Péndulo


Latinoamérica, después de fines de mediados del siglo veinte —ese corto momento en que la caída de las dictaduras electoralistas de Vargas en Brasil, Rojas Pinilla en Colombia, Pérez Jiménez en Venezuela, Batista Zaldívar en Cuba y Trujillo Molina en República Dominicana, entre otros, nos parecía que avanzaríamos creciendo en la vía democrática— tuvo un recule: primero las guerrillas castroguevaristas —a veces enarbolando una cruz y otras una hoz y martillo— y, paralelamente, las dictaduras cívicomilitares (las tradicionales y las “nuevas” en Centro y Sudamérica), las semidemocracias (pienso en el PRI de México y el PLN tico) y los alumbrones democráticos en otras (como Argentina y Brasil); luego el Plan Cóndor, seguido de la ola neoliberal y después, aterrizando de golpe, en el socialismo veintiunero de Chávez y Castro. Todos estos desplazamientos: de izquierdas a derechas y viceversa, incluso a veces parando en los distintos matices del centro.

Hoy, un nuevo paso de péndulo desde 2024 nos ha dado gobiernos de derecha liberal y de centroderecha-derecha promercado gobernando en El Salvador (Bukele), Panamá (Mulino), Ecuador (Noboa, quien recién perdió un referéndum constitucional por burrear de sus bases, cansadas de elecciones constituciones y en espera de soluciones perentorias, pero sin beneficiar al correísmo hambriento, como identificaron los analistas César Barhelotti, César Ulloa y José Gregorio Martínez), Perú (Jerí), Bolivia (Paz), Paraguay (Peña) y Argentina (Milei) mientras socialdemócratas liberales y social liberales promercado gobiernan en Guatemala (Arévalo), Costa Rica (Chávez) y República Dominicana (Abinader).



En Chile y Uruguay gobiernan dos presidentes de izquierda light (Boric y Orsi) y en Brasil el último dinosaurio de la izquierda del Foro de São Paulo: Lula da Silva (liberado técnicamente de condena penal por corrupción pero no exonerado).

Los he llevado por este viaje regional para dejar tres grupos definidos a hoy, todos sus integrantes con sus matices: una izquierda dura sigloveintiunera cada vez más constreñida (Cuba, Honduras, Nicaragua y Venezuela), con México y Colombia en cachumbambé; una derecha liberal y centroderecha-derecha promercado (El Salvador, Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay y Argentina), y, matizando, socialdemócratas liberales y social liberales e izquierdas light (Guatemala, Costa Rica, República Dominicana, Chile y Uruguay) con el petismo en Brasil luchando por revivir su liderazgo regional.

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Lo interesante es que 2025 y 2026 son años electorales en Latinoamérica. Ya fueron en Ecuador y Bolivia y en poco serán en Honduras y segunda vuelta en Chile y en 2026 en Costa Rica, Colombia, Perú y Brasil. En Honduras nuevamente el Ente Electoral está excluyendo partidos y candidatos y se denuncia favoritismo para el oficialista de izquierda LIBRE, tercera en las encuestas.

Mientras, en Chile (luego que en 2022 y 2023 fracasaron eventos constituyentes por rechazo ciudadano al votarlos), la candidata oficialista Jara (comunista) obtuvo el 26,8 % sufragios con su contrincante Kast (conservador liberal) al 2,9 % de diferencia pero con el beneficio para éste que el apoyo manifestado ya por el cuarto y la quinta en el proceso le suman (posibilidades matemáticas si el trasvase llega total) el 50,3 %, quedando aún en duda a quién se moverá el 19,71 % de votos del tercer candidato, de un populismo conservador liberal más enfocado en clases medias; esto hace muy difícil para la candidata oficialista vencer en el ballotage (además, Kast-Kaiser-Mathei tienen las mayorías en el nuevo Congreso).

Para 2026, las encuestas dan ganadora en Costa Rica a la candidata oficialista y en Colombia (aún pronto para ello) influenciará el desgaste acelerado del gobierno actual y las posibles coaliciones; en Perú todas las encuestas tempranas le dan un margen preferencial amplio al conservador católico y liberal López Aliaga; por último Brasil, con Bolsonaro fuera de posibilidad y con Lula da Silva anunciando su rererepostulación no consecutiva y sin definirse contrincante bolsonarista, el actual presidente (que entonces tendrá 82 años, uno más que Trump) va en ventaja.

En la esperanza confiada que a fines de 2026 el neomarxismo veintiunero sea historia y que la democracia campee en Iberoamérica, les dejo este mar de fechas.

Un saludo fraterno.