Tras el pitazo final del clásico cruceño, Gustavo Almada fue rodeado por hinchas que invadieron la cancha en Real Santa Cruz. El arquero de Blooming recibió insultos y provocaciones, pero se contuvo y evitó una situación que pudo haber terminado en escándalo.
Fuente: diez.bo
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El clásico cruceño dejó imágenes fuertes dentro y fuera del campo de juego. Oriente Petrolero derrotó por 3-1 a Blooming y, apenas terminó el encuentro, cientos de hinchas invadieron la cancha del estadio Real Santa Cruz. Entre los jugadores que quedaron expuestos estuvo Gustavo Almada, arquero celeste, quien tuvo que cruzar el campo rumbo a los vestuarios en medio del descontrol.
Cuando el árbitro dio el pitazo final, Almada se marchaba cabizbajo. No esperaba la irrupción masiva de los aficionados que ingresaron por el arco que él defendió en el segundo tiempo. Mientras se desplazaba hacia el túnel, varios hinchas pasaron a su lado para insultarlo y realizarle gestos provocativos y burlones.
La escena pudo escalar. Sin embargo, Almada mantuvo la serenidad en un momento de mucha tensión. No respondió a los insultos ni cayó en la provocación de los aficionados que lo rodeaban. Contrario a eso, se limitó a mirarlos, aplaudir y seguir su camino al vestuario.
El comportamiento del arquero descomprimió una situación que pudo agravarse en cuestión de segundos. Con el campo desbordado de hinchas, cualquier reacción violenta o gesto desafiante hubiese derivado en un incidente mayor.
La invasión de los aficionados generó preocupación por el riesgo de enfrentamientos entre jugadores y público. El accionar de Almada fue clave para evitar que la escena se transformara en caos. Su gesto de calma se destacó en un momento en el que el operativo de seguridad ya había sido desbordado.
Bien por Almada, porque si su reacción hubiese sido distinta, el episodio podría haber desencadenado un hecho lamentable, incluso trágico. En un clásico cargado de emoción y tensión, el arquero de Blooming dejó una imagen de profesionalismo y autocontrol.

