En su segundo día de visita, León XIV recibió expresiones de cercanía y agradecimiento por parte de miles de libaneses. Como en todo sus mensajes, el pontífice redobló los pedidos por la paz.
Julio Algañaraz

«Anteponer la paz a todo lo demás», reitera el Papa continuamente en todos sus encuentros en la capital, Beirut, desde que arribó el domingo al Líbano tras visitar Turquía, en el marco de su primer viaje internacional.
El Líbano es un país atormentado por la guerra y la violencia, además de grandes problemas económicos, que han llevado en los últimos años a una emigración de unas 800 mil personas, sobre todo jóvenes, en una población de aproximadamente 5.800.000 habitantes.
Miles de libaneses se agruparon en la mañana de este lunes en las carreteras que recorre el Papa, como ocurrió en la noche del domingo después de su llegada, cuando se dirigía al Palacio Presidencial.
Este lunes, muchos libaneses le rindieron homenaje y expresaron su cercanía y agradecimiento. «Te esperábamos», decía un cartel. Hace 13 años que no venía un Papa, después de la visita de Benedicto XVI en 2012. El fallecido Papa argentino Francisco que quería venir, no pudo concretar su deseo y León XIV llegó también en su nombre.

El Papa bendice a un bebé durante su visita al Líbano. Foto: EFE
Durante la jornada siguió lloviendo como el día anterior, cuando miles de libaneses, incluso muchos musulmanes, dieron la bienvenida al pontífice, arrojaron arroz a su paso y corearon su nombre ubicados a lo largo de la carretera que lleva al monasterio de San Maroun de Annaya en una visita de oración en la tumba de San Charbel, el santo más famoso del Líbano.
Arrojar arroz al paso del santo padre subraya una expresión de alegría nacional y cercanía hacia la figura del pontífice y el mensaje de paz que trae, más allá de las diferencias religiosas.
El santo más famoso del Líbano
El monje Charbel Makhlouf decidió apartarse del mundo y vivir como eremita, dedicado a la oración, el ayuno y el silencio. Murió en 1898. Su fama de santidad lleva a cuatro millones de peregrinos, también musulmanes, todos los años, a rendirle homenaje, atraídos por su ideal de ascetismo y sus milagros.
El Papa lo puso como ejemplo de cómo conseguir «el silencio a quienes habitan en medio del bullicio, la modestia a quienes viven para aparentar y la pobreza a quienes buscan la riqueza».

El Papa ante la tumba del santo Charbel Makhlouf. Foto: EFE
Ante la tumba del primer santo libanés, León XIV confió a su intercesión las «necesidades de la Iglesia del Líbano y del mundo». Hablando en francés dijo que «para el mundo pedimos paz. La imploramos especialmente para el Líbano y para todo el Levante». Una multitud aplaudió al pontífice, que en una breve intervención volvió a destacar la necesidad de «anteponer la paz a todo lo demás».
El Papa viajó después en automóvil al Museo del Monasterio y se dirigió más tarde al Santuario de Nuestra Señora del Líbano, acogido por el Vicario Apostólico de los Latinos y el Patriarca de la Iglesia Armenia.

En la colina de Harissa, donde se levanta el enorme Santuario visitado por miles de fieles a diario, el Papa fue recibido con entusiasmo.
León XIV habló en francés de la responsabilidad hacia los jóvenes, que está en el centro de las preocupaciones porque son muchos de ellos los que proyectan emigrar del Líbano. Afirmó que «es necesario favorecer su presencia, apreciando su aportación de novedad y dándoles espacio». Habló también de los inmigrantes porque, entre los 5.8 millones de habitantes, hay un millón y medio de refugiados y migrantes.
«Lo que han vivido nos obliga a comprometernos para que nadie deba huir de su país debido a conflictos absurdos y despiadados, y para que ninguno que llama a nuestra puerta se sienta rechazado, sino acogido», destacó.
El Papa consignó después la Rosa de Oro, homenaje típico en los santuarios marianos.
El pontífice se trasladó después hasta la nunciatura en Beirut, donde se aloja, para un encuentro con los patriarcas.
