Las estadísticas dicen que una de cada cinco mujeres atraviesa algún grado de depresión posparto y una da cada 1000 sufre de una versión mucho más aguda: La psicosis posparto. Con esta realidad brutal y muchas veces silenciada, como punto de partida emerge Mátate amor, no solo como una de las películas más perturbadoras del año, sino como un golpe frontal a los relatos edulcorados sobre la maternidad.
La base para esta película es la novela “Mátate amor” (2012) de la argentina Ariana Harwicz. Su obra, que algunos definen como literatura salvaje está caracterizada por imágenes oníricas llenas de violencia y erotismo que usan como recurso narrativo el monólogo interno.
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¿De qué trata Mátate amor?. Una joven pareja, Grace (interpretada por una soberbia Jennifer Lawrence) y Jackson (Robert Pattinson), se muda a una casa en el bosque de la Norteamérica rural. Tienen un bebé y, en medio de una intensa depresión posparto, Grace empieza a perder el sentido de la realidad de una manera visceral y violenta.
Ramsay apunta al corazón de un tabú gigante: la maternidad como mito sagrado. En un mundo que insiste en romantizarla, la mirada de Mátate amor es un exorcismo. La directora inglesa desnuda la maternidad hasta mostrar sus grietas más oscuras: insomnio, ansiedad, pensamientos intrusivos, desconexión absoluta de Grace y su bebé. No hay melodrama ni consuelo; solo la debacle mental de una mujer atrapada en un cuerpo y una identidad que ya no reconoce como propios.
Si hay una actriz contemporánea que definen muy bien el concepto de “entrega absoluta” esa es Jennifer Lawrence. La ganadora del Óscar a Mejor Actriz por The silver Lining (El lado bueno de las cosas 2012) y nominada en otras 3 oportunidades: Lazos de Sangre (2010), Escándalo americano (2013) y Joy (2015) vuelve a entregar una actuación superlativa. Pattinson no desentona y nos brinda un personaje que refleja a la perfección el desconocimiento y la indolencia con la que Jackson, su personaje, intenta lidiar con el estado mental de Grace. Un detalle adicional: muy acertada inclusión de Sissy Spacek y Nick Nolte en pequeños pero elocuentes papeles.
Técnicamente, destaca mucho el uso de la música para colaborar en la construcción de ese clima de exceso que rodea la cinta. La preciosa fotografía de Seamus McGarvey contribuye a crear ese clima de paisajes desolados de la Norteamérica profunda en la que habita la película, que como curiosidad, fue filmada en formato de 35 mm lo cual no solo es un gesto estético: es un recordatorio de lo físico, lo granulado, lo orgánico y lo imperfecto que atraviesa a la protagonista.
Mátate amor es una película incómoda que plantea tremendas y poderosas interrogantes sobre nuestros conceptos de familia, pareja y empatía con el otro. Ofrece una mirada dura sobre la depresión posparto y toda la angustia que esta provoca y cómo transforma la atmósfera y la dinámica familiar en un entorno opresivo y psicótico. Investigando sobre conceptos de medicina asociados a la depresión posparto encontré este: “La fractura de la identidad maternal son reflejo de una realidad clínica que no tienen una salida rápida”, por eso la angustia de Grace y la terrible certeza de que nadie puede entenderla añaden un punto de incomodidad adicional a la historia.
Roberto Marcelo Vera
