Mientras se discute acerca de las autonomías –entre autonomistas de verdad y los disfrazados–, el centralismo y el menosprecio a Santa Cruz crecen. Sucede incluso en el ámbito privado.
Santa Cruz es la vaca lechera generadora de recursos. Ninguna de las empresas privadas con sede en La Paz y de alcance nacional puede prescindir de Santa Cruz de la Sierra; sin el mercado cruceño se caen o tambalean. Por otro lado, muchos paceños dueños de empresas optaron por vivir aquí. Aunque esta tierra oriental los acoge e hicieron fortuna, incomprensiblemente toman a Santa Cruz como si fuera un satélite ‘opa’: todo lo dirigen por intermedio de La Paz. El centralismo y el desdén por lo local llegan a extremos. Hasta temas regionales son decididos en las alturas, sin importar diferencias climáticas, costumbres o iniciativas cruceñas. “Lo arreglamos desde La Paz”, se dice. Ello pasa a ser orden sacrosanta e indiscutida.
Empresas que alguna vez tuvieron sus directorios en Santa Cruz los han trasladado a La Paz, con perjuicio para nuestro departamento. La dirigencia local jamás abrió la boca para protestar por estos cambios. Empresas que sí deberían tener sus directorios acá, he aquí que por cálculo, miopía o conveniencia, los tienen en otros lugares sin importarles que Santa Cruz les produce sus mayores rentabilidades. Total, Santa Cruz vale como mercado, para vivir bien y para ganar, no para dejar algo. El asunto llega a ser irritante. Esto no se trata de regionalismo, sino de realidad. Y conste que me estoy refiriendo al sector privado, no al público. El centralismo andino en las oficinas del Estado debe ser tremendo.
Se exprime a Santa Cruz y poco se deja. Para colmo, se trata a la gente local como incapaz, pues se ordena desde la sede de Gobierno sin hacerle caso al que conoce su propia región. Como en la dirigencia cruceña hay silencio, ignorancia, complicidad o indiferencia (vaya uno a saber cuál), así nos va… El dominio altiplánico es casi total y la autonomía resulta ser una burla cruel.
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¿Cambiará este alarmante panorama? Quién sabe, ello dependerá de una atinada política oficial acerca del tema y del respeto que los propios cruceños deberemos tener hacia nosotros e imponer hacia nuestra tierra, donde todos son bienvenidos ciertamente, pero tienen que querer, respetar y colaborar a Santa Cruz al mismo tiempo que prosperan con su desarrollo. No somos un socavón para extraerle el mineral, retirar beneficios y luego irse.