¿Quousque tandem…? (*)

Por: Harold Olmos *

Bajo la presión de miles de campesinos movilizados por activistas del partido de Gobierno, el Congreso aprobó una ley que abrió el paso a un plebiscito el 25 de enero en torno al proyecto constituyente elaborado por el MAS y modificado parcialmente por los legisladores. Con esta decisión se ha dado un paso que quedará registrado como expresión de uno de los periodos más turbulentos de la historia de Bolivia. Ahora están abiertas las compuertas para una nueva racha de acontecimientos.



En un organismo debilitado institucional y económicamente, éste es el inicio de una nueva prueba sobre la capacidad boliviana de ofrecer horizontes de progreso para su población. Uno quisiera equivocarse, pero es fácil ver que los nubarrones en el panorama nacional e internacional harán del camino una ruta tortuosa en la que cada paso será, otra vez, un esfuerzo redoblado para mantenerse en una senda de paz.

Un paréntesis para mencionar un aspecto importante de este tormentoso episodio. Se ha hablado mucho del sacrificio extenuante de los marchistas, la mayoría ignorante de su misión y su contenido. Pero poco se ha mencionado la valentía de los parlamentarios que resistieron la presión y obedecieron espartanamente el mandato de sus departamentos. Fueron unos pocos representantes de Tarija, Santa Cruz, Beni y Pando, junto a los de Chuquisaca, herida pero aún de pie por el desconocimiento a su aspiración de reasumir la capital plena que perdió en una guerra. En cuatro jornadas, reposaron como pudieron en el Palacio Legislativo para evitar ser suplantados, sospecha increíble en una democracia auténtica pero muy real en nuestro medio. Y allí construyeron la línea de defensa que les dictaba la conciencia. Los observadores extranjeros y muchos nacionales quizá pasen por alto este episodio de perfiles heroicos. Pero los nombres de sus protagonistas no serán olvidados en sus pueblos.

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Fueron cuatro jornadas grotescas porque su fondo —por la razón o la fuerza— no es democrático (¿era posible esperar algo mejor, dadas las estructuras sobre las que se asienta Bolivia y la rapacidad e ineficiencia vergonzosas de los gobiernos anteriores?). Se suman a otras de los últimos años, cierto. Pero éstas fueron aderezadas por el Presidente, quien las encabezó en su inicio y su final. Fue la contradicción injustificable entre un mandatario que debe aplicar la ley —que prescribe que los legisladores no deben ser objeto de presiones— y otro que presiona y rompe la ley (¿Hay algún lugar en el mundo democrático donde las multitudes y el Presidente se congreguen para obligar a los legisladores a votar en determinada dirección? O si no… Señálenme uno, por favor). Era como el “estoy aquí y no estoy aquí” que se atribuye a la cosmología altiplánica.

El proyecto que se decía inviolable y al que no se le cambiaría una coma ha sido modificado en muchas secciones. Es un reconocimiento de las anomalías gramaticales y de fondo que existían en el elaborado originalmente. Los legisladores corrigieron errores graves de redacción, como los “derechos fundamentalísimos” (¿?). Pero, ¿fue legal lo que hicieron?

El Congreso asumió funciones que no le competen. Se metamorfoseó en Congreso Constituyente para hacer lo que el Presidente confesó que dice a sus colaboradores: si hay algo ilegal vuélvanlo legal. Festejarán quienes ingenuamente creen que este proyecto es la piedra filosofal. No lo es. Vendrá el referéndum del 25 de enero, pasará el tiempo y se verá que las condiciones de los bolivianos no cambiaron. A menos que haya un cambio, con actitudes de culto a la ley, a la educación y al trabajo, empleo e inflación seguirán siendo temas de sobremesa, pero las porciones probablemente serán más magras.

(*) “Hasta cuándo…” El tribuno Cicerón a Catilina, en el Senado romano.

Periodista