Al finalizar el mes de octubre de 2025, una sangrienta incursión en barrios de Río de Janeiro, que se saldó con 132 muertos, fue el resultado de un megaoperativo de las fuerzas de seguridad de Brasil para enfrentar al Comando Vermelho, una de las bandas criminales más importantes de ese país.
No es centro de mi atención, el modelo militar para combatir la violencia en Brasil o el abismo entre el Gobierno Federal y el Gobierno de Lula por la realización del operativo.
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Mi preocupación gira en torno a la cocaína boliviana que es traficada hacia el Brasil, que cae en manos de grupos como el Comando Vermelho y que es objeto de exportación por Puerto de Santos y Río de Janeiro como principales puntos de tráfico al Atlántico en dirección de África, Europa y Oriente Medio.
La producción de crack con base en la cocaína boliviana y su comercialización al menudeo en esos barrios es conocida y tuve la oportunidad de documentarla en el Libro “Coca MAS Cocaína. Economía de la droga, guerra falsa y pachamamismo”, convirtiéndose en una de las fuentes económicas más importantes para estas bandas criminales.
No existen datos confiables con fuentes verificables, pero un estimado propio señala que el Comando Vermelho podría controlar entre el 30-40% del tráfico de cocaína boliviana que ingresa a Brasil. Según la Universidad Federal de São Paulo, al menos 11,4 millones de brasileños ya utilizaron cocaína o crack. Según el Informe Mundial sobre las Drogas 2025, los consumidores totales de cocaína en el mundo son 25 millones, de manera que el 45% de esos consumidores son “nuestros vecinos”.
Este es el problema que tiene que enfrentar el gobierno de Rodrigo Paz-Edman Lara y dejar de pensar que una sumisión colonial hacia la DEA pueda ayudarnos a resolver semejante dificultad.
Respecto a los organismos policiales brasileros, tengo mis dudas de cuan efectivos son realmente, para depender de ellos en temas de asesoramiento antidrogas, si la evidencia estadística muestra que durante estos años no ha dejado de crecer el mercado del consumo de cocaína y crack en Brasil. En otras palabras, ¿el ciego podrá asesorar al tuerto?
