La venta de fórmulas infantiles y fármacos a precios irrisorios en redes sociales y mercados evidencia el avance del contrabando y la falsificación en Bolivia. Mientras la industria reporta pérdidas de hasta 40%.
POR DANIELA REVOLLO

Fuente: eldeber.com.bo
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En los pasillos digitales de marketplace y en la corriente interminable de videos que circulan por TikTok, una escena inquietante se ha vuelto parte del paisaje cotidiano: productos para bebés, medicamentos de uso común e incluso fármacos restringidos se venden como si fueran simples artículos de bazar, a precios que desafían la lógica y a cualquier regulación sanitaria.
Como si se tratara de una feria virtual sin ley, abundan las ofertas imposibles. Leches infantiles de marcas reconocidas aparecen rebajadas a precios nunca vistos en farmacias. Un tarro de leche para recién nacidos de 800 g, industria brasileña, que con registro sanitario boliviano cuesta casi Bs 400, se ofrece a Bs 175. La leche Nidina y la Nestógeno— inexistentes en farmacias establecidas— circulan a Bs 160 y Bs 130 respectivamente. Todo llega a domicilio, con envío gratuito, sin factura, sin registro y sin responsabilidad.
Para muchos consumidores, este festín digital representa un alivio en tiempos de economía apretada. Pero para quienes observan el mercado farmacéutico desde adentro, se trata de una señal alarmante del crecimiento descontrolado de un circuito ilegal que se fortalece año tras año.
La industria afectada
El presidente de la Cámara de la Industria Farmacéutica Boliviana (Cifabol), Javier Lupo Velasco, explica que el contrabando y la falsificación han ganado terreno en la última década. Aprovechan cada grieta: pandemias, aumentos de precios, debilidad en los controles y el auge de las redes sociales, que hoy funcionan como canales ideales para llegar a miles de personas sin regulación alguna.
El impacto económico es brutal. Antes de la pandemia, se estimaba que el contrabando representaba unos $us 80 millones anuales. Tras la crisis sanitaria, superó los $us 100 millones. Para la industria farmacéutica nacional, esto implica una caída del 30% al 40% en sus ventas, además de frenar inversiones, impedir la diversificación productiva y restar competitividad frente a productos ilegales que, al no pagar impuestos ni cumplir normas, siempre serán más baratos.
Mientras el contrabando crece, las importaciones legales también muestran un ascenso sostenido. Según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Bolivia importó $us 196,5 millones en medicamentos en 2015, cifra que subió a $us 261,2 millones, en 2020 —en pleno impacto de la pandemia— y en 2024, alcanzó los $us 269 millones. Este incremento evidencia la alta dependencia del país de medicamentos del exterior. Los medicamentos más vulnerables para el contrabando y la falsificación son los de uso masivo: analgésicos, antiinflamatorios, antipiréticos, antigripales, vitaminas. La lógica del delito es simple: se falsifica o contrabandea lo que más se vende. También ingresan productos de uso delicado como hormonas, oncológicos, vacunas e incluso psicotrópicos. La mayoría llega desde Brasil, Perú y Argentina, aunque también circulan productos de origen asiático que se insertan en el mercado informal sin trazabilidad ni garantía de calidad.
La voz de un laboratorio
Para Laboratorios Bagó de Bolivia, esta realidad golpea directamente su trabajo. Su gerente general, María Reneé Centellas, explica que los productos más afectados son ansiolíticos, antibióticos y suplementos como el colágeno hidrolizado. Aunque la pérdida económica ronda el 10% de sus ventas, Centellas insiste en que el daño más grave lo sufre el paciente, que desconoce los peligros detrás del precio bajo.
Los fármacos falsificados pueden no tener principio activo o tener dosis incorrectas; los de contrabando, aunque auténticos, suelen ser transportados sin las condiciones de temperatura y humedad necesarias, lo que los vuelve ineficaces o incluso peligrosos. Bagó genera más de 700 empleos directos y la expansión del mercado ilegal amenaza la sostenibilidad de la industria farmacéutica nacional.
