Lógicas chuecas


Róger Cortez Hurtado*rogerEstá costando mucho, a quienes nos gobiernan, comprender y aceptar que la disminución de precios de productos que exportamos -hidrocarburos, minerales, soja, entre los más importantes- va a afectarnos. La admisión de este hecho es, todavía, reticente (chúcara, podríamos decir ahora que es época de importación de caballos de raza) porque los voceros oficiales persisten en señalar que seríamos casi invulnerables.La auténtica comprensión de la seriedad de los problemas que está en puerta se verificará en la dimensión de los hechos y no en el de las entonaciones. Un horizonte de disminución de ingresos y disponibilidad de recursos debe conducir a recortar las erogaciones prescindibles y darle prioridad absoluta a garantizar el acceso a bienes y servicios esenciales y a las inversiones más seguras y probadas.Sin embargo, los planes oficiales van en dirección contraria, como lo prueba la aceleración en los preparativos para gastar dos mil millones de dólares en energía nuclear, o la invariable determinación de invertir cerca de 400 millones para aniquilar el núcleo central del TIPNIS, construyendo un camino que lo atravesará.No se trata sólo, ni principalmente, de que estas erogaciones -junto con las compras militares suntuosas, los monumentos a la vanidad y los recursos que se desperdician de mil otras maneras- se llevarán el 17% de las reservas internacionales, sino de que son gastos carentes de justificativos y esencialmente contrarios a los objetivos con que se los trata de legitimar.En lo que hace a la construcción de un reactor nuclear, para presuntamente convertirnos en «centro energético”, el gasto de esa cantidad de recursos no compatibiliza con el hecho de que nuestras reservas de hidrocarburos están en continuo retroceso, de manera que en este momento está en riesgo nuestra capacidad de garantizar, más allá de 2019, los compromisos externos y los de nuestra propia demanda energética. Las inversiones en energía deben apuntar a incrementar la disponibilidad de energía más barata, más segura, más limpia y sustentable, criterios todos incompatibles con la aventura nuclear.El objetivo del plan de «nuclearizar” nuestro país no es realmente atender las necesidades antes definidas, sino, como insiste con cada vez más frecuencia el discurso oficial, «convertirnos en potencia”, sin resolver los enormes y persistentes déficits en nutrición, servicios básicos, empleos dignos y acceso a mayores y mejores oportunidades de educación y conocimiento.Dada tan grande incongruencia, puede verse que detrás del enfoque chauvinista subyace una estrategia para prolongarse en el control del poder, por encima de cualquier otra consideración.»Ser potencia” significa agitar la ilusión de que seríamos «más” que otros, «superiores” a algunos de nuestros vecinos por poseer algo -en este caso energía nuclear- aunque sigamos bajo el yugo de grandes carencias y la amenaza de que quienes han superado precariamente la línea de pobreza y pobreza extrema vuelvan a hundirse, sacrificados por un espejismo cuyo único sentido y realidad es un proyecto de reproducción de poder.Es igualmente mezquino y desastroso el diseño de una carretera a través del TIPNIS -que será una segura inversión para liquidar riquezas invalorables, cual son nuestros bosques con su capacidad de producción de oxígeno, depuración de CO2 y mantención de la humedad, así como la biodiversidad y nuestras aguas- para abrir una secundaria ruta comercial.Quienes se enriquecerán con esa ruta serán los saqueadores de madera y de otros recursos del bosque, y las corporaciones que expandan la frontera agrícola y ganadera, a costo de agotar y erosionar la reserva nacional y territorio indígena acelerando simultáneamente la contaminación del gigantesco encuentro de cuencas que se da en el TIPNIS.Un altísimo costo adicional será que las principales ciudades del «eje” y varias otras ahonden sus ya serios problemas de abastecimiento de agua, como ocurre hoy en otros países, como podemos verlo ahora mismo en Sao Paulo, Brasil, como principal y cercano ejemplo.El mérito de haber ahorrado no autoriza a los gobernantes, ni en la coyuntura de escasez que se aproxima, ni en ninguna otra, a dilapidar nuestras reservas financieras o naturales, ni a utilizarlas en su propio beneficio.*Investigador y director del Instituto AlternativoEl Día – Santa Cruz