“…el que a hierro mata, a hierro muere”
El expresidente Luis Arce está preso desde el 10 de diciembre, a 32 días de haber asumido el presidente Rodrigo Paz. No es un hecho menor: por primera vez en la historia de Bolivia, un presidente democrática y constitucionalmente electo es encarcelado. Jeanine Añez Chávez, que heredó la presidencia por sucesión constitucional —pero no fue elegida por voto— también fue encarcelada (por Luis Arce) y pasó 1.710 días injustamente en prisión, como una rea cualquiera.
Estos hechos, tristemente dramáticos, reflejan la profunda crisis institucional por la que hoy está transitando Bolivia. Y ojalá fueran la excepción histórica. Pero no. Está pendiente una orden de captura del sentenciado expresidente Evo Morales, refugiado en el Chapare cochabambino. “El que a hierro mata, a hierro muere”, dice el refrán. Solo Arce Catacora osó secuestrar a un gobernador electo y en funciones, Luis Fernando Camacho, luego de haber prácticamente secuestrado también a la presidenta Añez.
¡Empezó la cacería de brujas! Huyó a Brasil el expresidente de YPFB; está buscado el exgerente de EMAPA, y debieran arraigar y/o detener a muchos exfuncionarios públicos involucrados en corrupción, como sus jefes Morales y Arce. La lista podría llegar a miles de perseguidos, encarcelados, prófugos y refugiados en el exterior.
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Mientras que los centenares de exiliados por el MAS son, en su mayoría, políticos acusados de corrupción, los masistas que ya fugaron son corruptos que quieren hacerse pasar por políticos.
Pero la persecución de los corruptos no termina con la corrupción. Es el sistema socialista —que monopoliza y concentra los poderes político y económico sin instituciones de contrapeso que eviten la discrecionalidad y el abuso— el que contiene la semilla de la corrupción. Hombres probos en sistemas corruptos terminan corrompiéndose; mientras sistemas abiertos, competitivos y democráticos inhiben de la corrupción incluso en personas deshonestas.
Pero, aun si todos los exfuncionarios corruptos huyeran o fueran apresados por la justicia/(in)justicia prevaleciente, seguiríamos durmiendo con el enemigo dentro de casa. Porque el “enemigo” no son tanto las personas, sino el sistema que heredamos en forma de nueva Constitución Política del Estado (CPE) de corte socialista. Y el instrumento que ha facilitado y entronado la corrupción es, principalmente, el sistema arbitrario de injusticia existente y sobreviviente.
Todo comenzó con la nueva CPE Plurinacional, aprobada por el MAS, que hizo posible que el poder persiga a sus adversarios usando un entramado legal corrupto, con leyes de efecto retroactivo, invirtiendo el peso de la prueba y presumiendo culpables a los ciudadanos hasta que prueben su inocencia, como si ello fuera parte normal del ejercicio de la política.
Mientras no se cambie la CPE socialista, que torna casi imposible una reforma profunda del régimen económico hacia uno capitalista, resulta contradictorio que, ya en el gobierno, la nueva administración no haya reformulado el Presupuesto Plurinacional 2026, heredado del MAS. Es el mismo que sirvió para financiar un modelo económico estatista y centralista, dependiente del gasto público y diseñado para mantener el control del poder. Ejecutarlo tal cual sería continuar aplicando esa visión de la sociedad y, principalmente, de la economía, que nos ha llevado al estado ruinoso en que hoy está Bolivia. Como si se hubiera reelegido al MAS.
El mandato inequívoco del nuevo gobierno liberal capitalista inclusivo y popular es transformar el diseño institucional, económico y político del Socialismo del Siglo XXI por un capitalismo moderno, competitivo y de todos.
El riesgo está en que los funcionarios del gobierno Paz-Lara, inaugurado hace poco, se enamoren del “nuevo juguete” y se dediquen a gobernar con el modelo socialista que estaban supuestos no solo a reemplazar, sino a transformar radicalmente. No cambiarlo significa aceptar, por inercia, las mismas herramientas que convirtieron a la economía boliviana en la ruina de la gente y el enriquecimiento de su burocracia, y a la política, en un campo de persecución y polarización permanente.
Se trata de transformar la economía y, por tanto, la sociedad hacia un diseño institucional de “sociedad de acceso abierto”, de capitalismo moderno, regido por el mercado y la libre competencia, que genere progreso, equidad y prosperidad para todos.
Mientras pretendan gobernarnos con las reglas del socialismo y las (in)justicias prevalecientes, aunque sea “solo hasta marzo”, seguiremos “durmiendo con el enemigo”, quemando la oportunidad histórica abierta por el triunfo electoral de Rodrigo Paz y precipitando al nuevo gobierno a un fracaso prematuro, con consecuencias imprevisibles.
¡El cambio debe darse ya!
Ronald MacLean-Abaroa
Es catedrático; fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.
