¿El último mandato de Evo Morales?


Editorial – El DíaEL TOQUE POR TRONDEsta es la pregunta que se hacen todos los bolivianos, tanto los que apoyan al presidente Morales, los que se oponen a él y por supuesto, los que están convencidos de que la única manera de conseguir la prosperidad del país es con democracia, cuyos pilares fundamentales son la alternancia y el pluralismo. Ningún caudillo, por más “grandioso, fuerte y honorable” que haya sido ha conseguido jamás en la historia llevar a su país a un buen puerto y los resultados siempre han sido efímeros y en la mayoría de los casos, desastrosos.El propio jefe de Estado boliviano lo ha dicho en varias ocasiones últimamente. Ha reiterado que esta gestión será la última y que luego del 2020 se retirará de la política y se dedicará a la agricultura y la gastronomía. No es la primera vez que lo dice y lamentablemente en una ocasión reconoció que este tercer mandato forma parte de un engaño que fue bautizado como “estrategia envolvente” por el vicepresidente García Linera. Sería bueno que hoy, cuando pronuncie su discurso ante el país, ante los siete mandatarios de otros países y las cuarenta delegaciones extranjeras que estarán presentes para el acto de posesión, lo deje bien claro para que todos lleguemos a la conclusión de que la democracia sigue viva en Bolivia y que puede tener el futuro que todos esperan.Si el presidente Morales toma la decisión de abandonar su idea de quedarse en el poder para siempre, como lo ha mencionado varias veces, automáticamente se resolverán muchos problemas en Bolivia. En este momento, existe todo un gigantesco aparato político, judicial, policial, militar y propagandístico, que trabaja  las 24 horas del día para controlar los mecanismos de reproducción del poder. Es el que mantiene cooptada la justicia y las entidades públicas para impedir que nada ni nadie se interponga en este objetivo y por supuesto, es el sistema que destruye la justicia, deteriora el sistema institucional, violenta los derechos humanos y por si fuera poco, se lleva la mayor cantidad de recursos económicos que deberían invertirse en convertir a Bolivia en un país competitivo que deje de vanagloriarse por subir o dos puntos en la eliminación de la extrema pobreza.Si el presidente toma hoy esta importante decisión, estos cinco años podrían convertirse en los mejores desde el 2006, pues todo el tiempo que se consume en la campaña proselitista permanente en la que se ha mantenido desde que llegó al Palacio Quemado, podría invertirlo en mejorar su gestión y en solucionar todos los problemas que él mismo reconoce y que constantemente está señalando a sus subalternos, pero que se encaran por “problemas de agenda”.En estos cinco años el gobierno podría asumir el riesgo de encarar políticas “impopulares” y buscar el bien común, el verdadero interés de la Patria, que muchas veces ha sido relegado por beneficiar a uno u otro sector afín al gobierno, por mantenerse en una senda ideológica que nos ha conducido al fracaso, sobre todo en el objetivo más importante de Bolivia: la construcción de un modelo productivo diverso y sostenible.Sin la presión del plebiscito permanente, Evo Morales puede volverse más pragmático, restablecer relaciones con sectores, con países y con mercados que nos convienen a todos y de esa manera, sin duda alguna derrotará a los principales enemigos de los bolivianos: la pobreza y la desigualdad.