“Los tenemos en la mira…”


 

Hernán Cabrera M.



 

Una diputada nacional con una pizca de poder lanzó una seria advertencia: Los tenemos en la mira. Como una poderosa fiscal ya sentenció, acusó y dio por hecho que alrededor 800 exfuncionarios del Estado son corruptos, han hecho algo ilegal y que se merecen la muerte civil y las cárceles.

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No solo ella viene repitiendo un discurso anticorrupción bien marcado, que directamente pone en el fuego a mucha gente, que por diferentes razones trabajó en el anterior del gobierno, el cual nos sumió en la crisis económica, crisis de valores y una altísima cuota de corrupción, sin importarle la pobreza de los sectores sociales y la desesperación de dirigentes que fueron usados para fines de enriquecimiento personal y de terceras personas.

Sin duda, que la lucha contra la corrupción que emprende el gobierno de Rodrigo Paz tiene que seguir su ruta, pero bajo tres premisas fundamentales: respetar los derechos humanos, sancionar a los responsables y devolución de todo el dinero robado al Estado. Para ello esta lucha no debe tener privilegios, exclusiones ni padrinazgos para no afectar a los que manejaban los hilos del poder de la corrupción. Además que no ahonde esta estela de impunidad de los corruptos, que eso es lo que siempre queda en el tintero. Los grandes corruptos, o bien se fugan del país, o están protegidos o pagan grandes sumas de $us para no ser tocados, o simplemente los convocan a declarar y los mandan a sus domicilios.

La detención y el proceso al exministro de Economía, Luis Arce, es una señal importante, porque encabezó una banda de ladrones que le robaron a los pueblos indígenas y despilfarraron tantos millones de $us, a través del llamado Fondo Indígena, que de fondo tenía todo porque ahí iban a parar los millones y de indígena, solo el nombre y el uso que se hizo de este paradigma de la identidad plurinacional.

John Reed, el periodista norteamericano que nos dejó un libro poderoso: Los diez días que estremecieron al mundo, en el cual narra las pericias de la revolución rusa, desde el puesto de combate, decía que muchos se bebieron la sangre de la Patria y engordaron, así fue en Bolivia en estos últimos años, mientras los sectores sociales que eran usados como banderas políticas en sus reivindicaciones siguen sumergidos en la pobreza, abandono y discriminación.

Se bebieron la sangre del Estado Plurinacional y no lo hicieron con migajas, sino con maletines llenos de dólares; pero esa sangre sigue brotando porque los peces gordos de la corrupción están disfrutando del dinero y de su  libertad.

Mi amable lector nadie se puede oponer a este proceso de la lucha contra la corrupción; pero no es así como arengan esta clase de diputados que desde el inicio violan el derecho constitucional de la inocencia y la dignidad de cada una de las personas que dicen que son investigadas, procesadas, porque ya se encargaron de sentenciarlas y apuntarlas con el dedo inquisidor, sin importarles que todas ellas tienen una trayectoria, familias, oportunidades de trabajo, aunque se les pueden cerrar muchas puertas, toda vez que se encargaron de destruirlas y mandarlas al fango de la corrupción. Así nadie les querrá dar una fuente laboral.

 

Como persona de derechos humanos, que a lo largo de mi trayectoria de periodista, siempre tuve una clara opción, además de reflejar en mis reportajes una decisión contundente de estar contra la corrupción y los corruptos, porque es el peor golpe a la democracia, es una afrenta a los derechos humanos y denigra a los bolivianos. El periodismo no puede ser condescendiente con los corruptos, tiene que asumir una posición de estar contra la misma y reflejarlo cada día en sus noticias, entrevistas, reportajes.

 

Lamentablemente la corrupción y su impunidad ha acompañado a lo largo de los 200 años de la historia de Bolivia, es una tradición milenaria que no ha respetado ni como decimos a los de corbata, saco, pantalones, abarcas, ponchos, chulos, por lo que el país entero debe estar movilizado para afrontar esta tara social, que al igual que muchas otras, arrastramos desde la colonia y que ahora el gobierno pretende encarar una lucha contra la corrupción y corruptos, pero que deberían ponerles bozal a algunos de sus voceros que cada día ya se encargan de denigrar, clasificar, registrar, apuntar, sentenciar, acusar, destruir a tantos hombres y mujeres que si bien trabajaron en el anterior gobierno, lo hicieron por la oportunidad que se les presentó, pero que la gran mayoría no se robó un solo centavo, por lo que esa lucha debe estar fijada hacia los peces gordos, como esos que se pasean felizmente en son de burla de todo el Estado.

 

En Bolivia, la corrupción tuvo un rol histórico importante. Se enraizó en el sistema político, en el sistema judicial, en las organizaciones sociales, en la policía, en los municipios, en las cooperativas, etc. Hubo un reparto silencioso y pacífico de la torta dulce entre los corruptos.

Platón decía que la justicia es el interés de los poderosos y ellos son los que definen su suerte. Que no pase eso en esta Bolivia que empieza a levantarse y encaminarse hacia rutas para salir de la crisis en todos los niveles; pero eso se dará con mayor claridad si respetamos, asumimos y garantizamos los derechos humanos, como pilar de la democracia, tal como lo manda la Constitución Política del Estado.

 

No hay santitos ni angelitos manejando las riendas del poder; pero que estos vientos que desde la gestión de Rodrigo Paz deben golpear los conflictos de interés, para que sean conocidos y los abusos castigados.

 

“El poder sin abuso pierde su encanto”, dijo el poeta Paul Valery, y claro eso hicieron durante muchos años los que manejaron los hilos del poder, para quienes debe caerles todo el peso de la ley, pero a todos los niveles de gobierno del Estado: Gobierno, diputados, senadores, fiscales, policías, alcaldes, asambleístas, gobernadores.