En un escenario internacional marcado en 2025 por una rivalidad creciente entre grandes potencias y polarización política, países de tamaño medio como Bolivia disponen de márgenes singulares para aumentar su autonomía y capacidad de maniobra. La transición a un escenario geopolítico multipolar abre espacios para estrategias de “no alineamiento activo”, en las que Estados con recursos naturales estratégicos, activos culturales diferenciados y estabilidad relativa pueden convertirse en socios valiosos para diversos bloques, siempre que construyan una diplomacia profesional y predecible. En este contexto, Bolivia puede transformar su tradicional condición periférica en una ventaja negociadora, para ofrecerse como plataforma de cooperación, destino turístico y origen confiable de productos de alta calidad, evitando quedar atrapada en la lógica de bloques excluyentes.
Apertura migratoria y poder blando
La reciente eliminación de visados para turistas de algunos países, acompañada de estimaciones oficiales de captar alrededor de 80 millones de dólares entre 2026 y 2030, muestra una apuesta explícita por la movilidad como palanca de crecimiento y reputación. Se trata de una diplomacia de puertas abiertas que encaja con la noción de poder blando de Nye: atraer a través de la hospitalidad, la seguridad, la naturaleza única y la calidez social, más que por imposición o coerción. Desde la perspectiva de la interdependencia compleja, reducir barreras de entrada abarata transacciones, densifica vínculos entre actores públicos y privados y genera intereses compartidos que dificultan la confrontación y favorecen agendas de cooperación en turismo sostenible, inversión responsable y educación.
Reciprocidad diplomática y fortalecimiento del pasaporte
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La eliminación de visados para ciertos países es un paso estratégico, pero Bolivia debe ir más allá y enfocarse en elevar de manera sostenida el estatus internacional de su pasaporte. Esto supone negociar esquemas de reciprocidad gradual y facilidades de visado para ciudadanos bolivianos, priorizando acuerdos bilaterales y regionales con Estados que mantienen lazos económicos, migratorios o culturales con el país. En este marco, la “diplomacia de la movilidad” no puede limitarse a atraer turistas: también debe garantizar que las y los bolivianos puedan desplazarse con mayor libertad para estudiar, emprender, investigar y hacer negocios, transformando el pasaporte en un verdadero activo de capital internacional y de desarrollo humano.
Henley Passport Index y brecha regional
De acuerdo con rankings recientes, el pasaporte boliviano ofrece acceso sin visa o con visa a la llegada a alrededor de 79 destinos, lo que lo ubica en una franja media de la clasificación global. Contrastado con los pasaportes de mayor movilidad (como Japón o varios países europeos), que superan los 180–190 destinos, y con vecinos latinoamericanos que ya gozan de exención Schengen o mayores facilidades hacia Norteamérica, Europa y Asia. Esta brecha se traduce en menos oportunidades académicas, laborales y de negocios para la ciudadanía boliviana, y en una asimetría que limita la competitividad del país en circuitos de innovación, turismo y servicios avanzados, planteando un desafío de justicia en el trato internacional que debe ser abordado políticamente.
Agenda con la Unión Europea y exención Schengen
Si bien Bolivia ha modernizado su pasaporte y ha trabajado hojas de ruta técnicas, a la fecha no ha logrado traducir esos avances en una exención formal del visado Schengen. La relación con la UE ha carecido de la densidad estratégica necesaria: faltan acuerdos sectoriales más profundos, participación en cadenas de valor, programas de movilidad académica ampliada y una narrativa sólida que presente a Bolivia como socio confiable en gestión migratoria y seguridad. Para cambiar la dinámica, el país debe pasar de una posición principalmente demandante (“queremos exención”) a una propositiva: ofrecer paquetes de cooperación, comercio, seguridad y movilidad que generen beneficios tangibles para actores europeos influyentes, reduciendo la percepción de riesgo y aumentando la de interés mutuo. Cambiar la perspectiva implica mostrar que tener a Bolivia como socio no solo es una concesión, sino una apuesta estratégica: un verdadero win-win, un “golazo” diplomático que acerca a Europa a un aliado comprometido, con oferta de calidad en recursos, talento y confianza.
