A rompe y raja

El Deber

Editorial



Grande el sello de demócrata que se estampa en mitad del pecho lampiño el Gobierno de Evo Morales. Y con tal sello a la vista, incluso a severos organismos internacionales y a sus oficiosos veedores, más de una vez, el jefe de Estado ha logrado persuadirlos ciertamente de su autenticidad democrática.

Pero no deja de ser chocante que Morales y su régimen, catalogados demócratas con caracteres gruesos, en el ejercicio de sus roles, -los propios de sus rangos y de otros que se atribuyen-, avancen como vulgarmente se dice, a rompe y raja, o sea contra vivos, agonizantes y muertos, arrollando a quienquiera, persona, idea, institución o cosa, que les salga al través.

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No es mentira que la democracia ha dejado de ser un valor supremo, meta de la convivencia en comunidad civilizada y pacífica. Tanto se la ha zarandeado, tantos incalificables extremos se han dado en su nombre, tantas felonías han incubado en sus pliegues, que es natural virtualmente esperar o vivir la democracia con no pocas aprensiones. Pero con todo lo que se le pueda objetar a la democracia a cada paso, es imposible no coincidir en que es, con mucho, el sistema de vida más llevadero en cualesquiera y en todos los puntos del planeta Tierra.

El propio jefe de nuestro Estado boliviano ha confesado en diversas circunstancias ordinarias y extraordinarias, su fe democrática. Y a pesar de que en su comportamiento de demócrata de todos los días ha dado ruidosos tropezones, varias veces, no se puede discutir que alguna hilacha le queda de su vocación democrática, que está muy lejos de ser suficiente pero que, de todas maneras, algo es algo, peor sería nada.

Si el presidente Morales fuera de cepa democrática se habría impuesto un riguroso respeto a los poderes del Estado como el Judicial, el acatamiento y la muy estricta observancia de sus disposiciones, de sus determinaciones que, al menos crípticamente, tienen la majestad de la ley.

En esta materia, Evo Morales, soberbio y providencial como más de una vez lo hemos catalogado, se ha metido bajo la suela de su zapato no sólo códigos y procedimientos sino que a la vez ha atropellado con escarnio y carencia de piedad a funcionarios y a sistemas procedimentales. Y el Primer Mandatario se cubre de consecuencias tras su inmunidad, contra la cual, los ciudadanos hasta hoy apenas medio abrimos la boca para protestar y preferimos optar por el acatamiento que mucho tiene de servil.

Morales pretende el cambio. A esa meta ideal puede llegar sin llevarse por delante elementos básicos de la convivencia en paz y con democracia efectiva.