La ‘profe’ argentina del Presidente Evo


Elba Kutny cree que sembró en tierra fértil, ella enseñó al gobernante boliviano Evo Morales el ABC y a hablar español en tierras salteñas. 

La ‘profe’ del Presidente

imageFue construido en el año 2000. La profe Elba frente a la nueva escuela rural Dr. Julio Argentino Cornejo, que comenzó a funcionar sobre la ruta provincial 11, hace 13 años. El año pasado el establecimiento celebró sus Bodas de Oro.

EL DEBER, Bolivia



A la profesora Elba Kutny Gramojo, que acaba de cumplir 75 años, jamás se le pasó por la mente que aquel chiquillo de siete años, tan tímido e introvertido, que no sabía hablar español y al que enseñó sus primeras letras en una escuelita rural de Campo Santo (Salta), llegaría un día a ser diputado y luego presidente de Bolivia.

Hace tan solo dos años uno de sus exalumnos la visitó en su casa de Güemes, donde la ‘profe’ Elba vive de su jubilación, a contarle que Evo Morales Ayma, uno de los niños aimaras que llegó al Ingenio de San Isidro en la primera mitad de 1966 acompañando a su padre para la zafra, había salido en la tele, era el primer mandatario de Bolivia desde el 2006 y quería saber qué había pasado con la primera maestra de su vida y si necesitaba algo.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

La docente, jubilada hace 23 años, primero pensó que su exalumno le estaba mintiendo. Luego no tenía aún muy claro de quién se trataba y tampoco recordaba la carita de ese niño. Habían pasado ya tantos años y tantos chicos bolivianos pasearon por las aulas de la escuelita rural, que se le hacía muy difícil recordarlo.

“Ayudada por los excompañeros de Evo hicimos memoria y me acordé de aquel chiquito que siempre llegaba con su delantal blanco, no hablaba absolutamente nada de castellano, pero tenía muchas ganas de aprender y se notaba su deseo de superarse, a pesar de sus limitaciones y de su timidez. Con nosotros él aprendió sus primeras palabras en español. Era un chico responsable, atento, cumplido y tenía bonita letra. No era ‘peleonero’ (bravucón), sino más bien sereno y calmado. Los otros niños siempre le buscaban pleito pero él era más bien tranquilo”, rememora.

Después de saber que uno de sus ‘pupilos’ era el primer mandatario de un país, creció en ella el deseo de volver a ver a ese pequeño niño, hoy convertido en todo un hombre, que llegó tan lejos y en el que sembró una pequeña semilla que dio buen fruto. Además, comenzó a hacerle seguimiento y a estar pendiente, a través de la televisión, para saber lo que pasaba con su exalumno y cada que hay algún conflicto en el país o en la época de campañas, ora para que todo se solucione y salga bien.

“Pienso que en algo he aportado con la formación de Evo que, de todos mis alumnos, es el que más alto ha llegado. Siento una profunda satisfacción del deber cumplido”, señala Kutny visiblemente emocionada.

Comienza la historia

Hace 48 años, la mala situación en su natal Orinoca (Oruro) hizo que Dionisio Morales Huanca dejara a su esposa, María Ayma Mamani, y emprendiera viaje rumbo a Campo Santo junto con sus hijos, Ester y Evo, para emplearse como zafrero y buscar mejores días para su familia.

En su momento el primer mandatario boliviano recordó que tuvieron que caminar casi durante dos días, desde Isallavi, la comunidad donde vivían, para agarrar el tren que salía a Güemes, donde los esperaron los contratistas y desde allí, junto a muchos bolivianos que llegaron en busca del mismo sueño, los transportaron en camión hasta el Ingenio San Isidro.

Apenas al llegar fue inscrito en la escuelita rural, hoy llamada Dr. Julio Argentino Cornejo, porque la ley en ese país así lo establecía. Fue allí donde aprendió a hablar castellano, puesto que su lengua materna es el aimara y él solo se comunicaba así.

Muchos hijos de los zafreros en la mañana estudiaban en la escuela rural y en la tarde ayudaban a sus padres a cortar caña; sin embargo, don Dionisio no quiso que su hijo se dañara sus pequeñas manos y no le permitió entrar a los cañaverales ni mucho menos a su hija Ester, a la que la maestra no recuerda.

