A poco de un mes de iniciada la nueva gestión de gobierno, se escuchan con fuerza las voces de expertos economistas, de algunos «líderes» de opinión y otros autodenominados “asesores” en el manejo del Estado que cuestionan al presidente Rodrigo Paz. Sus críticas apuntan, principalmente, a una supuesta falta de claridad sobre qué decisiones tomar y con qué velocidad actuar frente a la compleja coyuntura económica y social que atraviesa el país.
Sin embargo, en nuestro criterio, estos señores pasan por alto el problema de fondo. Bolivia no enfrenta únicamente una crisis económica; atraviesa, ante todo, una profunda crisis moral. Mientras no se den pasos firmes y decididos para enfrentar y superar esta degradación ética, ninguna receta técnica será sostenible en el tiempo. Ni la eliminación del déficit fiscal, ni la reducción de la subvención a los combustibles, ni el cierre o reestructuración de empresas públicas ineficientes y corruptas, ni siquiera el despido masivo de empleados públicos resolverán los problemas estructurales del país si no se restablecen valores básicos como la honestidad, la responsabilidad y el respeto a la ley.
La experiencia histórica de Bolivia, y de muchos otros países, demuestra que las reformas económicas sin respaldo moral e institucional terminan fracasando. Cuando la corrupción se normaliza, las normas se relativizan y el interés personal se impone sobre el bien común, cualquier ajuste económico se diluye rápidamente, generando frustración social y deslegitimación política. Por eso, atacar solo los síntomas económicos sin curar la enfermedad moral es condenar al país a un ciclo repetitivo de crisis.
En ese sentido, se vuelve evidente la necesidad de un liderazgo con autoridad moral, capaz de marcar un rumbo claro y proyectar a Bolivia hacia un horizonte de reconstrucción integral. Ese liderazgo exige tomar decisiones que quizá no sean agradables ni populares en el corto plazo, pero que sean correctas y, sobre todo, esenciales para sentar bases sólidas a largo plazo. Ese es el camino que Rodrigo Paz está llamado a asumir en este momento histórico.
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El pueblo boliviano, muchas veces subestimado, es sabio. Más temprano que tarde sabrá reconocer la visión y la valentía de un liderazgo que se atrevió a hacer lo correcto cuando era más cómodo hacer lo conveniente. Porque solo enfrentando y superando la crisis moral, podremos aspirar a una economía sana, a instituciones fuertes y a una sociedad verdaderamente justa.
Fernando Crespo Lijeron
