La siguiente etapa de la “revolución”


Quienes en Bolivia como en Venezuela todavía subestiman y toman como motivo de burla los proyectos de Chávez y Morales harían bien al cambiar de actitud

los_tiempos_beta Editorial Los Tiempos



Hace unos días, en un acto que tuvo lugar en la Asamblea Nacional de Venezuela para conmemorar el décimo aniversario de la aprobación de la Constitución vigente en ese país, el ex ministro y dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela Aristóbulo Istúriz asumió la representación de Hugo Chávez, quien asistía a la cumbre de Copenhague. Lo hizo para anunciar que pronto se iniciará en su país la “tercera fase” de la revolución bolivariana.

¿En qué consistirá la etapa que se inicia? Istúriz lo explicó con toda claridad, de modo que a nadie le quede ninguna duda.

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“Entre los grandes retos que tiene por delante el proceso revolucionario está el de desmontar la actual estructura estatal y los modos de producción capitalista, para sustituirlos por el estado comunal. El antiguo proceso garantizaba a medias los derechos del pueblo”, dijo.

Para Istúriz, la sustitución del modelo de producción capitalista, basado en la propiedad privada sobre los medios de producción, “donde la plusvalía es producto de que la explotación se acumula en manos capitalistas”, debe cesar para dar paso a un modelo de poder popular. “Si no cambiamos el modelo económico, no hay revolución”, sostuvo.

Según la explicación dada por el representante de Chávez, Venezuela ha cumplido de forma anticipada las metas que se fijaron para la “segunda fase”. Ya se han creado las condiciones necesarias para comenzar a desmantelar el capitalismo, por lo que no es necesario seguir dando largas al objetivo principal que consiste en construir un Estado socialista en el que no haya lugar para la propiedad privada de los medios de producción.

Tan descarnado anuncio ha sido recibido con dos reacciones diferentes en las filas de la oposición venezolana que continúa, diez años después, sin hallar el camino que la conduzca a una unificación y mucho menos a elaborar un plan de acción alternativo al propuesto por Chávez. Unos lo han hecho, como ya es habitual, subestimando la seriedad del anuncio, considerando que se trata sólo de una más de las “bravuconadas” chavistas. Otros, en cambio, ya escarmentados por la experiencia acumulada en la última década, han preferido tomarlas en serio y dejar de esperar, pasivamente, que el proceso se desmorone por sí solo como consecuencia de sus propias flaquezas.

Quienes insisten en subestimar los alcances de la revolución chavista basan su actitud en la suposición de que es imposible, por lo absurdo, que se plantee seriamente la posibilidad de reincidir en un sistema económico y político que demostró su inviabilidad en cuanto país quiso aplicarlo el siglo pasado. Creen, por eso, que una sonrisa burlona es la mejor manera de responder a los anuncios hechos por los promotores del “Socialismo del Siglo XXI”.

El tema merece ser visto con atención en nuestro país, pues, como ya está ampliamente demostrado, los procesos políticos de Bolivia y Venezuela van por caminos paralelos. Quienes acá como allá todavía subestiman y toman como motivo de burla los proyectos de Chávez y Morales harían bien al cambiar de actitud.