Bolivia. Es uno de los acusados por el caso Rózsa. Comenzó a declarar en el marco del juicio por terrorismo. Él está convencido de que lo involucraron porque fue quien capturó al Che Guevara. También revela que, por esa misma causa, vio morir a un compañero de curso en Brasil. Lo mataron con ocho disparos que eran para el general.
Muestra la entrevista que le hizo Eduardo Rózsa, precisamente sobre el guerrillero. Foto Juan José Toro.
EL POTOSÍ y El Deber
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El estudio del general Prado tiene una de sus paredes colmadas de fotografías enmarcadas. Allí se lo ve en distintas circunstancias pero destaca, aunque está a un lado, una en la que es recibido por el papa Juan Pablo II. “¿Estuvo con el papa?”, pregunto. “Dos veces —responde—. Una en el Vaticano y otra en México”. Otra que llama la atención por su tamaño es la de un hombre que baja una pendiente a caballo con una mano en las riendas y otra portando una bandera. ¿Quién es? “Soy yo, cuando hice mi prueba para la caballería. Es en Irpavi. Nuestra prueba final era bajar esa pendiente a caballo y era muy difícil. Muchos no lo lograron. Fue cuando se me ocurrió una barbaridad. La mayoría baja esa pendiente abrazando el cuello del caballo, para no caer, pero a mí se me ocurrió hacerlo con la bandera”.
La anécdota da cuenta de la personalidad de Gary Prado Salmón. Es un hombre decidido y su coraje no solo se destacó en el combate a la guerrilla, sino mucho después, en 1981, cuando Carlos Valverde Barbery tomó el campo petrolero Tita con un grupo de hombres armados.
Prado comandaba entonces la Octava División del Ejército así que trazó una estrategia para recuperar el campo y rescatar al hombre de doble nacionalidad mexicana y estadounidense que los alzados tenían de rehén.
Rodeó el campo con sus tropas y luego, acompañado solo de su asistente, fue en un jeep hasta las oficinas donde estaba Valverde con sus más cercanos colaboradores.
Llegó hasta la puerta y ordenó que le franquearan la entrada. “¿Qué quiere?”, preguntó el hombre armado que la custodiaba. “Quiero hablar con Carlos, déjeme entrar”, contestó. Al parecer, el custodio se asustó por la energía del militar y le franqueó la entrada. Una vez dentro, preguntó cuál era el rehén y, cuando se lo mostraron, le ordenó salir: “¡Vaya afuera! Camine hasta la pista. Usted no tiene nada que ver con esta historia”.
El general no puede evitar una risita. “Les quité el rehén así nomás”, dice. Pero lo que ocurrió después no es para la risa. Prado habló con Valverde y lo convenció de deponer las armas. El alzado dijo que se rendiría si los expulsaba a Paraguay y el general aceptó. “Estaban entregando las armas y ahí hubo un disparo fortuito que me dio en la columna”.
“Valverde era un falangista”, le digo. “Un falangista, un hombre de derecha”, ratifica Prado y vuelve a reír. “De la derecha y la izquierda… me atacan de todos lados”.
Rózsa… de lejos
2009. 16 de abril. Santa Cruz, Bolivia. 04:20 horas. Fuerzas de seguridad irrumpen en el hotel Las Américas, matan a balazos a Eduardo Rózsa Flores, Árpád Magyarosi y Michael Dwyer y detienen a Elöd Tóásó y Mario Tádic Astorga.
El primer informe sobre lo sucedido es proporcionado por el propio presidente Evo Morales, quien asistía en Venezuela a una cumbre de la Alternativa Bolivariana de las Américas. Según dijo, los muertos y detenidos formaban una célula terrorista que planificaba asesinarlo y dividir al país.
En mayo de 2010, Prado fue incluido en el proceso bajo la acusación de terrorismo y alzamiento armado. Tiene detención domiciliaria desde entonces y solo puede salir a dictar clases en los horarios que le corresponde hacerlo en la universidad privada donde trabaja como docente.
En la acusación en su contra se exponen estos argumentos: “Exgeneral del Ejército, principal asesor de Rósza ya que este acusado tenía conocimiento de todo el despliegue militar en Bolivia, armamentos que posee, falencias, estrategia bélica y tiene su número celular y el correo electrónico y se mantenía en contacto con Rózsa”.
Gary Prado Salmón está convencido de que su inclusión en el denominado ‘caso terrorismo’ es una consecuencia de su participación en la captura del Che.
—No tiene el menor sentido. No es más que una patraña de gente que quiere sacarse el clavo conmigo por la cuestión del Che Guevara.
