Existen apasionantes historias de pueblos fantasmas por todo el mundo. Son personas que han abandonado sus casas y sus campos, debido a la pobreza, a las pestes, a las guerras con vecinos hostiles o aterrorizados por leyendas de apariciones de seres de ultratumba. En lejanas estepas heladas, desiertos candentes, montes y cumbres lejanas y aisladas, existieron pueblos que sobrevivieron durante siglos – y que persisten hoy – resistiendo los extremos crueles de la naturaleza o la maldad de los hombres.
Las ciudades fantasmas nos causaron interés y miedo en las lecturas de pubertad. Emociones, cuando íbamos conociendo sus historias, de cuando madres, con sus hijos a cuestas y unos pocos enseres, seguían a los hombres armados de garrotes o piedras que caminaban a la deriva en busca de tierras más benignas o de poblaciones que los acogieran. Los viejos que no podían caminar se quedaban tendidos bajo su vetusto techo, con un mendrugo en la mano, esperando la muerte, seguros de que la vida ya era cosa del pasado.
En Bolivia existen unos pocos pueblos fantasmas, abandonados por la mortal pobreza reinante. Pero, ahora, cuando estamos sorprendiéndonos por las barbaridades que han hecho Evo Morales, Arce Catacora y el MAS, no solo sabemos de poblaciones fantasmas, sino de pueblos inventados, que jamás existieron, donde nunca vivió nadie, donde ni siquiera se plantó una wipala de fundación: uno es Curuxa.
Curuxa debería estar, de haber sido fundada, en el municipio de Collana, de la provincia de Aroma. Pero Curuxa es todo un misterio. Es un fraude. El nombre de Curuxa ya es extraño, porque corresponde al de una lechuza, la lechuza blanca de “campanario”, según Google. Y el inventor o fundador de Curuxa, no tiene el porte de un Pizarro o Ñuflo de Chávez, es el senador masista Jorge Choque Salomé, que no llegó a caballo y con armadura, sino que fundó Curuxa desde una computadora en su oficina del Senado. Y lo hizo para justificar una enorme suma de dinero que el Fondo Indígena le depositó en su cuenta personal para que ejecutara proyectos de desarrollo en el Altiplano.
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Hay que tener una gran habilidad y arrojo para inventarse una ciudad. Y una gran sinvergüenzura también. Pero, asimismo, el senador Choque sabía que mientras estuvieran en el Fondo Indígena, las señoras Achacollo, Julia Ramos, Melva Hurtado, Villegas, Patty y otras Bartolinas, estaría protegido y podría gastar dinero a manos llenas en lo que le diera la gana, ignorando proyectos de desarrollo.
Hoy ha tocado la hora de devolver lo robado. Algún día tenía que ser. El presidente Paz, con los datos que le ha proporcionado el ministro Lupo, ha dicho que son muchos miles de millones de dólares los que han malversado los masistas. Enterarse del detalle del derroche cometido, produce taquicardia. “Distraer” tanto dinero merece de tribunales y de que los “distraídos” devuelvan la platita o paguen en la cárcel.
