Salieron los «duros» pero se cuela algún «sucha»

Por lo general las acciones políticas que asume el presidente Evo Morales son difícilmente previsibles en cuanto a sus motivaciones o sus alcances. Es que muy pocas de ellas se enmarcan en criterios racionales y por tanto los analistas políticos tienen que hacer esfuerzos de imaginación para interpretarlas.

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Sin embargo en esta oportunidad habría que darle el beneficio a la duda al Presidente devenido ahora también en “guía espiritual” de los bolivianos. Un primer vistazo a la conformación del “primer gabinete del Estado Plurinacional” podría indicarnos que Evo Morales tiene en mente (al menos en apariencia) aplicar un cambio de rumbo en su administración.



Esto es, una vez alcanzados los objetivos políticos que se había trazado, entre ellos el virtual aniquilamiento de la oposición por medios electorales y la persecución de sus principales dirigentes, Evo estaría dispuesto a encarar una nueva etapa dentro de su gobierno algo más concertadora y dirigida ¿a la gestión pública?.

Quintana, Rada y San Miguel expresaron lo peor de la primera etapa del gobierno de Evo Morales. Mostraron la cara represiva y autoritaria del régimen. Quintana no solo es identificado como el gestor de los enfrentamientos en la localidad pandina de Porvenir sino que también estuvo involucrado en el caso del contrabando en los 33 camiones y en el cual fue absuelto a priori por el gobierno sin que la justicia tuviera nada que decir.

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De Rada se recuerda su directa participación en la feroz represión desatada en La Calancha en Sucre y que ocasionó tres muertos y decenas de heridos, de los que tarde o temprano deberá rendir cuentas.

San Miguel fue en muchas ocasiones el comodín del gobierno y era frecuente escucharlo referirse a temas que incumbían a otras carteras de Estado, particularmente el de Justicia, donde la titular no sabía donde estaba parada (y al parecer la nueva tampoco). Defendía las arbitrarias medidas del gobierno con el mismo entusiasmo con defendía la capitalización de las empresas del Estado durante el gobierno de Sánchez de Lozada.

Tomando en cuenta estos antecedentes, la salida de estos oscuros personajes sin duda ayudan a dar una imagen algo más conciliadora al gobierno de Evo Morales sin embargo no todo es color de rosa. Esa imagen se desdibuja con la incorporación de Sacha Llorenti como Ministro de Gobierno.

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Llorenti es el típico cortesano palaciego. Sus ansias de llegar a algún cargo ministerial eran muy conocidas y se sabe que llegó a conspirar contra el propio Juan Ramón Quintana contra cuyo cargo apuntó en un principio. Es muy conocida también, sus dotes excepcionales para actuar entre bambalinas y andar de manera permanente soplando chismes al oído de Evo.

En sus años mozos fue miembro de la Avanzada Universitaria, es decir la expresión universitaria del MNR, donde se contactó con Héctor Arce, actual presidente de la Cámara de Diputados y con Walker San Miguel. Sin embargo vio que en la carrera de Derecho de la UMSA no tenía futuro y su paso por el primer año se estaba prolongando demasiado por lo que optó por inscribirse en una universidad privada de donde ¿egresó? de manera acelerada. 

De forma paralela siempre estuvo rondando la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, de la que gracias al padrinazgo de Waldo Albarracín fue designado vicepresidente y acabó asumiendo la titularidad cuando Albarracín fue nombrado Defensor del Pueblo.

Su insaciable afán de protagonismo llega a niveles patológicos y es tan grande como su ambición política y falta de escrúpulos. Durante los sucesos de febrero de 2003, cuando era vicepresidente de la Asamblea de Derechos Humanos se mostraba como mediador en el conflicto pero el tiempo demostró que el estuvo inmerso en la conspiración lo que a la postre le dio importantes réditos políticos, permitiéndole ser parte del esquema masista y ahora Ministro de Gobierno.

En suma, si Evo quería dar una imagen mas equilibrada a su gobierno su intento podría verse desbaratado por la incorporación al gabinete de este personaje cuyos antecedentes, y para usar el lenguaje del propio presidente, podrían llevarle de ser el Sacha a ser el «sucha» ministro.