Erick Fajardo PozoLos herederos políticos de Hugo Chávez administran la comunicación de masas, sus recursos técnicos y sus agentes estratégicos con una eficacia simbólica y discursiva que ha superado el monopolio económico y tecnológico de las cadenas informativas globales y ha derrumbado el mito sobre la hegemonía informativa de las potencias occidentales.Su comprensión sobre el impacto de las nuevas tecnologías en el campo político y el campo social viene de un empirismo y un practicismo que han rebasado ampliamente las aproximaciones más científicamente rigurosas al fenómeno de la información en la Era de las redes sociales y la comunicación en tiempo real.Son dueños de una eficacia mediática que no puede ser ya atribuida al simple monopolio estatal de medios o a la censura informativa que ejercen desde el estado.Arrinconados en su propia crisis económica, sus vínculos con el narcotráfico y sus escándalos de corrupción, los delfines del ALBA lucen tan débiles y tan fáciles de derrumbar que en apariencia bastaría una portada de El Mercurio o La Nación para precipitar su caída. Y sin embargo han sobrevivido incólumes a la sinfonía de denuncias de las mayores redes informativas globales, siempre operadas con ritmo quirúrgico y disciplina estratégica, aprovechado cada escándalo, cada filtración, con tal habilidad que tornan periódicamente las crisis informativas más adversas en verdaderos resurgimientos políticos.Han creado una atipicidad tal en los paradigmas informativos que en breve nos obligará a revisar no sólo las definiciones concertadas sobre populismo sino aun nuestras certezas académicas más básicas sobre la relación entre periodismo y política, así como sobre el «efecto absoluto» de la opinión pública en el campo político.Su apelación sistemática al recurso mitológico y las narrativas maniqueístas en el discurso político han generado una desviación o anomalía tal en el curso de la órbita informativa que crearon un doble standard de percepción pública sobre el abuso de poder, tan absurdamente favorable para ellos como nocivo para los gobiernos de occidente.Wikyleaks es el ejemplo más emblemático y patético de su capacidad para incidir en la doble percepción de las acciones políticas, a partir del posicionamiento discursivo de su actores.En conclusión: se han mostrado tan diestros en el manejo de la información como para marcar la agenda de la política internacional y crear un equilibrio artificial de poder frente a su enemigo literario: El «Imperio».Asistimos – en términos de McLuhan – al nacimiento de una nueva galaxia. Un hoyo negro que engulle todas nuestras certezas acerca de comunicación, discurso, estado y poder; y nuestra respuesta no puede seguir siendo la negación de este fenómeno comunicacional. Es insostenible replicar la necia actitud del clero inquisitorial que incineró a Galileo Galilei y Giordano Bruno, creyendo que los paradigmas se destruyen con la carne de sus agentes.La correlación de fuerzas en el campo informativo se ha alterado dramáticamente y la minimización del problema no es más - al menos no académicamente – una respuesta aceptable.Una suerte de nuevo metarrelato de la creación del mundo, pregonado con impecable retorica por la vertiente caribeña de la escuela de la propaganda de Joseph Goebbels, se ha impuesto en su duelo con el paradigma del Gran Hermano.Es tiempo de empezar a entender cómo opera este fenómeno, antes que el nuevo equilibrio de poder informativo incida de manera permanente en el equilibrio político global.