Con modelo o sin él, Santa Cruz tiene mejor futuro que la Bolivia que quiere implantar el MAS. Por eso, es necesario destruirlo.
¿Se puede hablar de un “modelo económico cruceño”? Eso habría que estudiarlo y para eso están los especialistas. La sospecha es que no lo tiene, al menos no de una forma estructurada y lo que existe es un rejunte de esfuerzos, iniciativas, éxitos y fracasos, prueba y error. Todo esto, desarrollado en apenas 50 años -que para la historia de un país es casi nada-, ha dado como resultado evidencias incuestionables que han llevado a Santa Cruz a consolidar un éxito relativo frente al resto del país, sumido en un fracaso tras otro, en un constante lamento, en un letargo cuya vía de escape para la gente ha sido justamente esta región.
No se puede decir que Santa Cruz lo tuvo todo y por eso le ha ido mejor. Esa es una gran mentira que repite este régimen, heredero de una elite dominante que vivió de las minas, del petróleo de Camiri, del gas del Chapare y de Tarija, de la coca y también del narcotráfico. El modelo cooperativo existe en todo el país y tampoco lo inventaron los cruceños, pero es aquí el único lugar donde existe una Cotas que se enfrenta de igual a igual con las transnacionales o una CRE que ha podido llevar el servicio eléctrico a casi el 100 por ciento de la población, mientras que en otros sitios las cooperativas han sido intervenidas porque las carcomió la corrupción y la politiquería o se sumieron en el fracaso.
Es verdad que la carretera Santa Cruz-Cochabamba la construyó el Estado y que gracias a ella el departamento terminó con un aislamiento de 400 años, lo que al mismo tiempo le abrió las puertas del mercado nacional. Pero el modelo agroindustrial, la cualidad de potencia agroexportadora que guiaron hacia esta zona grandes oleadas migratorias que no se han detenido en ningún momento, fueron logros de una “inteliguentsia” compuesta por gente nacida en el lugar, venida de otras regiones y por supuesto, miles de extranjeros que aportaron para construir una forma de producir, de asociarse y de forjar un destino. La gran pregunta que conviene hacer es qué funcionó en Santa Cruz que haya fracasado en el resto del país, porque muchas de las variables son casi las mismas.
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Claro que el “modelo cruceño” es perfectible, nadie es tan soberbio para no admitirlo. Y obviamente necesita de un Estado que apuntale el desarrollo y sea capaz de buscar el equilibrio donde la economía y la iniciativa privada no son capaces de advertir los desfases. Pero también está claro que Santa Cruz no necesita “importar” las taras que afortunadamente muchos de los inmigrantes que han echado raíces en esta región las dejaron en el olvido. Ese sindicalismo bloqueador y paralizante, la politiquería de la prebenda y el clientelismo, la coca, la violencia y todas esas ideologías trasnochadas y emborrachadas con sahumerios no tienen cabida en un modelo que busca la modernización y la globalización. ¿Y qué es lo que le ofrece Evo Morales a este modelo? Prohibición de las exportaciones, plantaciones de coca, destrucción de las reservas forestales, pulperías barriales, un Estado que les hace la guerra a las empresas, que extorsiona a las cooperativas, que sume a los productores en una inseguridad jurídica, que amenaza a la propiedad de la tierra. Todo esto ya está consolidado y lo demás son lisonjas baratas.