—¿Usted cree que la única razón para haberlo incluido en el proceso es su participación en el episodio de La Higuera? —pregunto para dejarlo bien establecido.
— Es eso, es eso. Con absoluta seguridad se lo digo.
Y entre sus pruebas está la fuga del fiscal que investigaba el caso, Marcelo Soza, quien, ya refugiado en Brasil, habría declarado que Prado fue incluido en el proceso porque se lo ordenaron desde La Paz.
“Necesitaban una cabeza militar”, dice. En su criterio, el ‘caso terrorismo’ fue armado por el Gobierno y lo pusieron a él para justificar que el complot tenía objetivos militares.
Escarmentarlo por haber capturado al Che sería el plus del asunto. “La venganza de algunos tardíos helenos que andan por ahí todavía”, agrega.
Pero… ¿por qué tenía el número de celular de Rózsa y por qué se encontró que hubo intercambio de llamadas telefónicas?
Prado repite entonces lo que ya reveló en una de las audiencias de febrero de 2013: que Rózsa lo contactó con el propósito de entrevistarlo para la revista húngara Kaput de la que él formaba parte.
Luego de concertar la entrevista, llegó a Bolivia, se identificó mostrando sus credenciales de periodista y se tomó una foto con él, en su estudio, con el fondo de los libros que están junto a sus condecoraciones.
El titular del reportaje, firmada por Rózda, dice Che Guevara partizánháborúja: mítosz és valóság, algo así como La guerrilla del Che Guevara: mito y realidad.
El reportaje es extenso e incluye una conocida foto de Gary Prado tomada el 6 de octubre de 1967, en uniforme de campaña, con gafas oscuras y portando una ametralladora.
Luego de haberlo entrevistado, Rózsa lo volvió a llamar pero para avisarle que el reportaje se había publicado y le estaba enviando un ejemplar, ese que nos mostraba.
Para Prado, la intención de relacionarlo con Rózsa es absurda: “un general del Ejército que ha sido asesor de gobiernos constitucionales; dos veces embajador de Bolivia, en Reino Unido y México, ¿ponerse a las órdenes de Rózsa para ser su principal asesor?”… y vuelve a reír.
El general y su laberinto
En una mesita adosada a la pared de las fotografías está el retrato de su hijo Jorge, fallecido en una fecha que no nos dijo, y una foto en la que Prado, en silla de ruedas, está junto al expresidente de la República, Jaime Paz Zamora, y al expresidente del Senado Hormando Vaca Díez.
Tras retirarse del Ejército, Gary Prado Salmón se inscribió en el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria del que llegó a ser dirigente en Santa Cruz.
En la entrevista con Ildefonso Olmedo y el autor de estas líneas, el general contó que la especulación de que él era el blanco en el atentado de Brasil fue confirmada años después, en 1988, cuando Amílcar Baiardi, el único sobreviviente del grupo de cuatro personas que participaron en la muerte del mayor alemán Von Westernhagen, confesó lo sucedido: la ejecución fue planificada por el Comando de Liberación Nacional (Colina) del Brasil con la intención de vengar la muerte del Che Guevara. El grupo guerrillero —del que su integrante más conocida fue la presidenta Dilma Rousseff— se enteró de que Gary Prado estaba en Río de Janeiro, por una beca de la Escuela del Comando y Estado Mayor del Ejército, y planificó su asesinato. Prado vivía en un barrio de la playa de Copacabana, un poco más lejos de la casa de Von Westernhagen.
El 1 de junio de 1968, los dos salieron juntos de la escuela militar y abordaron el ómnibus que los llevaría a sus respectivos alojamientos.
El mayor alemán se bajó en el barrio de Gávea mientras que Prado siguió viaje hasta la siguiente parada. Von Westernhagen vestía de civil y era igual de alto que el capitán boliviano.
El grupo que debía matar a Gary Prado era de cuatro personas, pero los ejecutores fueron dos. Según confesó Baiardi, los asesinos creyeron que el alemán era su blanco y lo mataron con ocho disparos.
Cuando llegaron a su aguantadero, abrieron el maletín, revisaron los documentos y descubrieron que se habían equivocado de persona, así que decidieron no reivindicarse el atentado.
Ese será uno de los hechos que Gary Prado les contará a los jueces del ‘caso terrorismo’ cuando le toque emitir sus declaraciones, “especialmente a unas juezas ciudadanas, para que me conozcan un poco”.
El general recuerda que, cuando un acusado presta sus declaraciones, no se lo puede interrumpir “y como yo tengo mucho que contar, fácilmente me tomará unos dos meses, tal vez más”.
Y volvió a sonreír: “Ahora me van a escuchar”.