Jamás pensé que podría amar una serie, pero es lo que siento al hablar de Los Simpson. He crecido con ellos, he reído con ellos, he iniciado conversaciones con personas que acababa de conocer gracias a sus bromas, y me es imposible imaginar un mundo en el que hubiera crecido sin Los Simpson, una serie tan presente en todo el mundo que, por ejemplo, el 99% de españoles han visto Los Simpson en algún momento desde el inicio de su emisión. Y es por eso por lo que la serie de Los Simpson debe finalizar ya, antes de que pierda la poca gloria que le quede de sus días pasados.Tras un cuarto de siglo desde su estreno, me puse a repasar en la historia de Los Simpson para ver cómo había evolucionado la creación de Matt Groening. Y tras ver varios crossover con su propio pasado, Futurama o incluso el «gran enemigo» Padre de Familia, así como recurrir a recursos como una introducción creada por Banksy, era evidente que la chispa original de la serie había desaparecido.
Evidentemente, no podemos hablar de series sin hablar de las compañías que ayudan a su creación y emisión. Ellos son los primeros en anteponer sus propios deseos (en este caso, las ganancias generadas por los espectadores) alstatus perdido debido a la calidad disminuida a lo largo del timepo, algo comprensible hasta cierto punto debido a que ellos manejan un negocio y han de estirar la gallina de los huevos de oro mientras ésta siga siendo rentable. El problema llega cuando este estiramiento en el tiempo llega a límites absurdos.Los Simpson es el ejemplo más representativo de series que debieron acabar hace tiempo, pero no es el único.
Sin embargo, este ejemplo de Los Simpson no es único y exclusivo, y en lugar de profundizar sobre los grandes momentos de esta serie prefiero utilizar este ejemplo como introducción al verdadero problema en la televisión: que han existido y existirán series que han durado más tiempo del que se esperaba de ellas en un primer momento, y se han acabado convirtiendo en versiones con una décima parte del potencial que tenía en un primer momento.Pongamos otro ejemplo bastante ilustrativo: The Big Bang Theory, la serie creada por Chuck Lorre (el cual también creó Two and a Half Men) simplemente no sabe cuándo parar. Con su reciente renovación hasta una decimotercera temporada y unos personajes protagonistas que cobran un millón de dólares por episodio, es una serie que está cerca de una situación insostenible, especialmente debido a que esta ahí debido únicamente a sus números de audiencia, y nada más.

Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
No niego que haya gente a la que le guste este tipo de series: un capítulo de 40 minutos para desconectar después de un largo día en el que te plantean la introducción, nudo y desenlace, y al día siguiente te has olvidado de todo. Pero este tipo de estructura dificulta mucho el éxito final de una serie, salvo algunaque otra excepción, y como fan de todo tipo de series, me da mucha pena verseries con mucho potencial que se diluyen en el tiempo incapaces de tener una despedida digna.Piense en series como Lost, The Newsroom, Breaking Bad, Hannibal, Luther… Todas auténticas obras maestras, y ninguna llega a superar los 150 capítulos. Especialmente interesante es el caso de Luther con tres temporadas y menos de 20 capítulos, siendo la serie perfecta para representar de que una buena serie no ha de llegar a las 10 temporadas y más de 200 episodios.
