidente Javier Milei; la asistencia económica y militar de USD 500 millones a El Salvador para respaldar la estrategia de seguridad del presidente Nayib Bukele; y un paquete de USD 300 millones a Ecuador destinado a fortalecer la lucha contra el narcotráfico y promover la cooperación comercial bajo la administración de Daniel Noboa.
En contraste, las naciones percibidas como adversarias han enfrentado medidas punitivas, por ejemplo, Trump anunció el fin de la ayuda a Colombia, cancelando USD 400 millones y aplicando aranceles del 25 % a sus exportaciones; reactivó operaciones encubiertas contra Venezuela y desplegó una flota naval en el Caribe; reincorporó a Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo, imponiendo sanciones que restringen remesas y viajes; y aplicó recortes por USD 100 millones en ayuda a Nicaragua, junto con nuevas restricciones financieras debido a su alianza con el régimen venezolano.
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En este escenario, la posición de Bolivia adquiere especial relevancia, un acercamiento pragmático a la política exterior estadounidense podría generar efectos positivos significativos, y el reciente restablecimiento de relaciones diplomáticas a nivel de embajadores, la eliminación del requisito de visado para ciudadanos estadounidenses, la autorización para que Starlink opere en el país reflejan un interés creciente de Washington por incorporar a Bolivia como aliado estratégico.
Este enfoque podría fortalecer el acceso de Bolivia a financiamiento de organismos multilaterales como el FMI, el Banco Mundial y el BID; además de atraer inversiones en sectores clave como el litio, energía y tecnología, ampliar oportunidades comerciales y promover la cooperación en seguridad, educación, salud y sostenibilidad, no obstante, este proceso exige prudencia para preservar la soberanía y autonomía nacional, evitando compromisos que limiten el margen de acción del país, resultando esencial mantener una política exterior diversificada, consolidando vínculos con China, la Unión Europea, India y otras potencias emergentes, mientras se fortalecen las instituciones nacionales para responder con resiliencia a los desafíos internos y externos.
