Elección de vocales electorales, ¡sin dedazos…!


 

Hernán Cabrera M.



 

En el pasado inmediato las instituciones del Estado han sido espacios de loteos políticos, es decir, elegir y delegar un cargo a amigos y compañeros. Lo que menos hubo fue la meritocracia y el reconocimiento de la trayectoria y la independencia de quienes se postulaban a algunos cargos. Ahí estuvieron los interinatos en la Contraloría, Procuraduría y otras, cuyos titulares obedecían plenamente al poder de turno. Ni se diga del Poder Judicial, teniendo en los magistrados, jueces y fiscales que actuaban amordazados y de rodillas ante el gobierno durante más de 20 años, sin tener una pizca de independencia.

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El caso más patético fue la elección del Defensor del Pueblo, David Tezanos (2016-2019), quien renunció previo a cumplir su mandato en 2022 por un hecho de violencia hacia la mujer. Y ni se diga del largo interinato Nadia Alejandra Cruz, que incluso fue a una asamblea del MAS para defender al jefazo Evo Morales. Ambos “defensores” eran militantes del MAS, y así fueron elegidos para un cargo tan fundamental, que de acuerdo a la Constitución no debe tener dependencia partidaria y reunir los máximos requisitos de probidad profesional y ética.

Tampoco se pretenda esconder que los vocales tanto del Tribunal Supremo Electoral, que si bien fueron en cierta manera consensuados luego del fraude electoral del 2019, pero el MAS tenía sus candidatos que luego fueron elegidos vocales electorales, por lo menos en dos espacios, quienes directamente fueron apuntados de ser masistas, uno es el de la chompita colorida.

En Santa Cruz pasó algo similar en la Asamblea Legislativa Departamental: eligieron a amigos, compañeros, fraternos. Fui parte de una experiencia el 2005, cuando la Asamblea era dominada por Demócratas, el partido de Rubén Costas, que de un plumazo me dejaron fuera de la carrera hacia la vocalía electoral, bajo el argumento de que era de izquierda y vinculado al MAS.

Pues bien, ahora tanto con estos vientos de cambios y de discursos que valorarán la meritocracia, los logros profesionales, la probidad y tantas otras cosas de los postulantes a vocales electorales, que se escucha decir de los asambleístas nacionales y departamentales, que solo está quedando en meros discursos vacíos, puesto que en el proceso de selección de tantos postulantes han optado mayormente por gente afín o que hayan ejercido cierta presión hacia los asambleístas.

Sin duda, hay que creer hasta lo último en la ALP y ALD, que tienen un gran reto de demostrar que la institucionalidad democrática se va fortaleciendo, que dejarán de ser meros títeres de los inquilinos del Palacio de Gobierno y de la Gobernación, para elegir a los hombres y mujeres que reúnan los requisitos y que no estén atados a ningún interés ni convenio ni favoritismo de los que vayan a elegirlos.

Mario Bunge, el filósofo y politólogo argentino, nos dice que un Estado es el cuerpo gobernante de un país, sin importar los individuos concretos que estén en cargos públicos, quienes constituyen el gobierno de turno, pero los integrantes, se supone, son los mejores porque deben gestar acciones a favor de cada uno de los habitantes de ese Estado, a la vez esa instancia suprema, tiene instituciones variadas que coadyuvan hacia ese fin, siendo uno de ellos el Organo Electoral Plurinacional, que no solo administra procesos electorales cada cinco años, sino que debe impulsar una política integral del ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos.

Precisamente por ello es la enorme importancia de este proceso de la selección y elección de los próximos vocales electorales a nivel nacional y departamentales, que están a puertas de hacerse cargo de las elecciones subnacionales en marzo del 2026, las cuales se constituyen en hitos históricos, porque se elegirán a gobernadores, asambleístas departamentales de los nueve departamentos; alcaldes y concejales de 324 municipios.

Repito, tendremos que darles confianza a los asambleístas que no vuelvan a caer en lo que tanto vienen criticando de lo que hicieron sus antecesores, que usaron su pequeña dosis de poder que tenían para hacer espacio de sus cuotas para alguien ya señalado como preferido por instancias superiores. El dedazo.

Lo mas grotesco fue lo que pasó con los vocales del TSE que dejaron sus funciones el 2019, quienes fueron cómplices del fraude electoral, que dejaron en el tacho de la basura su credibilidad, la misma que fue reconstruida por los actuales vocales electorales que ya terminan sus mandatos constitucionales, habiendo administrado las elecciones nacionales en sus dos instancias de manera responsable, transparente y democrática, experiencia que deberá ser tomada en cuenta por los que llegan y hacer mejor su trabajo, por cuanto tendrán poco tiempo para organizar, planificar y ejecutar las próximas elecciones subnacionales, cuyos competidores ya están en la carrera anticipada, la misma que promete ser intensa, dinámica y con mucha participación de candidatos en todas las instancias electivas.

Ante ello, se demanda que los asambleístas a nivel nacional y los departamentales asuman plenamente sus roles institucionales y democráticos para que elijan a los mejores hombres y mujeres como los próximos vocales del TSE y de los tribunales departamentales electorales.

“Ante todo debe aceptarse que la democracia no es un absoluto ni un proyecto sobre el futuro: es un método de convivencia civilizada”, nos planteó hace años el escritor mexicano, Octavio Paz, siendo uno de los pilares para ese gran objetivo son aquellos que nos deben garantizar procesos electorales sin que tengan la mínima sospecha de fraude, engaño o favoritismo para alguien en particular, como están convocados a ejercer esa enorme tarea cada uno de los miembros del Poder Electoral.

Ojo que no serán simples elecciones departamentales y municipales, sino que serán actos políticos en el marco de los derechos humanos de enorme valor ciudadano y los ciudadanos elegidos como vocales electorales deben ser conscientes de la gran responsabilidad que tendrán que llevar adelante. Estar a la altura de la historia, no que sean simples títeres o payasos de la democracia.