Te invito a detenerte un momento hoy. Sé que son tiempos difíciles, pero te invito a pararte un momento en tu camino y por un instante mirar atrás a los diciembres de tu vida. Cuántos recuerdos te vas a topar y en cada uno de ellos vas a revivir momentos, aromas, risas y así, sin darte cuenta, llegará alguna sonrisa.
Ese momento donde tu madre un 24 de diciembre te ordenaba alistarte a tiempo para ir a visitar a tus abuelos. Llegar a destino, saludar atentamente a tus tíos y luego jugar con tus primos. Los abuelos a la cabeza de la mesa, los tíos alrededor de ellos y los niños atentos a que alguien de la orden de abrir los regalos que estaban alrededor del árbol. Creíamos que estos momentos serían para siempre; no éramos conscientes de que la vida nos llevaría por caminos separados, entre distancias finitas e infinitas. Con el tiempo llegaría una silla vacía en Navidad.
Al principio, entre todos, buscaríamos la forma de seguir adelante; la bulla de los primos, las historias de los tíos, generaban ese ambiente que creaba una burbuja fuera de la realidad. Con el paso de los años, llegaría el momento en que la ilusión de abrir regalos quedaría a un costado y las sillas vacías irían sumando. Tocaría emprender nuestro camino.
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Cuánto quisiéramos volver atrás, aunque sea un minuto. Volver al abrazo de los abuelos, escuchar el brindis de la media noche, felicitarnos entre todos mientras el ruido de los cohetes inundaba el ambiente. Volver a escuchar esa bulla de risas, copas y de fondo algún bolero. Hoy veo una silla vacía y pienso en todos aquellos que podrían estar en ella. Sé que tuvimos la oportunidad de compartir grandes momentos; ellos están en nuestra memoria, no se han ido del todo, los recordaremos, hoy y siempre, pero es imposible negar que extrañamos su presencia. Viven en nuestro recuerdo, basta solo con cerrar los ojos para volver a verlos. Su silla siempre estará, su recuerdo siempre vivirá. Allá, dónde nos esperan, Dios permita que les llegue un abrazo grande, sepan que siempre estarán con nosotros y en su nombre brindaremos, viviremos y sonreiremos. En cada uno de nuestros lugares tocará seguir nuestro camino.
El futuro es incierto, pero el pasado siempre estará ahí. Basta solo con detenerse un momento para mirar atrás y recordar esa mesa llena. Siempre serán parte de nuestro camino. Por ellos y para ellos, valoremos a quienes nos rodean. Un abrazo sincero, pedir perdón y perdonar vale más que cualquier regalo. Brindemos, recordemos y valoremos la familia, antes de sumar otra silla vacía. Dios nos bendiga, felices fiestas.
OSCAR GÓMEZ BERTHON
