Evo Avatar

Patricio Crooker*.

image



Hace unas semanas, Evo Morales asistió al cine y luego comentó que se identificaba con la película. Hablamos de Avatar, donde, al igual que en su gobierno, se lucha contra el capitalismo y por la defensa del medio ambiente. Lo que Evo tal vez no sabe es que Avatar, en su magnífica versión 3D, fue producida por el capitalismo y ha generado millonarias ganancias al mejor estilo Hollywood. Y, aunque la cinta encierra un mensaje contra las grandes corporaciones y la protección del medio ambiente, no es precisamente su fuerte, sino más bien la tecnología 3D que James Cameron usa en sus casi tres horas, la que hace memorable la cinta.

Evo Morales debería de ver ahora, ya que no tiene problemas con cintas producidas en Hollywood, Invictus del director Clint Eastwood, pero esta vez no acompañado de su hija, sino más bien de sus colaboradores más estrechos, incluido su cuerpo de seguridad. Aquí, el actor Morgan Freeman, en el rol de Nelson Mandela, nos muestra una faceta de un líder, un presidente que construye “un equipo, un país”. Evo puede buscar identificarse con muchos de los aspectos que la sabiduría de un Mandela maduro exhibe; pero antes tendría que mirar cómo está Bolivia hoy, cuatro años después de su primer gobierno, cargada de odio y revanchismo, dividida en clases y ciudadanos de primera y segunda, tratando de borrar cualquier símbolo del pasado para construir un futuro de revanchismo y perjuicios. En otras palabras, un experimento muy peligroso para el total de los bolivianos y bolivianas quienes no queremos un régimen autoritario disfrazado de una democracia.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Lo que Mandela muestra es, primero, la humildad; un líder que desde que llega al palacio de gobierno invita a sus trabajadores a permanecer en sus puestos si están dispuestos a laburar duro y con compromiso por el país, incluidos los agentes de seguridad blancos que le son encomendados. Decide, usando como ejemplo la selección de rugby de su país, dominada por una minoría blanca y cargada de símbolos del pasado y del apartheid, unir al país, construir un equipo que pueda cambiar y ser aceptado por todos, como quiere que cambie el país.

Mandela está dispuesto a perdonar y no muestra rencor ni odio con la gente que en el pasado golpeó a él y a sus compañeros, a la gente que lo mantuvo preso por casi 30 años. Durante todo ese tiempo encarcelado, el líder se preparó para ser mejor que ellos y así lo demuestra Freeman en este emotivo film.

Mandela cree en sus instintos, y pese a todo lo que le dicen sus colaboradores más cercanos, termina uniendo a blancos y negros con el ejemplo, con disciplina y, sobre todo, con mucha humildad y sabiduría, cosas que en estos días en Bolivia hacen mucha falta.

Así como Morales hoy, Mandela representaba a una mayoría olvidada y abusada, a la cual él se debía, pero al mismo tiempo consideraba su familia a los 43 millones de sudafricanos, sin importar su origen, región o clase social.

Nelson Mandela era un presidente para todos, sin rencores ni resentimientos. Porque aquí en Bolivia ni el deporte nos une a todos. Mientras Morales jugaba al fútbol en los hielos del Sajama para defender el deporte en la altura, nuestra selección tenía uno de los peores desempeños de la historia reciente en las eliminatorias mundialistas.

En Sudáfrica, la selección de rugby salió campeona mundial.

*Patricio Crooker
es reportero gráfico.