Como seguían los apuros económicos que pasaban, el pequeño Evito, como él dice que lo llamaba su maestra, buscó la forma de ayudar y comenzó a preparar y vender picolés hasta que retornaron a Bolivia, donde había quedado su madre.

Época difícil pero hermosa

La maestra cuenta que en el Lote Cornejo, donde estaba ubicada la escuelita rural, hoy totalmente cubierto por cañaverales, había también viviendas de adobe y piso de tierra donde pernoctaban los zafreros con sus familias. No contaban con ninguna comonidad, de ahí que los padres y los hijos tenían que dormir en el suelo y pasaban frío en los días crudos de invierno.

Para llegar a la escuelita los chicos tenían que caminar largos trechos y muchas veces soportar las inclemencias del tiempo como el intenso sol, la lluvia o el frío. Si bien el niño Evo no caminaba tanto porque su inquilinato no estaba muy distante, muchos de los otros alumnos debían recorrer hasta tres kilómetros.

Ahora los chicos ya no pasan tantas penurias, puesto que la vieja escuelita, hecha de adobe y techo de chapa que estaba en medio de los cañaverales, fue derribada y se edificó otra de ladrillo y tejas con los servicios básicos a la orilla de la ruta provincial 11 e incluso tienen transporte público que los traslada hasta el lugar y reciben desayuno y almuerzo escolar.

Por aquellos años, la escuela no tenía luz ni agua como ahora. Las tres docentes que enseñaban iban en un colectivo que las dejaba sobre la ruta. Desde allí, tenían que caminar más de un kilómetro hasta llegar a la escuelita. A veces llegaban totalmente mojadas y embarradas, porque en época de lluvias el camino se inundaba.

“Pese a todo, prefiero la vieja escuelita. Era mejor, más grande y cómoda. Tenía más espacio e incluso había una habitación para la cocina. Acá tienen que preparar el almuerzo para los chicos en medio de la dirección”, comenta la ‘profe’ Elba.

Recuerda que las tres maestras que dictaban clases bajo la modalidad de plurigrado, es decir, que tenían varios cursos a su cargo, nunca se faltaban. Sea como sea iban a clases por respeto y cariño a los alumnos que recorrían grandes distancias para llegar.

“Fueron días muy difíciles, pero al mismo tiempo, maravillosos y creo que eso debe estar grabado en la memoria de Evo y de cada uno de sus compañeros, quienes se esforzaban mucho y al salir de la escuela ayudaban a sus padres en los cañaverales. La mayoría tenía las manos ásperas, cortadas y con pequeños callos por el dulce de la caña y el uso del machete”, dice.

No obstante, no todo era estudio y trabajo. Frente a la antigua edificación había una canchita donde los chicos se ponían a jugar fútbol con una pelota de trapo porque no tenían más.

De ello disfrutaba mucho el ahora presidente de los bolivianos, rememora vagamente Kutny, como arañando los recuerdos de aquella época, mientras hace un recorrido entre el gomero y las palmeras del Lote Cornejo, a los que mira con tristeza, porque es lo único que queda hoy de la vieja escuela donde el niño Evo hizo sus primeros pininos.

José Villca, actual director de la escuela Dr. Julio Argentino Cornejo, explica que él era todavía pequeño pero recuerda que pasaba por el Lote Cornejo y siempre veía a los chicos jugando fútbol y que hasta hace algunos años, los fines de semana los trabajadores organizaban campeonatos de fútbol en esa canchita y participaban equipos de otras comunidades aledañas.

Emotivo rencuentro

Casi dos meses antes de la visita del presidente Evo Morales a la escuela donde aprendió el ABC, marcada para el 20 de noviembre, el ministro de Educación de Bolivia, Roberto Aguilar, se encontró con la maestra, asimismo con autoridades de Salta para coordinar todos los detalles.

El 20 de noviembre fue un día muy esperado no solo por los residentes bolivianos que viven en el vecino país, sino también por los ciudadanos salteños que tenían mucha expectativa por la visita del primer presidente indígena de Bolivia.

Pasaron más de 48 años desde que Evo y su maestra se vieron por última vez. El encuentro fue muy emotivo. Ambos se mostraron muy conmovidos y se fundieron en un abrazo muy cariñoso. Él quería estar seguro de que su primera profesora de vida, como la llamó, estaba bien y ella solo quería conversar un poco.

