La liberación a que nos ha llevado Rodrigo Paz Pereira, con el voto mayoritario del pueblo boliviano, ha sido, sin duda, un hecho imprevisto, pero, por eso mismo, histórico. Haber barrido con todos los sectores del MAS, en sus diversos cárteles, parecía algo inalcanzable. El MAS se ha ido, pero, sin embargo, como en la última guerra mundial en el frente del Este de Europa, aplicó una política de “tierra arrasada”, es decir, que intentó no dejar ni una piedra en pie para el enemigo.
Hubo una transmisión de mando magníficamente organizada, donde fue notoria la mano experta de funcionarios de la Cancillería profesional, algo impecable que no veíamos desde hace 30 años, sin ñañacas, cohetes ni carnaval. Y por supuesto que no pasó inadvertida la maravillosa visión mágica de Quito Velasco y de su formidable equipo.
Dentro del hemiciclo hubo corrección y vestimenta apropiada, sin disfraces. Y afuera el Colegio Militar y la Policía, estaban de gala, cumpliendo con el protocolo, sin los empujones ni berrinches de los “movimientos sociales” entremezclados. Fue algo sobrio, como debe ser, al margen de que, luego del acto, la música y la alegría dieran rienda suelta en la plaza Murillo, con justo motivo.
El juramento de los ministros fue otro acto serio, aunque sorprendió a muchos (a mí, por ejemplo) los personajes que se posesionaron, hombres y mujeres. Es natural porque se trata de gente joven, que no participó de la política de mi tiempo, con toda razón. Pero, con acierto, no está ausente en el nuevo gabinete también la experiencia. Digamos que estamos expectantes de lo que venga, que será durísimo, pero que la primera impresión de la nueva administración es buena.
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La segunda liberación, tan anhelada y tan reclamada, fue la de la expresidente Jeanine Añez, verdadera heroína de la democracia, apresada abusivamente durante casi cinco años en las cárceles paceñas. Como está sucediendo con quienes han sido presos políticos del MAS, víctimas de los odios de Evo Morales, principalmente, la justicia ha comenzado a funcionar con otro espíritu, de acuerdo a ley y no a capricho.
Jeanine no ha salido de su largo encierro ni amargada ni echando lágrimas, sino risueña y feliz de verse libre y de abrazar a sus hijos y amistades. Clara señal de inocencia. Su pesar lo dejó atrás y quiso vivir el momento y tratar de volver de inmediato a su querida Trinidad, cálida y húmeda, donde ahora respira aliviada.
Jeanine Añez – como también Camacho y Pumari – fue convertida en la diabólica imagen del golpe de Estado. Los mentecatos no quieren reconocer hasta el día de hoy que en 2019 hubo un fraude desvergonzado y de que Evo Morales y su cuadrilla son unos sinvergüenzas, que, para esconder su trampa, acusaron a la expresidente de haber ordenado a los militares salir a las calles. Mas no dicen nada de quien ordenó los desmanes que el populacho masista estaba haciendo en Senkata, con peligro de hacer volar por los aires todo un barrio de El Alto. Y de la marcha cocalera detenida en Sacaba para que los ebrios no llegaran hasta Cochabamba con machetes y palos para agredir.
Gracias a Dios ya pasó esa noche infame de nuestro acontecer y hay confianza en que Bolivia resurja unida y no en la creencia racista que trató de imponer Morales, anunciando, desde el comienzo de su gestión, que “los pueblos indígenas son la reserva moral de la humanidad”. Si miramos las consecuencias de su incapaz gobierno, no queda sino poner en duda de que haya pueblos tan maravillosos y únicos en el mundo entero. Un fiasco.