La vida por algo más barato
La preocupación es compartida por el Servicio Departamental de Salud (Sedes) Santa Cruz. Jackeline Camacho, responsable del área de Farmacia, advierte que los medicamentos de procedencia dudosa representan un grave riesgo y potencialmente mortal. Lo dice sin rodeos: pueden intoxicar, pueden no curar y pueden causar la muerte.
Los operativos realizados en conjunto con Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (Felcc), la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (Felcn), la Aduana e Impuestos muestran una realidad inquietante. Medicamentos de contrabando se encuentran no solo en ferias y mercados informales, sino incluso en farmacias legalmente establecidas. Entre los decomisos aparecen analgésicos, vitaminas, sueros, vacunas, anticonceptivos de emergencia falsificados y psicotrópicos, detallan desde el Sedes.
El Sedes, aconseja revisar el empaque exterior que debe tener impreso el número de Registro Sanitario (otorgado por Agemed). Si no lo tiene o está sobrepuesto con una etiqueta, es ilegal.
Los medicamentos importados legalmente para ser comercializados en el país suelen llevar la frase “Venta o Distribución Autorizada para Bolivia”.
Otro aspecto a tomar en cuenta es el lote y vencimiento que deben estar impresos de forma indeleble no con un adhesivo o con tachaduras y deben ser los mismos en la caja, blíster y prospecto.
Además, el envase debe tener sus sellos de seguridad intactos y sin signos de manipulación o rotura.
Los riesgos para el consumidor son múltiples. La falsificación puede incluir sustancias tóxicas, ingredientes desconocidos o ausencia total del principio activo. Los medicamentos transportados sin cadena de frío se degradan, pierden efectividad o producen compuestos dañinos. Un antigripal adulterado puede resultar inútil; una hormona degradada puede alterar el organismo; un antibiótico deficiente puede contribuir a la resistencia bacteriana. Es una ruleta rusa donde el paciente nunca sabe lo que está tomando.
Para ver la magnitud del problema basta un recorrido por La Ramada. Entre productos de limpieza, juguetes y artículos de bazar, se venden medicamentos sin registro sanitario a precios que ninguna farmacia podría igualar.
Una caja de ibuprofeno de 100 unidades cuesta Bs 80, cuando en una farmacia vale Bs 166. Medicamentos para el dolor estomacal están a Bs 48 en la calle y a Bs 90 en mostrador. El antigripal se ofrece a Bs 1,40 la unidad, menos de la mitad del precio legal. Vitaminas infantiles, fármacos para la resaca y paracetamol continúan la lista. En algunos casos las cajas no tienen fecha de vencimiento; en otros, los lotes no coinciden con los blísters: señales de manipulación o falsificación.
A pesar de los esfuerzos institucionales, el contrabando farmacéutico sigue creciendo, alimentado por la necesidad económica y la falta de control efectivo. Las autoridades y la industria coinciden en que se requieren políticas más firmes: controles fronterizos permanentes, operativos sostenidos en mercados informales, sanciones ejemplares para las redes de contrabando y campañas educativas que alerten a la población. Urge fortalecer la producción nacional para reducir la dependencia del exterior y frenar el incentivo que tiene el mercado ilegal para llenar vacíos.
Mientras esos cambios llegan, el mercado paralelo crece, mezclándose entre pantallas, ferias y promesas de ahorro. Lo que muchos perciben como una oportunidad de economizar puede convertirse en un costo mucho más alto: el riesgo de poner la salud en manos de productos que jamás debieron llegar al consumidor.
La venta de fórmulas infantiles y fármacos a precios irrisorios en redes sociales y mercados evidencia el avance del contrabando y la falsificación en Bolivia. Mientras la industria reporta pérdidas de hasta 40%.