Las lágrimas de bolivianos residentes en Argentina, de niños y de mujeres de Campo Santo por ver que uno de los alumnos de su escuelita llegó a ser presidente de un país, y la alegría de las autoridades educativas y de los excompañeros por tener a Morales como un ilustre visitante, le pusieron el marco conmovedor a la cita.

La maestra más que orgullosa, dice sentirse satisfecha por el deber cumplido, ya que si bien Evo es el único de sus alumnos que ha llegado a ocupar un cargo tan alto, tiene muchos otros estudiantes que pasaron por sus aulas que son excelentes profesionales, que se han superado y sobresalido en diferentes áreas y que hoy en día están trabajando muy bien.

Sin embargo, no todo fue bonito en el encuentro con su alumno, ya que debido a la gran cantidad de gente que llegó hasta el lugar y a la falta de una mayor seguridad presidencial, la docente no tuvo tiempo de conversar casi nada con él y no la dejaron acercarse mucho.

“Me empujaban de todos lados y no pudimos conversar prácticamente nada, intercambiamos saludos y apenas intercambiamos palabras. Hubiese querido tener más tiempo para charlar y darle algunos consejitos. Incluso me dieron ganas de decirle si me dejaba darle un jaloncito de pelos, pero no nos dieron lugar a nada”, expresa con cierta tristeza la profesora, que espera volver a encontrarse con él algún día y sin tanto protocolo.

¿Algo que quiera decirle ahora y no pudo hacerlo en ese encuentro?, le consultamos. A lo que de inmediato respondió que solamente le pide que siga gobernando en democracia, con la verdad, justicia, solidaridad y amor hacia su comunidad para construir la patria grande que él tanto quiere, para que todos los latinoamericanos podamos seguir viviendo en unidad como hermanos.

 imageUn encuentro muy emotivo. La maestra que enseñó a Evo Morales sus primeras letras se mostró muy emocionada en el rencuentro.Foto El Deber. 

Dedicada a la educación

Son las 10:30 en la población de Campo Santo cuando la maestra llega a la nueva escuela -no la suya aclara- que está rodeada de inmensos árboles de eucalipto y solo un enmallado le da protección. Viste una falda azul a media pierna y blusa estampada como haciendo juego, y se complementa con zapatos y cartera negra. No usa maquillaje, pero eso sí, nunca le falta un brillito y color en los labios. “Me pinto la boca aunque no me lave la cara. La mujer nunca debe perder ese coqueterío”, apunta, mientras lanza una franca sonrisa.

Al parecer lo que dice la maestra es muy cierto, ya que el presidente Morales cuando se rencontró con ella, entre risas expresó: “Me dijeron que mi profe es bien coqueta”.

La ‘profe’ Elba, una de las primeras docentes que tuvo la escuela Dr. Julio Argentino Cornejo y de descendencia polaca, es una mujer bajita, de contextura más bien delgada, de ojos pequeños, sonrisa amplia y unas cuantas arrugas que le ha dejado el paso del tiempo y los 35 años dedicados a la formación de estudiantes, 22 de los cuales los pasó en la escuela rural Dr. Julio Argentino Cornejo de donde se jubiló en el año 1991.

La ‘profe’ Elba nunca se casó. Sus alumnos, primero niños y luego adolescentes, la absorbieron tanto, dice, que cuando acordó se le había pasado la vida. “Si me preguntás si me hizo falta tener una pareja y nenes, te puedo decir que no porque tengo muchísimos hijos espirituales que me han dado grandes satisfacciones”, resalta.

Durante más de tres décadas se dedicó a enseñar y hoy pasa sus días cuidando más de 50 canarios en su casa, visitando y llevando alegría y ayuda a los ancianos del geriátrico del Hospital Dr. Joaquín Castellanos, de Güemes.

Siempre quiso conocer el lago Titicaca, pero desde que tuvo el accidente cerebro vascular, hace poco más de un mes, tiene ciertos problemas con la presión alta y cree que no será factible cumplir ese sueño.

“Quisiera ir y sentarme frente al lago, evadirme del mundo, entrar dentro de mí y volverme a reencontrar”, dice con un dejo de melancolía.