El ocaso del «bolivariano»

El espejismo de Hugo Chávez se va disipando en forma acelerada y a estas alturas sería ingenuo seguir tomándolo como el paladín de la justicia social y de la lucha contra un imperialismo opresor e indolente ante la lacerante pobreza que afecta a nuestros pueblos.

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Muchos veían con gusto como el pequeño «David caribeño» le paraba el coche al agresivo Goliat imperialista. Algunos nostálgicos recordaban la época heroica de los primeros años de la Revolución Cubana y veían en Chávez al protagonista de otra etapa en la lucha por la liberación de los pueblos de las garras del «imperialismo opresor».



Sin embargo no paso mucha agua bajo el puente y el hálito romántico que se creó alrededor de Chávez acabó cayéndose y se mostró la cruda y descarnada realidad. Es que don Hugo nunca fue de izquierda; se trató de una adhesión obligada por las circunstancias. En realidad tiene mucho más de Mussolini, en sus discursos grandilocuentes y en sus propias actitudes.

Mientras lanzaba sus arengas contra el imperialismo en los hechos hace muy buenos negocios con él, pero, eso sí, obligaba a algunos países que como Bolivia y su presidente habían caído bajo su tutela a no hacerlo.

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En 1992 se rebeló contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez y muchos no vieron en esto como un intento de golpe de Estado sino como una reacción ante la corrupción generalizada en Venezuela. No era un golpista, era un justiciero. No se puede pasar por alto que en muchos casos fueron los mismos grupos dominantes los que generaron las condiciones para el surgimiento de experimentos siniestros como el de Chávez.

Sin embargo fue el mismo sistema que dice querer destruir el que le posibilitó su llegada al gobierno esta vez por la vía democrática para instaurar lo que algunos han denominado el “autoritarismo plebiscitario”, un mecanismo mediante el cual legitima todas sus acciones mediante el voto, un voto prebendal que por supuesto está muy bien controlado para que siempre le resulte favorable.

Paradójicamente un intento de golpe de Estado en su contra el año 2002 fue el que acabó por consolidarlo en el poder y desató, sin ambages, sus inclinaciones mesiánicas y autoritarias. Como ocurre casi sin excepciones en estos casos, el primer blanco fue la prensa y dictó medidas que ponían serias cortapisas a la actividad informativa al extremo de aniquilar casi por completo la prensa libre en ese país.

Es emblemático de esta situación su programa “Aló Presidente” en el que durante horas y horas lanza sus belicosas arengas y al cual están obligados a entrar en cadena todos los medios de comunicación venezolanos bajo amenaza de inmediata clausura.

Lo que capciosamente Chávez denominó la “revolución bolivariana” no tuvo solo como componente la vulneración de la libertad de expresión sino también la más abyecta de las corrupciones. En Venezuela ha surgido una nueva oligarquía para reemplazar a la tradicional y las costumbres no difieren mucho entre ambas.

Todos los discursos de tono socializante lanzados contra  los capitalistas son una impostura. En Venezuela «bolivariana» solo cambiaron los beneficiados.

Durante un tiempo Chávez, en forma totalmente irresponsable intentó desviar la atención ante la inminencia de la crisis. Inventó agresiones en contra de Venezuela pero la realidad no podía ser ocultada por mucho tiempo y ahora ha quedado muy claro que es lo que en realidad pretendía.

Un dato interesante. Los dos candidatos a la presidencia en Chile, tanto el de «derecha» como el de «izquierda», coincidieron en indicar que en Venezuela la democracia corre un serio riesgo y que Chávez es un peligro para la estabilidad en la región.

Venezuela confronta una aguda crisis económica producto de una administración irresponsable y corrupta que estuvo más ocupada por exportar una supuesta “revolución” y en ese su empeño despilfarró el dinero de los venezolanos y las consecuencias de las ambiciones mesiánicas del sátrapa caribeño ya son visibles.

Por el momento es difícil decir cuando comenzará a sonar el réquiem por Chávez pero es sabido que a quienes han probado las mieles del poder les cuesta mucho dejarlo y por tanto lo único que queda es esperar que este proceso de declive, que es a todas luces irreversible, no traiga mayores pesares para el pueblo venezolano y que quienes son sus obsecuentes seguidores en «esta parte de América» algo aprendan de esta triste experiencia.