DS 5503: estabilizar para volver a creer


A días de cerrar 2025, Bolivia no solo concluye el año de su bicentenario. Concluye también un ciclo político y económico de 19 años que marcó profundamente al país y que deja una herencia pesada: desequilibrios acumulados, distorsiones de precios, deterioro institucional y una crisis socioeconómica que ya se ubica entre las más profundas de las últimas cuatro décadas, con el riesgo latente de derivar en un escenario comparable —o incluso superior— al de 1985.

Cerrar un ciclo no es solo un acto simbólico. Es, sobre todo, un ejercicio de sinceridad. Durante años se intentó administrar la economía negando sus propias restricciones: se ocultaron cifras, se sostuvieron precios artificiales, se debilitó la disciplina fiscal y se normalizó una intervención estatal que terminó asfixiando al aparato productivo. La economía se volvió cada vez más frágil, la inversión cayó, la confianza se destruyó y la informalidad creció.

Por primera vez en mucho tiempo, el país inicia un nuevo año con un rumbo explícito. El Decreto Supremo 5503 marca un punto de inflexión. No promete soluciones inmediatas ni atajos indoloros, pero introduce algo que había desaparecido del debate económico: la verdad. Sinceridad en los precios, en las cuentas públicas y en el diagnóstico de la situación heredada. Y esa sinceridad, aunque incómoda y costosa en el corto plazo, es una condición indispensable para cualquier proceso serio de estabilización.



Conviene decirlo sin rodeos: 2026 no será un año fácil. Será, probablemente, el más duro. La corrección de desequilibrios acumulados implica costos reales y visibles. La inflación refleja precios que antes estaban reprimidos, el ajuste fiscal expone excesos pasados y la economía atraviesa un proceso de reacomodo inevitable. Sin embargo, a diferencia de crisis anteriores, este proceso se da con reglas claras y con una orientación definida: ordenar las variables macroeconómicas para devolver previsibilidad al sistema.

El DS 5503 no se limita a contener la crisis. Su alcance es mayor. Busca sentar las bases de un modelo de crecimiento distinto, sostenible y realista en el tiempo. Un modelo donde la formalidad deje de ser un castigo, donde emprender y producir no implique enfrentarse a impuestos distorsivos, trámites interminables o coimas normalizadas. Un modelo que entiende que la asfixia fiscal y burocrática no recauda más, sino que expulsa actividad económica.

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Durante años, Bolivia vivió bajo una constante represión social y financiera. El resultado fue evidente: el dinero salió del sistema, la confianza desapareció y la economía se informalizó aún más. Hoy se reconoce ese error. Sin confianza no hay ahorro, sin ahorro no hay inversión y sin inversión no hay crecimiento sostenible. En este nuevo enfoque, el capital puede volver a circular sin persecuciones ni cuestionamientos arbitrarios, y el sector privado recupera su rol como motor del desarrollo, no como enemigo ideológico.

Este cambio también redefine la política social. Proteger a los sectores más vulnerables no puede seguir significando transferencias que se diluyen con la inflación. La verdadera protección social se construye con estabilidad: una inflación que tienda a la baja y un tipo de cambio predecible son, en la práctica, las políticas sociales más efectivas para las familias de menores ingresos. En ese sentido, la estabilización macroeconómica no es un fin en sí mismo, sino la base más sólida de cualquier política redistributiva responsable.

A medida que las principales variables comienzan a ordenarse, la economía real (la de los hogares, los pequeños negocios y las empresas) puede volver a ser protagonista. Los bolivianos sabemos trabajar, emprender y adaptarnos. Lo hemos demostrado una y otra vez, incluso en contextos adversos. Lo único que se necesita es un Estado que deje de obstaculizar ese esfuerzo.

El camino por delante es largo y exigente. El ajuste no es indoloro y el sacrificio es tangible. Pero esta vez existe algo que durante mucho tiempo faltó: una hoja de ruta creíble. Y en medio de la dificultad, esa claridad importa. Importa porque permite volver a planificar, invertir y creer. Importa porque, por primera vez en años, Bolivia está avanzando en la dirección correcta.

 

Oscar Cuentas Sandy

Economista.