Agustín Echalar AscarrunzHace unos 10 días, cuando el presidente de Perú, Ollanta Humala, hizo un comentario un tanto rudo respecto al accionar de su colega boliviano, fue difícil no hallarle razón, y es que involucrarse personalmente en la entrega de un fugitivo en la frontera es algo que definitivamente no está en las funciones de un primer mandatario: ni en el Perú ni en el Alto Perú.La aseveración fue torpe y colocó, por un minuto, a Bolivia en su antiguo rol de satélite de la Lima colonial. Un prepotente hijo de la Lima aristocrática no hubiera podido reaccionar de una manera tan británica, como lo hizo don Ollanta.Al presidente Evo, el hecho puede haberle importado poco y es que, a su manera, cumplió posiblemente con su agenda de imagen. El incorruptible que no tolerará el asilo de sinvergüenzas de otras latitudes, aunque como los mensajes pueden ser interpretados de distinta manera, es posible que su acción haya sido interpretada como un mensaje contra los exaliados que dejen de serlo. De hecho, ha mostrado ya su faceta de implacabilidad contra los que fueron suyos y dejaron de serlo.La semana que termina ha traído, a través de las redes sociales, una grabación de una entrevista que concedió Jude Law, un actor inglés del ambiente hollywoodenses, a un animador norteamericano. En esta se escuchó cómo el actor, entre risas y exclamaciones de sorpresa, contaba una hilarante noticia: había ido a un cierto fin de mundo a promover una cerveza local y terminó siendo invitado, nada menos, que del Presidente del país, quien, en pleno Palacio de Gobierno, hizo una ceremonia con fuego y todo y luego la pasaron bomba bailando Conga ¿…? El gringuito estaba impresionado, vio -según él- a unas 20.000 personas bailando y vitoreándolo en la plaza principal de la capital de ese país.Es difícil imaginarse una escena más obsecuente, de mayor lambisconería que la de conceder honores a un ilustre gringuito que vino a promover la cerveza local en los Carnavales. Law vivió en carne propia eso que se llama un país de opereta. Lo que describió fue una escena completamente surrealista y el protagonista principal de ese show fue, nada menos, que don Evo.El episodio es penosísimo. En primer lugar para Evo, que por un momento, una vez más, fue objeto de risas, no de sus enemigos, sino de todos quienes vieron la entrevista. No tiene mayor importancia, es ni más ni menos una anécdota, no ha habido personas perjudicadas ni se han cometido injusticias, lo único que ha pasado es que Evo y su gobierno han mostrado su lado banal y un cierto retrogusto colonial. Por lo visto, lo gringo subyuga aún.Para un gobierno tan preocupado en los mensajes y en los símbolos, este episodio es un verdadero faux pass y muestra algunas debilidades en el aparato que cuida la imagen de Su Excelencia, y, por supuesto, en el protocolo que normalmente rodea y protege a un jefe de Estado.Ahora bien, mientras este tipo de situaciones sólo deben arrancarnos una sonrisa, hay detalles serios que deben ser no sólo tomados en cuenta, sino que deberían causar un mayor rechazo, como el involucramiento del gobierno de Evo en la defenestración del magistrado Cusi, con todos los atroces detalles que esto implicó y en los que el Presidente mostró, posiblemente, su peor rostro.Y esta semana hemos recibido la noticia de que el camino que partirá el Tipnis en dos será construido. Evo y los suyos están demostrando que tienen memoria y que no permitirán que nadie les impida salirse con la suya. Los episodios del pasado reciente al respecto todavía no se han esclarecido, y la infamia de las elecciones en el Beni sólo suma a un estilo tremendamente prepotente. Del asunto Jude Law nos podemos reír, es una opería. Lo dramático, lo que hace congelar nuestras sonrisas, es lo demás.Página Siete – La Paz