Álvaro Riveros Tejada
Bajo este curioso epígrafe, recordamos la melodía más emblemática de la película Doctor Zhivago (1965), compuesta por Maurice Jarre, un motivo musical que en el film representa a Lara Antípova, una de las actrices principales que, al igual que en nuestra actual realidad política, simboliza el amor imposible entre Lara y Yuri Zhivago (léase Edman Lara y Rodrigo Paz); la nostalgia y la pérdida en medio de la turbulenta política boliviana, tras el último cambio de gobierno y la fragilidad del vínculo entre ambos, marcada por la división y el destino trágico.
En efecto, a menos de veinte días de la asunción al poder del presidente Rodrigo Paz Pereira, la retahíla de exabruptos, insultos e impertinencias protagonizadas por su vicepresidente, exceden todos los límites de la procacidad y el hastío.
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Dicho comportamiento, que deja de ser un desliz; una farsa o una impostura; ahonda la curiosidad de muchos bolivianos sobre el origen de este oscuro elemento que, como aerolito, apareció de la nada en el universo político nacional, dando pábulo a un sinnúmero de especulaciones, que hacen aún más imposible precisar su génesis.
De pronto se muestra extremadamente cariñoso con el presidente, colmándolo de besos y abrazos, al punto de arrancar la notoria incomodidad de su esposa, que también fue objeto de su histrionismo, al calificarla públicamente de infiel. Y, como si de una diabólica posesión se tratara, digna de ser exorcizada, arremete con furia hacia su superior y al entorno que le brindó la alternativa de llegar a donde llegó, increpando: “Van a empezar a robar igualito que en el gobierno de Jeanine Áñez, porque es la misma gente (…) Tiempo al tiempo. Y el tiempo me va a dar la razón. Tengo la conciencia tranquila (…) Y se van a dar cuenta al final, con el tiempo, que Rodrigo Paz sólo es un mentiroso”
En esa calidad de poseído demoniaco, la segunda autoridad de la nación acusó a S.E. de mentir, al no remediar ningún problema de la gente y de “cínico”, al ocultar su dependencia del excandidato de Unidad Nacional, Samuel Doria Medina, como “su jefe”.
Asimismo, aseguró que la mayoría de los ministros son “corruptos” y que en direcciones de empresas estatales y otras reparticiones “van a empezar a robar igualito que en el gobierno de Jeanine Áñez, porque es la misma gente (…) Tiempo al tiempo. Y el tiempo me va a dar la razón. Tengo la conciencia tranquila (…) Y se van a dar cuenta al final, con el tiempo, que Rodrigo Paz sólo es un mentiroso”.
De la misma manera, que un perro de garaje, ataca al que pasa y el único que se salva de su diatriba es el “Señor Comandante del Chapare”, marcando, de esa manera, su inconfundible vínculo con el escurridizo agroquímico y el inocultable estilo en sus intrusiones, desde las marchas callejeras, que acaban de producirse y con seguridad derivarán muy pronto, en los famosos bloqueos camineros.
En resumen, el Tema de Lara, llevado al cine, es mucho más que una música: es la expresión sonora del amor más puro y doloroso de la historia, un recordatorio constante de lo que pudo ser y nunca fue. Como bolivianos, escarmentados por veinte años de iniquidad y latrocinio, esperamos que la actual experiencia no se repita nunca y sólo se quede en nuestro mal recuerdo como el Tema de Lara.