Obstáculos, lecciones y narrativa estratégica
Los principales obstáculos combinan dimensiones técnicas (tasas de rechazo, estándares documentales, control fronterizo) con factores políticos y de percepción, en un contexto europeo que endurece sus mecanismos de supervisión y suspensión de visados. Bolivia no aprovechó plenamente la ventana regional en la que otros países negociaban paquetes integrales comercio–cooperación–movilidad, lo que derivó en una agenda menos densa y menos visible en Bruselas. Desde un enfoque constructivista, falta una narrativa robusta y sostenida que represente a Bolivia como país respetuoso de normas internacionales y capaz de gestionar flujos migratorios de manera segura, acompañada por políticas verificables y alianzas con Estados miembros que actúen como “abogados” del caso boliviano.
Movilidad a cambio de valor agregado
Una propuesta propositiva consiste en vincular la agenda Schengen con la diplomacia económica, armando un paquete de “movilidad a cambio de valor agregado”. Bolivia puede ofrecer a la UE mayor acceso a productos premium (café de especialidad, cacao fino de aroma, vinos de altura, carnes sostenibles y otros agroalimentarios diferenciados) bajo estándares de trazabilidad, sostenibilidad y calidad alineados con el Pacto Verde Europeo, a cambio de avances concretos en facilitación y eventual exención de visado para estancias cortas. Se trata de construir un juego de suma positiva: Europa diversifica su oferta con productos de nicho y alto contenido ético, mientras Bolivia escala en cadenas de valor, expande exportaciones y fortalece territorios rurales.
Exportaciones premium, diáspora y cadenas de valor
La lógica de valorización en las cadenas globales de valor indica que Bolivia debe trascender la simple condición de exportador de commodities y posicionar sus productos como bienes diferenciados, arraigados en su relato de origen. Esto implica fortalecer certificaciones de calidad estrictas, denominaciones de origen reconocidas y sellos de comercio justo que garanticen autenticidad y sostenibilidad. La participación activa en ferias internacionales, un papel más protagónico de embajadas y agencias comerciales, junto con incentivos internos que fomenten la formalización y profesionalización de productores, potenciarán la capacidad de Bolivia para transformarse en un referente mundial. La cooperación estratégica con la diáspora, entendida no solo como mercado nostálgico sino como un puente hacia consumidores con alto poder adquisitivo, podrá convertir cada botella de vino de altura, cada lote de café o cacao fino, en un embajador silencioso pero contundente del país. Este enfoque integrará coherentemente la política comercial con la marca país y la diplomacia cultural, creando sinergias poderosas entre identidad nacional, generación de ingresos y prestigio internacional.
La diáspora boliviana representa un recurso estratégico todavía poco aprovechado. Convertirla en un canal efectivo para la transferencia de tecnologías, inversión y promoción global puede multiplicar su impacto económico y cultural. A través de programas específicos que articulen la nostalgia, el emprendimiento y la diplomacia cultural, Bolivia puede consolidar una cooperación dinámica entre su población en el extranjero y el desarrollo local, fortaleciendo lazos que beneficien a ambos lados.
Este enfoque no solo diversifica la oferta hacia mercados como el europeo, sino que refuerza el desarrollo rural boliviano, impulsa la innovación en cadenas de valor y consolida la confianza bilateral y multilateral para el país.
Bolivia top: lo que el país ofrece al mundo
La apuesta fundamental es afirmar con convicción que Bolivia no es un actor periférico destinado a aceptar pasivamente reglas externas, sino un país “top” con una propuesta singular y valiosa para el mundo. Bolivia resguarda algunos de los paisajes más espectaculares del planeta, una biodiversidad única, culturas milenarias vivas y una creatividad artística desbordante. Además, cuenta con productos agroalimentarios capaces de competir en la élite global por su calidad y autenticidad. Si logra sincronizar una apertura migratoria inteligente, la mejora continua en la calidad de su pasaporte, una diplomacia económica diversificada y una marca país sólida y potente, podrá consolidarse como un puente estratégico entre regiones, un laboratorio ejemplar de sostenibilidad andino-amazónica y una fuente confiable de bienes y experiencias “de lo mejor de lo mejor”. Honrando el lema “Bolivia al mundo, el mundo para Bolivia” como proyecto de desarrollo y no solo como consigna.
Institucionalidad y estabilidad como base del éxito internacional
La estabilidad política y una institucionalidad robusta son pilares imprescindibles para que la oferta externa de Bolivia sea percibida como confiable y segura. Sin cimientos sólidos en estos aspectos, cualquier apertura internacional quedará expuesta a vulnerabilidades o insuficiencias que pueden truncar oportunidades estratégicas de crecimiento y cooperación global.
